CATÓLICOS EN SEVILLA –
Si bien es la Resurrección el centro y razón de nuestra fe, la Navidad es un tiempo litúrgico que ha calado muy hondo en los corazones de los fieles, manifestándose de muy diversas maneras. El nacimiento del Niño Dios ha dejado su huella a través de los siglos en la Teología, la Liturgia, el Arte y, por supuesto, en las costumbres y tradiciones populares.
Entre esas demostraciones que llenan los días navideños, veamos dos ejemplos sacados de la Biblioteca Capitular y de la Arzobispal. El primero de ellos, cómo no, son las coplas de Navidad, que hoy llamamos villancicos, aunque este término en su origen se refería a obras musicales compuestas por los maestros de capilla para diferentes momentos litúrgicos del año.
Además de las letras para esos villancicos, conservamos composiciones poéticas manuscritas como las “Canciones para la noche de Navidad” del famoso Cancionero del poeta Sebastián de Horozco, del siglo XVI, o la “Recopilación de Villancicos, Gozos y Coplas” (ss. XVIII-XIX), entre los que podemos leer: “Zagales pastores / seises y muchachos / venid y cantar…”. Un ejemplo más cercano lo tenemos en uno de los Cuadros de costumbres populares andaluces de Fernán Caballero, publicados en 1852. Por entonces ya se cantaban, aunque sin los estribillos de hoy día, los tan conocidos versos “En el portal de Belén / hay estrella, sol y luna, / la Virgen y San José /y el niño que está en la cuna”, “Una pandereta suena /Yo no sé por dónde va” o “La Virgen lava pañales, / y los tiende en un romero / los pajaritos cantaban, /el agua se iba riendo”.
Otra devoción popular que aún se mantiene en algunos lugares está relacionada con el viaje de la Virgen y San José desde Nazaret a Belén. Sin ánimo de exhaustividad, podemos encontrar un relato ya en 1670 en un capítulo de la obra de la Madre María de Jesús de Ágreda Mystica Ciudad de Dios (1670), titulado “La jornada que María Santísima hizo de Nazareth a Belén en compañía del santo Esposo Joseph, y los Ángeles que la asistían”.
En el XVIII, aunque se publicaría ya en 1849 -y se sigue reeditando-, San Alfonso María de Ligorio escribió Once discursos para una novena que sirva de preparación a la fiesta del Santo Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo”, es decir, del 16 al 25 de diciembre. Además, se conservan, bajo títulos muy similares, diversas novenas y textos devocionales, fechados entre 1795 y mediados del XIX, dedicados a esas Jornadas que hizo la Santísima Virgen desde Nazaret a Belén. En ellos suelen indicar los lugares donde fueron deteniéndose, como el monte Tabor, la ciudad de Nain, los campos de Samaria, el pozo de Siquem o Jerusalén.
Hoy siguen celebrándose, como manifestación popular, en diversos pueblos del Aljarafe sevillano. Algo similar tiene lugar en el barrio de Santa Cruz de Sevilla un sábado cercano al 16 de diciembre. Conocidas como Las posadas, se trata de un acto con fines benéficos en el que la Virgen, sobre un burrito, y San José recorren, desde los Jardines de Murillo y acompañados por niños vestidos de pastores, varias calles del barrio solicitando posada hasta llegar al convento de San Alberto.
Otras novenas ayudan a contemplar y acompañar al Niño recién nacido desde la Nochebuena hasta el 1 de enero o a la fiesta de la Epifanía, aunque por supuesto, como se dice en una de ellas, y es buen consejo, pueden hacerse “en cualquier tiempo del año según la devoción de cada uno”.
Nuria Casquete de Prado Sagrera
Directora gerente de la Institución Colombina
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