La Novena llegaba este pasado domingo, 7 de septiembre, a su fin y el día 8 el Santuario de Covadonga se preparaba para celebrar, un año más, la fiesta de la Santina. Pasaron nueve días dedicados a la esperanza, la virtud en la que se centra este Año Jubilar 2025 convocado por el fallecido Papa Francisco y en el Día de la Virgen de Covadonga el Arzobispo de Oviedo, Mons. Jesús Sanz, quiso también recordar en su homilía, en el transcurso de la eucaristía, que precisamente la esperanza «no coincide con la buena suerte donde aparentemente nunca pasa nada y todo resulta grato y sin problemas, sino con la mirada distinta a cuanto acontece cuando lo vemos y vivimos desde los ojos de Dios y con su gracia. La esperanza –dijo– es un don que nos libra de ser rehenes de cuanto nos duele o acorrala, y nos hace testigos de la discreta y fiel compañía de Dios que nos sostiene y nos levanta».
Mons. Sanz da la paz al Presidente de la Junta, Juan Cofiño. Foto cortesía de Damián Arienza
Como es habitual, la celebración daba comienzo a las 12 del mediodía. En torno a la basílica se agolpaban fieles y visitantes que observaban, curiosos, la entrada de autoridades políticas, militares y sociales. Junto a Mons. Jesús Sanz, se adentraron en el templo el Cardenal Arzobispo emérito de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela que había presidido ya la clausura de la Novena el día anterior y el Arzobispo emérito de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), Mons. Braulio Sáez, carmelita, así como numerosos sacerdotes y diáconos.
El acompañamiento musical, al igual que durante toda la Novena, corrió a cargo de un grupo coral formado por cantantes profesionales reunidos expresamente para estos días, con las sopranos Ana Peinado y Vilma Ramírez; las mezzosopranos Bárbara Fuentes y Sandra Bravo y los tenores Carlos Esteban, Guillermo Ares y Juan Manuel Sánchez, así como los bajos Francisco Sierra y Andrés Filipe. En el día de Covadonga, además, se incorporó un ensemble instrumental compuesto por músicos de la Orquesta Filarmónica del Norte de España (FiNE), integrado por cuerdas (violines, violas y violonchelos) y vientos (flautas, oboe, clarinete, trompas y trompeta).
La eucaristía se retransmitió a través del canal de televisión Trece para toda España y también a través del canal de YouTube del Santuario. En su homilía, entre otras muchas cosas el Arzobispo de Oviedo quiso recordar «los incendios que por doquier nos han asolado». «Un incendio devastador –dijo–, siempre arrasa el pasado que guardaba la memoria de lo que somos. Cuando han ardido no sólo los bosques sino también casas en las que guardábamos lo que nos recordaba quiénes somos y de dónde venimos, hemos visto el pasado reducido a cenizas. Igualmente, el presente ha sido alcanzado por unas llamas que abrasaron a personas cercanas hasta su muerte sumiéndonos en tanto dolor. Un presente donde el fuego nos ha expulsado de nuestras casas dejándonos a la intemperie, e impidiendo seguir sembrando semillas que darían frutos en las campiñas o junto a los ganados que nos alimentaban: todo ha quedado reducido a tierra quemada. Un presente que queda hipotecado ante nuestra incertidumbre más asustada».
El Santuario, momentos antes de comenzar la eucaristía. Fotografía cortesía de Damián Arienza
«Pero hay un espacio y un tiempo –dijo Mons. Sanz– a los que las llamas no llegan. Es el futuro de nuestro inmediato mañana. Podemos y debemos lamentar con lágrimas por lo perdido en los incendios que han quemado parte de nuestro pasado y nuestro presente, pero tenemos delante un futuro al que los pirómanos o las inclemencias jamás llegarán con sus fechorías fortuitas o calculadas. No podemos dejar de mirar al futuro con esperanza».
Y aludiendo a ese futuro esperanzado recordó a los numerosos jóvenes que participaron el día anterior en la Vigilia en el Santuario, o los que asistieron a la JEMJ ese mismo verano o los más del millón que acudieron al Jubileo en Roma, en agosto. «Son jóvenes que creen en la verdad y saben distinguir a los que a mansalva mienten, creen en la justicia y reconocen a los que torticeramente la usan, creen en la honestidad y se distancian de los que de tantos modos se corrompen, creen en la belleza y evitan a los que la manchan con sus perversiones inmorales, creen en la bondad y se protegen de los que la envilecen en la insidia que divide y enfrenta».
«La esperanza de los jóvenes como los que ayer fueron canonizados en Roma: Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que fueron capaces de escribir otra historia desde la bondad, la verdad y la belleza que nutre la esperanza. Porque los mentirosos que engañan pasarán, los violentos que matan pasarán, los prepotentes que se empoderan pasarán, los que dividen y enfrentan pasarán … y surgirá de esta generación de jóvenes una nueva sociedad, una nueva Iglesia también, que llenarán la ciudad alegría y la vida de esperanza».
Seminaristas en la ofrenda a la Virgen. Fotografía cortesía de Damián Arienza
Finalizó haciendo un llamamiento por la paz y recordando las palabras del Papa León XIV ante algunos de los conflictos que están presentes en el mundo en la actualidad como Gaza, Ucrania o Sudán: «la guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado».
En esta ocasión, la ofrenda corrió a cargo del Seminario, como una realidad social especialmente querida y amparada por la Virgen de Covadonga y de esta manera, cinco seminaristas, miembros de los diferentes seminarios que se forman en Oviedo, aportaron, uno, un pequeño olivo, portado por un joven que este año comienza el curso preparatorio o «propedéutico», y cuatro jóvenes portaron cada uno una orquídea, símbolo de la vocación que florece. Representaban al Seminario Metropolitano, el Redemptoris Mater, el de Santander y el de Lumen Dei.
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