Con los últimos destellos del sol de este lunes comenzaba la misa funeral diocesana por el eterno descanso del Papa Francisco, presidida por nuestro Obispo, D. Arturo Ros, y con la presencia de nuestro Obispo Emérito, D. Manuel Sánchez Monge, además de otras autoridades civiles y militares. El lugar escogido ha sido la SIB Catedral de Santander, cuyo aforo fue prácticamente completado por cientos de fieles y por decenas de sacerdotes diocesanos que quisieron despedir a Francisco, un Papa que deja un legado y un recuerdo eternos, y cuya figura permanecerá siempre presente en la vida de la Iglesia.
Las palabras que nuestro Obispo dirigió al Santo Padre en su homilía y en los momentos previos a la finalización del funeral llenaron de emoción los corazones de los presentes. Y es que D. Arturo destacó la importancia del legado del Papa y de lo que ha representado para la Iglesia en estos 12 años de Pontificado. Asimismo, recordó su infancia y la importancia de la figura del Papa en su casa y en su familia; una importancia que deriva en este grato recuerdo que ahora le deja a él personalmente, así como al resto de fieles en cualquier parte del mundo.
Antes de finalizar la Eucaristía, D. Óscar Lavín, Vicario para la Evangelización, resumió la trayectoria de Francisco, también en lo personal, con ese primer símbolo de su Pontificado, el viaje a la isla de Lampedusa, que marcó claramente la línea que iba a seguir: estar junto a los descartados, junto a los excluidos, junto a los que más lo necesitaban. Hizo también un resumen de su legado en forma de exhortaciones apostólicas y encíclicas, que dejan buena huella de lo que llevaba en el corazón.
El legado humano y evangelizador del Papa Francisco
Desde su elección en marzo de 2013, el Papa Francisco ha marcado un nuevo rumbo en la historia de la Iglesia católica, tanto por su estilo pastoral cercano y humilde como por su firme compromiso con la justicia social. Su legado humano y evangelizador se caracteriza por una visión del cristianismo profundamente enraizada en el Evangelio, con una Iglesia en salida, al servicio de la humanidad herida, del planeta amenazado y de la dignidad de toda persona.
Uno de los documentos fundacionales de su pontificado es la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), publicada en noviembre de 2013. En ella, Francisco traza las líneas principales de su visión para una Iglesia renovada, misionera y cercana. Propone un cambio pastoral que abandone la autorreferencialidad y el formalismo para ir al encuentro de los que están en las periferias, tanto geográficas como existenciales. Subraya que la evangelización debe estar marcada por la alegría, la misericordia y una preocupación auténtica por los pobres. Evangelii Gaudium se ha convertido en un manifiesto programático del papado de Francisco y una hoja de ruta para todos los que desean una Iglesia viva y transformadora.
A lo largo de su pontificado, el Papa también ha publicado tres encíclicas, que constituyen pilares de su pensamiento magisterial y reflejan los grandes desafíos de nuestro tiempo:
La primera fue Lumen Fidei (La luz de la fe), publicada en 2013. Este documento fue iniciado por Benedicto XVI y completado por Francisco. En ella se ofrece una profunda reflexión sobre la fe como una luz que ilumina la vida entera. Francisco destaca cómo la fe no es un refugio irracional, sino una forma de ver que transforma el corazón, las relaciones y la sociedad. Subraya la importancia de vivir la fe en comunidad, encarnada en la historia y guiada por la verdad del amor.
La segunda encíclica, Laudato si’ (Alabado seas), publicada en 2015, es uno de los textos más influyentes de su pontificado y de la doctrina social contemporánea. Basada en el espíritu de San Francisco de Asís, esta encíclica denuncia los daños provocados por la cultura del descarte, la degradación ambiental y el cambio climático. Propone el concepto de “ecología integral”, que vincula la crisis ambiental con la crisis social y ética. Francisco hace una llamada urgente a una conversión ecológica, a un nuevo estilo de vida y a una acción global que ponga a la persona y al planeta por encima del lucro y del consumismo.
Finalmente, en 2020, en plena pandemia de COVID-19, el Papa publicó su tercera encíclica, Fratelli tutti (Todos hermanos). En ella desarrolla una profunda reflexión sobre la fraternidad y la amistad social como caminos para reconstruir un mundo fragmentado por el odio, el racismo, el individualismo y la indiferencia. Invita a ir más allá de las fronteras físicas y mentales, a reconocernos como parte de una única familia humana. Reivindica la dignidad de toda persona, el diálogo como método y la solidaridad como principio. En sus páginas, Francisco traza una propuesta ética y espiritual para una nueva civilización del amor.
Con su estilo pastoral directo, cercano y profundamente evangélico, ha devuelto frescura al mensaje cristiano en un mundo sediento de esperanza. El legado de Francisco es un testimonio profético que desafía a todos, creyentes y no creyentes, a construir un mundo más justo, fraterno y sostenible, guiado por el amor, la fe y la alegría del Evangelio.
Esta ha sido una despedida diocesana llena de agradecimiento por su tarea en favor de la Iglesia universal y cargada de esperanza por lo que vendrá. Una esperanza que siempre va ligada a nuestra fe y a la luz que nos infunde el Evangelio, junto a la seguridad de que el Señor Resucitado camina junto a nosotros en todo momento y alimenta nuestra fuerza para que sigamos siendo discípulos de esperanza.
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