En su comentario al evangelio de este XXV Domingo del Tiempo Ordinario, la religiosa de los Sagrados Corazones, Maru Cornejo, recuerda que la parábola del administrador astuto nos invita a mirar dónde ponemos el corazón: en el dinero que promete seguridad o en Dios que ofrece vida y libertad
Jesús cuenta la parábola de un administrador acusado de malgastar lo de su señor. Al saber que lo van a despedir, piensa cómo asegurar su futuro: reduce las deudas de los deudores de su amo para ganarse su amistad. Sorprendentemente, el amo alaba su astucia. Y Jesús concluye enseñando que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero.
Este evangelio puede parecernos extraño, porque parece que Jesús alaba a un hombre deshonesto. Pero, en realidad, no está aprobando su falta de justicia, sino su habilidad para actuar con decisión y previsión cuando se ve en apuros.
Esta parábola nos deja varios retos para nuestra vida cotidiana. En primer lugar, poner en marcha nuestra creatividad en nuestro seguimiento a Jesús. La vida cristiana también necesita decisión y creatividad. A veces somos muy ingeniosos para resolver nuestros problemas materiales, pero poco audaces para buscar el Reino de Dios. Jesús nos invita a poner la misma pasión, inteligencia y esfuerzo en nuestra vida de fe. Si somos ingeniosos para tantas cosas, ¿por qué no serlo también para amar, servir y construir algo mejor?
En segundo lugar, nuestra relación con el dinero. El dinero no es algo malo, pero revela nuestro corazón. El evangelio no condena la riqueza, sino el vivir esclavizados por ella. El dinero es un medio, nunca un fin. La pregunta que nos hace Jesús es: ¿qué lugar ocupa el dinero en tu vida? ¿te acerca a Dios y al prójimo, o te aleja de ellos?
En tercer lugar, la fidelidad en lo pequeño. Jesús recuerda que quien es fiel en lo poco, lo será en lo mucho. Las cosas materiales son “lo pequeño”; lo verdaderamente grande es la relación de encuentro con el Señor y sus cosas. Por eso, nuestra relación con el dinero, el tiempo o los bienes revela si realmente nuestro corazón está en Dios.
Por último, la palabra acaba con esta exhortación: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Aquí está el centro del mensaje: tenemos que elegir un señor para nuestra vida. O Dios, que da vida y libertad; o el dinero, que promete seguridad, pero acaba exigiendo servidumbre. La fe se juega en esa elección diaria. Y tú, ¿qué eliges?
Maru Cornejo, SS.CC
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