CATÓLICOS EN MADRID – ¿Los salmones pueden ser felices?Sin Autor

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Pregunta difícil de contestar. Lo que está claro es que la inmensa mayoría preferiría, antes que ser salmón, es ser salmonete. Estos llevan una vida plácida, tranquila, sedentaria.

Acabo de escuchar una de las famosas encuestas sobre los gustos de los jóvenes. Estos ponen en primer lugar el deseo de tener un buen trabajo en el que puedan ganar un buen dinerito, y así -en segundo lugar- poder viajar donde les venga en gana. Lo de formar una familia lo ven muy difícil y lejano.

La vida del salmón, el rey de los ríos, no es fácil. Vienen a la vida en los remansos de los ríos de alta montaña, lo demás es dejarse llevar por la corriente hasta llegar al mar. Allí, entre algas y corrientes, se desarrollan hasta alcanzar la madurez. Entonces viene lo duro: van en busca del río donde nacieron, lo remontan afrontando innumerables peligros hasta llegar, los que lo consiguen, al remanso donde nacieron. Allí las hembras depositan las huevas a la espera de ser fecundadas por el esperma de los machos y se renueva el ciclo de su vida.

El remontar, el afrontar peligros, el agotarse hasta encontrar su amor y formar su “hogar”, lo llevan en su ADN. Viven la vida. Vivir en plenitud es felicidad. No ambicionan la vida del salmonete. Vivir es luchar, moverse, arriesgar. Solo el hombre tiene la capacidad de apartarse de su destino, de malograr su vida.

Retomando la encuesta apuntada, resulta que la inmensa mayoría piensa lo mismo. Nuestra sociedad libre tiene la virtud de hacer que todos piensen -libremente- de igual modo. Es decir, que no piensen. El pensamiento único dominante ha logrado igualar a todos: ricos con pobres, rurales o urbanos, de derechas o de izquierdas. Hemos caído en la paradoja de que la libertad nos hace esclavos de lo mayoritario, de las ideologías, de lo políticamente correcto. ¿Es esto en lo que soñábamos cuando queríamos ser libres?

Todos salmonetes; lo de remontar, lo de esforzarse, lo de soñar, se acabó. A lo fácil, a poner cara de besugo, sonreír y decir que somos felices. Más que nuestros mayores, por supuesto.

El salmón no busca ser feliz, es salmón. Nosotros podemos perder la felicidad soñando con la tranquilidad del salmonete, dejando de ser lo que somos, nadando en aguas encharcadas, protegidas, vigiladas.

¿Te atreves a pensar por tu cuenta? ¿Quieres ser rebelde y tener personalidad propia, ideas discordantes? ¿Has vendido tu libertad por unas cómodas e insípidas lentejas? ¿Quieres ser libre con Cristo, ayudarle en la revolución del amor, que nada tiene que ver con hacer el salmonete?

Juan Luis Selma

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