Las celebraciones de la Inmaculada Concepción de María se han repartido por cada una de las parroquias y templos de nuestra diócesis en este fin de semana. Y también, como no podría ser de otra manera, fueron acogidas por la catedral de Santander el sábado y el domingo.
Comenzamos reuniéndonos el sábado a las 19:30 horas para celebrar juntos una hermosa vigilia que ponía fin a la Novena de la Inmaculada y que fue coordinada por la Vicaría General de nuestra diócesis y apoyada por la Delegación de pastoral con jóvenes, que participaron activamente en la preparación y durante el transcurso de esta.
De hecho, la oración de jóvenes con nuestro Obispo, que habitualmente se celebra el primer viernes de cada mes en la catedral, se fusionó en este mes de diciembre con esta vigilia. Los jóvenes se mostraron encantados y D. Arturo les agradeció al finalizar la celebración su esfuerzo y su habitual participación y presencia en los eventos y actividades diocesanos.
La vigilia comenzó en el claustro de la catedral y tras ella se celebró una eucaristía presidida por D. Arturo; una celebración que reunió a cientos de fieles que tuvieron la oportunidad de escuchar a nuestro Obispo en su homilía hablar sobre la oración, sobre la conversación con el Señor, y sobre sus frutos en la vida de las personas que la practican con frecuencia.
El domingo, día de la Inmaculada Concepción de María, se celebró una misa solemne en la misma ubicación, marco incomparable y repleto de personas que honraron a nuestra Madre y celebraron el Sí confiado que dio al Señor, que hizo posible su venida, para la cual nos preparamos en este periodo de Adviento.
El año 2025, año jubilar y año de la Esperanza, se plantea desde hace meses y se trabaja en todos los grupos de la diócesis. Tal y como confirmó D. Arturo, habrá peregrinaciones de varios arciprestazgos y delegaciones. Entre ellas se encuentra la Delegación de pastoral con jóvenes, que viajará a Roma entre el 28 de julio y el 4 de agosto para vivir esta ocasión especial en primera persona.
Ha sido esta, por tanto, una jornada de celebración que, sin duda, debe animarnos a continuar diciendo “SÍ” al Señor y confiando en Él como hizo nuestra Madre, cuya confianza, pese a todas las dificultades, fue la máxima posible.
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