Las hermanas de Lázaro son las protagonistas del Evangelio de este domingo, 20 de julio, XVI del Tiempo Ordinario (Lc 10,38-42). En ellas se muestran dos actitudes ante Jesús: el servicio generoso pero agitado y la escucha atenta que da paz. La religiosa Maru Cornejo, ss.cc, destaca en su comentario la invitación a equilibrar acción y oración, eligiendo cada día, como María, “la mejor parte”
En este pasaje entrañable del Evangelio vemos a Jesús visitando a sus amigos, y allí están dos hermanas, Marta y María. En ellas encontramos dos actitudes diferentes ante su presencia: Marta, como buena anfitriona, se dedica a preparar y servir. María, en cambio, se sienta a los pies de Jesús para escucharlo. La escena parece cotidiana, pero encierra una enseñanza profunda.
Marta no hace nada malo; al contrario, está sirviendo con generosidad. Pero su corazón está inquieto, agobiado por muchas cosas. Su deseo de servir es genuino, pero pierde la paz. María, en cambio, ha elegido estar con Jesús, escuchar su palabra, acogerlo desde el corazón.
Esta escena refleja algo más que una cuestión de carácter o roles: representa dos maneras de estar ante Jesús. Marta simboliza la actividad buena pero dispersa, muchas veces agitada, que incluso puede hacernos perder de vista a quién servimos. María representa la actitud del discípulo que se pone a escuchar, que se deja enseñar, que acoge la Palabra en silencio y con el corazón abierto.
Este texto nos recuerda que el servicio es importante, pero la escucha de la Palabra y la relación con Jesús son lo esencial. Jesús no reprocha a Marta por servir, sino por dejar que la preocupación le robe la paz. Hoy también nos invita a nosotros a buscar un equilibrio entre la acción y la oración, entre el hacer y el estar con Él.
Este pasaje nos invita a preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? ¿Estoy tan ocupado en tantas cosas, o en mi vida diaria, que ya no me detengo a escuchar al Señor? A veces, como Marta, nos llenamos de preocupaciones, creyendo que todo depende de nosotros. Pero Jesús nos recuerda que hay algo más importante: dejar espacio a su presencia, sentarnos a sus pies y dejarnos amar, enseñar y transformar.
El peligro es hacer mucho y perder el centro, el alma. María nos recuerda que lo esencial es volver a lo simple: estar con Jesús, escuchar su Palabra, y desde ahí servir con alegría y paz.
En medio del ruido y las tareas de cada día, Jesús nos espera para hablarnos al corazón. Como María, elijamos también nosotros “la mejor parte”, que es estar con Él.
Maru Cornejo, ss.cc
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