Como cada 15 de septiembre, miles de personas han peregrinado hasta el santuario de la Bien Aparecida, en Hoz de Marrón, para celebrar esta jornada de festividad de Nª Sra. Bien Aparecida, patrona de Cantabria y de nuestra diócesis de Santander. Precisamente este año celebramos el 120 aniversario de este título de patrona de la región.
La lluvia ha hecho acto de presencia a apenas 10 minutos del comienzo de la Eucaristía de las 12:00, presidida por nuestro Obispo, D. Arturo Ros, y que finalmente y debido a esto, a las inclemencias del tiempo, se ha celebrado dentro del templo. Un santuario abarrotado de fieles y devotos de la Virgen en esta advocación de la Bien Aparecida, tan especial para todos los cántabros.
Una Eucaristía muy especial y una homilía, la de nuestro Obispo, en la que ha desgranado el sentido de 3 frases de la letanía a la Virgen, que habitualmente rezamos en el Santo Rosario para convertirla en oración en esta celebración y detallar su significado:
Madre de la esperanza, ruega por nosotros: «María siempre no espera y, de este modo, le pedimos que tengamos esperanza porque hay muchos motivos para tenerla: familia, amigos; compañeros o proyectos».
Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros: Aquí, nuestro Obispo planteó dos preguntas directas: «¿Cómo es la alegría que te da la Virgen? ¿Tenemos esa alegría?» y añadió que «hay motivos en la vida para estar alegres» y que «Ella es la alegría de la fe y de la existencia».
Reina de la paz, ruega por nosotros: Destacó en este momento una petición clara: «Queremos la paz en el mundo, queremos vivir en paz. Estamos llamados a ser constructores de la paz y podemos construirla en lo más inmediato de nuestras vidas, porque lo contrario es dañino y doloroso».
D. Arturo finalizó la homilía de la celebración haciendo un llamamiento a los presentes y la propuesta de pedir todo esto para nosotros y para los nuestros.
La oración en presencia de nuestra Madre siempre es reconfortante. No importa que llueva fuera, porque dentro de nosotros llevamos el tesoro de la luz que nos fue regalado por nuestra fe y que es capaz de superar cualquier contrariedad. Tan solo es necesaria la paciencia, poner tiempo y disponer nuestro corazón para esa conversación íntima con la Madre y con el Señor.
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