Confieso que hasta que me pidieron que escribiera este artículo no sabía en qué consistía el programa televisivo español llamado “La isla de las tentaciones”. Leo en Wikipedia que está basado en un programa similar estadounidense y que se emite en Telecinco desde 2020. El programa consiste en que cinco parejas viajan a República Dominicana con el fin de poner a prueba sus relaciones mientras conviven separados en dos lujosas villas con un grupo de solteros y solteras denominados tentadores. Al final del programa, las parejas deciden si quieren abandonar el programa juntos, separados o con uno de los tentadores. Una buena noticia que leo es que el programa ha pasado de 3 millones de espectadores a cerca de un millón y medio en estos años.
Decía Kierkegaard que “engañarse respecto al amor es la pérdida más espantosa, para la que no existe compensación ni en el tiempo ni en la eternidad”. San Josemaría Escrivá afirmaba que “lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”. Y, por último, me viene a la cabeza la famosa frase de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”.
Es realmente triste, aunque no novedoso, que haya gente que gane dinero y mucha más gente que pierda su dignidad haciendo de la infidelidad un espectáculo al más puro estilo “panem et circenses” practicado por los más degenerados emperadores de Roma. En nuestras sociedades occidentales, donde parece crecer el número de personas solas y desgraciadas, muchos se han dejado engañar en el amor poniendo en peligro su felicidad.
El amor es la clave de la felicidad y la clave del amor es el dar la vida por los demás. Es lo que nos enseña Jesucristo cada día en la Santa Misa, renovando cotidianamente su Sacrificio por Amor a todos los hombres. El egoísmo es la clave de la infelicidad y la clave de una vida desgraciada es buscar constantemente el placer y huir a toda costa de todo dolor y sacrificio.
El pasado 2 de enero de 2025 falleció en Madrid a los 54 años a consecuencia de un accidente mi amigo sacerdote Ignacio Belzunce Manterola. Dedicó la mayor parte de su vida a Dios y a los demás, casi siempre con una sonrisa, sin darse importancia, disponible para lo que Dios y los demás necesitaran. Miles de personas, que nos sentíamos queridos y ayudados por él, hemos manifestado nuestra gratitud en los días posteriores al accidente y a su muerte. Por su capilla ardiente hemos pasado muchas de esas personas en un impresionante testimonio de agradecimiento. Fue un hombre feliz, un hombre enamorado. Afortunadamente, esta vez también su fidelidad ha sido noticia.
SANTIAGO LEYRA-CURIÁ
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