La catedral de Santander ha acogido este mediodía la Misa Crismal, una de las celebraciones litúrgicas más significativas del calendario católico, especialmente para los sacerdotes. Se celebra tradicionalmente el Jueves Santo por la mañana, aunque en muchas diócesis, como en la nuestra, se adelanta a principios de la Semana Santa para facilitar la participación del clero y de los fieles, y reúne al obispo con todos los sacerdotes de la diócesis en una manifestación de comunión eclesial profunda.
Durante la misa, D. Arturo ha consagrado el Santo Crisma y bendecido los otros dos óleos sagrados: el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. Estos aceites serán utilizados a lo largo del año en los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Orden Sacerdotal, y Unción de los Enfermos, lo que subraya el papel central de esta misa en la vida sacramental de la Iglesia.
Sin embargo, más allá de la bendición de los óleos, la Misa Crismal tiene un valor simbólico y espiritual muy especial para los sacerdotes. En ella, han renovado públicamente las promesas realizadas el día de su ordenación sacerdotal: el compromiso con el celibato, la obediencia al obispo y el servicio fiel al pueblo de Dios. Esta renovación no es solo una repetición de palabras, sino un momento de profundo significado vocacional, una oportunidad para revivir el “sí” inicial con renovada entrega y amor.
La presencia del obispo y de la comunidad en esta celebración ha resaltado el carácter colegial del sacerdocio ministerial. Es un recordatorio de que el sacerdote no actúa en nombre propio, sino en comunión con el obispo y con el cuerpo de la Iglesia. También representa un momento de fraternidad sacerdotal, donde todos los presbíteros se encuentran, rezan juntos y se fortalecen mutuamente en su misión pastoral.
Para los fieles, asistir a la Misa Crismal también tiene un profundo valor espiritual, ya que les permite ser testigos del compromiso de sus pastores y participar del acto litúrgico donde se consagran los signos visibles de la gracia divina que los acompañará a lo largo del año.
La Misa Crismal ha representado un momento de renovación, unidad y gracia, tanto para los sacerdotes como para toda la comunidad eclesial. Un recordatorio de que la misión pastoral se sostiene en la fuerza del Espíritu y en la comunión del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
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