El evangelio de este domingo XV del Tiempo Ordinario conduce al camino de Jericó, donde un hombre herido espera ser visto y socorrido. El sacerdote Mariano Montero invita a descubrir ese camino como un espejo del mundo actual, donde cada herida pide una respuesta de misericordia. ¿Y tú, te harás prójimo?
El evangelio del buen samaritano (Lc 10,25-37) revela que Jericó es un “lugar teológico”. Esta expresión, fundamental en la teología cristiana, nos remite a una realidad histórica en la que Dios se hace presente y se revela. En el tiempo de Jesús, Jericó era un pequeño pueblo a unos veinte kilómetros de Jerusalén, al que se accedía por un camino serpenteante y peligroso, apropiado para asaltos, robos y violencia. De hecho, la parábola nos habla del hombre malherido y despojado que quedó al borde del camino. Destaca que quienes recorrían ese camino, en concreto un estudioso de la Ley de Dios y un sacerdote del Templo, pasaron de largo ante él. Y se enfoca en un samaritano, despreciado por los judíos, pero que es quien se muestra compasivo y le ayuda a salvar la vida.
Esta parábola es una denuncia y un anuncio para el mundo de hoy, para la Iglesia de hoy y para todos nosotros. El evangelio nos muestra cómo Dios se hace presente en ese buen samaritano que “se hace prójimo” (próximo) del hombre caído en el camino. Si nos fijamos en los verbos que lo describen, veremos que se corresponden con los de la parábola del Hijo pródigo y el Padre misericordioso: al verle se acerca, se compadece y le abraza, le cuida y le levanta, implica a otros en su sanación… Jesús lo deja claro: “¿Quién se hizo prójimo del hombre caído en el camino?… El que practicó la misericordia con él… Pues ve y haz tú lo mismo“. ¿Cómo “hacernos prójimos” en el mundo actual? ¿Cómo predicar -con palabras y con hechos- el evangelio de la misericordia, la compasión y la paz? ¿Cómo hacerlo en este mundo donde avanza el despliegue impune de la “dinámica del descarte”?
Pero añadamos otra perspectiva. Sorprendentemente, el evangelio de Lucas nos muestra cómo, al final de su camino hacia Jerusalén, es justamente en Jericó donde también se revela de forma inaudita la misericordia del Padre a través del encuentro de Jesús con el rico Zaqueo y con el ciego Bartimeo… Zaqueo (Lc 19,1-10) es un hombre poderoso al que nada importaban los demás. Contra todo pronóstico, su encuentro con Jesús se le convierte en “la cena más cara del mundo”: la mitad de sus bienes se los da a los pobres y devuelve cuatro veces más a quienes ha robado. (Estos son los milagros que necesitamos hoy, Jesús…). Por su parte, Bartimeo (Lc 18,35-43) es un mendigo ciego que, tras devolverle Jesús la vista, le sigue por el camino hasta Jerusalén, donde apenas una semana después contemplará impotente cómo Jesús, el Hijo de Dios, se desangra en la cruz. (¿Para eso le devolviste la vista, Señor?… Pero claro que sí, para que viéndote crucificado comprendiera cuál es el amor extremo al que nos llamas).
Ahora empiezo a entender… No se trata solo de esperar el milagro de que Trump siga los pasos de Zaqueo (cesando la imposición mundial de aranceles, la expulsión de inmigrantes o el robo de la atención médica a los estadounidenses más pobres). Ni se trata solo de desear que Netanyahu viva la conversión de Bartimeo (cayendo en la cuenta de que la guerra inmisericorde y el Dios de la misericordia son incompatibles, abriendo los ojos al sufrimiento evitable que está provocando, el cual invalida el “Shalom” de un pueblo ciego a sus contradicciones)… Ahora empiezo a comprender que lo que Tú haces, Señor Jesús, es pedirnos esa conversión a nosotros, a los cristianos bienpensantes que, en este domingo de verano, nos movemos entre el cumplimiento de la misa y nuestros planes vacacionales, con pocas ganas de atender a lo que ocurre más allá. Ante el Jericó de nuestro mundo y el Jericó de nuestro corazón, lo que Tú quieres es un encuentro renovado y profundo con cada uno y con todos nosotros. Un encuentro sanador tuyo, Señor, con el Buen Samaritano, Zaqueo y Bartimeo que todos llevamos dentro.
Mariano Montero, sacerdote Adsis, párroco de Santa Marta de Tormes
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