Es bien sabido que nuestros misioneros, siempre dispuestos a colaborar en el servicio a la vida consagrada, se ofrecen para diferentes iniciativas que procuran el acompañamiento a los desafíos que en el presente experimenta nuestra peculiar forma de vida. Así, el P. Teodoro Bahillo, asesor jurídico de la CONFER y vicario de los claretianos de Santiago, ofreció el pasado viernes en el espacio Maldonado de Madrid una interesante formación junto al P. Miguel Campo, sj, dando pistas y pautas para el gobierno de la vida religiosa, sugiriendo diferentes modelos de reorganización de los institutos. El marco del encuentro lo dispuso la conferencia española de religiosos, poniendo en marcha unas jornadas de administración donde tratar los retos jurídicos en una nueva estructura institucional de nuestras órdenes y congregaciones, al ritmo del camino sinodal y teniendo en cuenta las fuerzas cada vez más escasas que nos exige mantener las posiciones apostólicas.
Hay indicadores que evocan un cambio de época y en el hoy de nuestras familias religiosas éstos precisan integrarse a diferentes niveles. Por ello, ante un auditorio de más de sesenta asistentes, el P. Bahillo explicaba la intención de abordar “el reto que plantea la reorganización de nuestras provincias y congregaciones, teniendo en cuenta las dificultadas que exige un nuevo modelo a asumir, los cambios que se habrían de explicar en el Derecho propio de cada instituto y, fundamentalmente, las implicaciones que tiene de cara al desempeño del gobierno”.
“Y una de las fundamentales, -explicaba el religioso-, sobre todo en los procesos de disminución, es cómo llevar a cabo la presencia del gobierno general en la distancia física de los lugares más alejados”. La opción “es un consejo general fuerte que se movilice cuando esto sea posible”, aunque también existe otra posibilidad si es que ésta no fuera recomendable, y es “la presencia física de consejeros generales en estos contextos”. Esta última opción presenta algunos riesgos, y por ello “es importante no perder de vista que el gobierno está en manos de superiores generales, y no de estos consejeros”, cuestión a tener muy presente “a la hora de definir bien quiénes desempeñan las responsabilidades, toman decisiones, y en qué puntos delegar a estas instancias inferiores”.
Una cuestión con un único fin –“el saber responder a lo que la Iglesia ha confiado a nuestros institutos”- pero que propone importantes derivadas “como la misión compartida y los asistentes laicos en los que saber depositar la confianza”. Cuestiones que, por otra parte, ya vienen siendo objeto de estudio en la vida religiosa.