Elena Partearroyo y Fernando Simón-Moretón, matrimonio que desde este curso pastoral coordina la Delegación de Familia y Vida de la Diócesis de Salamanca, comparten en esta entrevista sus inquietudes y deseos ante esta nueva responsabilidad
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Han pasado unos meses del nombramiento, ¿cómo estáis viviendo este encargo pastoral?
Elena: Lo vivimos con profunda alegría por prestar un servicio a la diócesis, y a la vez, con mucho respeto por lo que supone el compromiso adquirido y la responsabilidad de la misión encomendada, pero muy confiados, esperanzados y sostenidos en que el Señor es quien nos llama.
Desde el punto de vista personal, este envío nos está ayudando como matrimonio a profundizar nuestra vocación de esposos, de padres, de familia. Nos está enriqueciendo mutuamente: estamos conociendo a otros matrimonios que viven bajo nuestra misma dimensión eclesial, y eso nos ayuda a desplegar esta vocación en nuestro día a día.
¿Qué esperáis aportar desde esa experiencia de fe y de vida matrimonial?
Fernando: Pues nuestro punto de partida, desde nuestra humilde experiencia, es vivir en clave de entrega. Desde esta premisa, y siguiendo la dinámica que ya todos conocemos de ver, juzgar y actuar, en este primer momento estamos conociendo las realidades de la diócesis en el aspecto pastoral de la familia. Con esta información que vamos obteniendo, en un segundo paso analizaremos y valoraremos los objetivos y los medios con los que contamos para, en una tercera etapa, desde un discernimiento, ir elaborando el proyecto que el Señor nos vaya suscitando. Todo ello, contando con todos aquellos que sienten una especial inquietud por acompañar, cuidar y caminar junto con los matrimonios y familias a las que lleguemos, siendo creativos, audaces, pacientes y confiados.
Para ello, igual que un matrimonio funciona si trabaja en equipo – al menos en nuestro caso- hemos formado el equipo de la delegación con otros cinco matrimonios de distintas realidades diocesanas, con el fin de trabajar juntos y coordinados. Percibimos que trabajar codo a codo con ellos es, además de una riqueza, una ayuda fundamental y valiosa.
Tras estos primeros meses, ¿qué necesidades habéis detectado en las familias de la diócesis?
Elena: Llevamos poco tiempo, pero, por lo que hemos ido viendo, hay una necesidad grande de que las familias sean acompañadas en las diversas etapas de la vida. Especialmente, para quienes tienen nuestra misma vocación, que puedan caer en la cuenta de la riqueza del sacramento del matrimonio.
¿Y cuáles son los desafíos más urgentes de la Pastoral Familiar en la actualidad?
Fernando: Ahora estamos conociendo las realidades de las parroquias, los arciprestazgos, los movimientos, los grupos… Aún no podemos concretar, pero en nosotros resuena el deseo de poder trabajar desde la comunión, unificando criterios, aunando fuerzas, y todo ello, en clave de sinodalidad.
También deseamos coordinarnos con otras delegaciones diocesanas para caminar y construir juntos. Las palabras que deseamos que marquen el proceso en el proyecto de la Delegación diocesana de Familia y Vida son la acogida y el cuidado de las familias en sus múltiples circunstancias, así como su acompañamiento en las distintas etapas de la vida.
Este año se celebra el Jubileo de la Esperanza, ¿cómo puede la familia ser fuente de esperanza para nuestra Iglesia y para nuestra sociedad?
Elena: Sin familias cristianas, sin iglesias domésticas, que es donde se fraguan las diversas vocaciones, pensamos que no hay una vida eclesial fresca, dinámica, esperanzada. Del mismo modo, las familias son la célula de la convivencia social. En un mundo donde prima el individualismo, es en las familias, en cada una de ellas, donde se pone en práctica la solidaridad, la fraternidad, la gratuidad, el cuidado del otro, especialmente el de los más débiles. Y creemos que apostar y trabajar por todo ello es dotar de esperanza a la Iglesia y a la sociedad.
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