Este pasado sábado, 25 de octubre, tenía lugar el primer Consejo Pastoral Diocesano del curso en el Seminario Metropolitano. Su secretaria, Amalia Gómez Arisqueta, fue elegida por sus miembros el pasado año. Ella es laica, reside en Salinas con su familia y en esta entrevista comparte cuál es su función, cómo llegó a pertenecer al Consejo y cuáles fueron los temas que se trataron en este primer encuentro de octubre.
¿En qué consiste tu labor como Secretaria del Consejo Pastoral Diocesano?
Fundamentalmente es una labor administrativa y un poco también organizativa. Junto con la Permanente del Consejo organizamos el Orden del Día y elaboramos el material que se va a trabajar durante el Pleno. Luego se emite la convocatoria, se manda a todos los miembros del Consejo y se le envían también todos los materiales que se necesitan para la reunión del Pleno. Después durante el Pleno se toma nota de lo tratado en cada reunión, se levanta un acta oficial que recoge los temas que se han debatido, las propuestas, las conclusiones y luego se reparte o se vuelve a enviar a los miembros del Consejo para su aprobación, su revisión y posterior aprobación.
Luego también me encargo de archivar los documentos del consejo, actas, informes, propuestas, comunicaciones. Y además hay una tarea logística en las reuniones: ocuparse de los espacios, los materiales o los medios técnicos. También ayudo a elaborar y coordinar los materiales de trabajo y la síntesis de las propuestas de los trabajos de grupo. Por lo demás, se hace una función como cualquier otro miembro del Consejo: intervienes en los debates, aportas tu visión y fundamentalmente estas son las tareas que llevo a cabo.
Amalia Gómez Arisqueta
El Consejo Pastoral Diocesano está presidido por el Arzobispo, están presentes en él los Vicarios, hay representación tanto de la vida consagrada en la diócesis como de asociaciones de laicos, están por supuesto los miembros de los Consejos Arciprestales, es decir, es como una gran representación de los diferentes miembros que componemos la diócesis. ¿Cómo llegaste a formar parte de este órgano diocesano?
La verdad es que fue algo bastante casual, casi sin darme cuenta. Hace ya algo más de 16 años, mi párroco me pidió que asistiera a una reunión. Yo llevaba tiempo ya colaborando con la parroquia, primero en la Catequesis de Infancia y después en la de Confirmación así que me animé y fui. En aquel momento no sabía muy bien de qué se trataba y fue más tarde cuando supe que aquello era una reunión del Consejo Arciprestal. De allí salí elegida como representante del Arciprestazgo de Avilés. No tenía ningún conocimiento previo ni de cómo funcionaban los Consejos, ni de cuál era su papel en la vida de la diócesis pero, poco a poco, a base de participar y escuchar, fui aprendiendo. Y así es como acabé siendo parte del Consejo Pastoral Diocesano, donde sigo colaborando en estos momentos como secretaria.
¿Te sorprendió el contenido de los encuentros, era lo que imaginabas?
La verdad es que sí que me sorprendió bastante, pero sobre todo porque no tenía la menor idea de a lo que iba. Ya he contado cómo llegué, un poco de casualidad, me convocaron para el primer pleno, fui, pero sin saber exactamente qué era aquello. No conocía a nadie, no sabía qué se hacía allí, cómo funcionaba nada de lo que allí ocurría. Recuerdo que al principio me sentí un poco desubicada, como si hubiera llegado a una conversación que ya había empezado. Pero también sentí que era un espacio donde se hablaba con respeto, donde se escuchaban distintas voces y lo que importaba era aportar desde la experiencia de cada uno. Poco poco fui entendiendo el sentido de los encuentros y con el tiempo aprendí a valorar la riqueza de caminar juntos, aunque al principio no sabía ni por dónde empezar.
¿Qué supone para ti esta responsabilidad desde su compromiso con la Iglesia?
La verdad es que yo nunca, como digo, me he postulado para ninguno de estos cargos y la primera sorprendida casi siempre soy yo, de estar donde estoy. Siempre pienso en lo que decía Benedicto XVI sobre cómo se manifiesta la Providencia divina: no con grandes milagros sino con gestos sutiles, que llamaba «empujones de Dios», que nos ayudan a encontrar nuestro camino y a situarnos en la vida. Y yo lo he ido notando así a lo largo de mi vida, en muchas decisiones, personas, encuentros… Para mí, formar parte del Consejo es una responsabilidad. Es un compromiso con la Iglesia, lo vivo como un servicio que yo puedo hacer y aportar desde lo que soy lo poco que pueda. Y significa también aprender, porque cada encuentro es una oportunidad de descubrir la riqueza que hay en otras realidades que desconocías y de las que no participas.
¿Crees que es importante que dentro de la diócesis tengamos este tipo de órganos y encuentros periódicos?
Yo creo que sí, que son muy importantes. Estos encuentros nos ayudan a sentir que no estamos solos. Nos permiten compartir experiencia y escuchar otras opiniones, aprender unos de otros y caminar juntos como Iglesia. A veces en nuestras parroquias vivimos el día a día con mucho esfuerzo y estos espacios nos renuevan y nos conectan a unos con otros. Además son momentos para discernir juntos y para construir una pastoral más viva, más cercana, tratando de aproximarnos a lo que necesitan hoy nuestras comunidades.
Un momento del Consejo del pasado 25 de octubre
¿Es necesario prepararse estos encuentros cada vez que se convocan?
Antes de ser secretaria mi preparación era más sencilla. Yo leía el material que se nos enviaba en la convocatoria, reflexionaba sobre las preguntas que nos planteaban para el trabajo de grupos y trataba de preparar la aportación. Ahora, como secretaria, estoy más involucrada. Desde el inicio participas en la comisión permanente donde preparamos el Orden del Día, los temas que se van a tratar, los materiales que se enviarán. Es un trabajo más amplio que requiere más coordinación y organización. Pero tampoco me ha cambiado mucho la forma de vivir el encuentro, porque sigo leyéndome los documentos, reflexionando personalmente mis respuestas para el trabajo, porque aparte del rol que tenga en el Consejo, me siento parte de él como una más.
¿Qué temas fueron los que se trataron en este último encuentro?
Se abordaron temas importantes. En primer lugar nuestro Arzobispo, Don Jesús, nos comunicó que asume personalmente la responsabilidad de Delegado del Clero, que es un gesto que expresa su deseo de acompañar y cuidar de cerca a los sacerdotes, que son una parte esencial de nuestras comunidades. Después, Don Antonio Vázquez, Vicario Episcopal de Pastoral, nos informó sobre la renovación del Colegio de Arciprestes y nos presentó los objetivos que han asumido las diferentes Comisiones diocesanas para este curso. Estas comisiones: Transmisión de la Fe, Caridad y Servicio, Comunión Eclesial, Cultura y Comunicación trabajaron estos objetivos en el Encuentro de Programación que tuvo lugar en Covadonga el mes de junio. Se decidió que cada Delegación asumiera un objetivo concreto por curso y se nos hizo una exposición general de estos compromisos u objetivos.
Luego contamos con la intervención de Don Manuel Viego, Delegado diocesano de Pastoral Juvenil, que nos presentó el objetivo común que ha asumido su Delegación junto con la de Pastoral Vocacional, Pastoral Universitaria y Apostolados Seglar, que consiste en revitalizar nuestras comunidades parroquiales, especialmente en el ámbito juvenil, caminando juntos en sinergia. Subrayó que esto no es un deseo, sino una necesidad urgente. Nos presentó el proyecto “Rejuvenecer”, que se desarrollará en tres fases. El primer año estará centrado en la toma de conciencia y sensibilización, el segundo en la implantación del proyecto y el tercero en caminar juntos como comunidad.
Creo que lo que se trató en este Consejo es importante porque refleja una Iglesia que quiere cuidarse por dentro acompañando a sus pastores y también quiere salir al encuentro, especialmente de los jóvenes. Nos invita a trabajar en comunión, a asumir responsabilidades concretas y a construir una pastoral más viva y más cercana.
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