La solemnidad de Pentecostés es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, celebrada cincuenta días después del Domingo de Resurrección. Marca el final del tiempo pascual y conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y discípulos reunidos en el Cenáculo, tal como se narra en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-11). Este acontecimiento se considera el nacimiento de la Iglesia, ya que los seguidores de Jesús, llenos del Espíritu Santo, comienzan a predicar abiertamente el Evangelio en diversas lenguas, simbolizando la universalidad del mensaje cristiano.
Hoy domingo celebramos esta jornada renovados de energía y cargados de la esperanza propia de nuestra fe, elemento motor de nuestra vida y significativa, especialmente, en este año Jubilar. La catedral de Santander acogió la reunión de cientos de fieles en la tarde-noche de este sábado para celebrar una preciosa vigilia de Pentecostés, organizada por la delegación de Apostolado Seglar, junto al resto de delegaciones dependientes de la Vicaría para la Evangelización.
Un encuentro cargado de simbolismo y de fraternidad en el que se intercaló la lectura de la Palabra con la presentación de diversos elementos vinculados con el Espíritu Santo. Nuestro Obispo, D. Arturo, compartió una reflexión en la que destacaron dos elementos: la oración y el Espíritu. Este es un extracto de las palabras compartidas:
«Nos distraemos demasiado. Intenta centrarte en ti, porque eres tú quien se encuentra con Dios. Con el deseo de ser morada de Dios y para eso es muy importante que tengas serenidad. La oración no es para hacer, es para ser, para vivir».
“Ven, dulce huésped del alma” es una parte preciosa de la secuencia del Espíritu Santo. La presencia del Espíritu que habita en nosotros es dulzura y ternura. Nuestra alma está llena de aristas, dificultades y dudas y cuando experimentamos que el Espíritu está en nuestro interior, ya es suficiente».
«Es en esos momentos cuando nos damos cuenta de que nuestra oración es insuficiente. Hay que orar más y mejor y eso es abrir el corazón, que nuestro interior se convierta en súplica permanente, “ven, Espíritu Santo”. Necesitamos orar para vivir y para seguir viviendo».
Tras la vigilia, varios miembros de la delegación de Pastoral con Jóvenes y de Fe y Vida, ofrecieron un concierto en el claustro de la catedral. Una oportunidad para poner música y ritmo a una jornada tan especial.
Pentecostés es la culminación del misterio pascual de Cristo: su pasión, muerte, resurrección y ascensión al cielo, y el envío del Espíritu como cumplimiento de su promesa. El Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, actúa como guía, defensor y fuente de fortaleza para los creyentes, renovando sus corazones y dotándolos de los dones necesarios para vivir y testimoniar la fe. Pentecostés también invita a los cristianos a renovar su compromiso misionero, abiertos a la acción del Espíritu en sus vidas y en el mundo. Es una fiesta de esperanza, unidad y renovación espiritual.
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