Belén Santamaría reflexiona en su comentario al evangelio del domingo 13 de octubre, XXVIII del tiempo ordinario, sobre el encuentro entre un joven y Jesús. Un relato que invita a reconocer nuestras ataduras y a responder a la llamada de Jesús a liberarnos de lo que nos impide seguirle, prometiéndonos una vida plena
Hoy el Evangelio es la historia de un encuentro. Un encuentro de un joven con Jesús. Se trata de una persona que se quiere tomar su vida y su seguimiento del Señor en serio, y alegre, con el corazón abierto, entabla un diálogo con Jesús.
Imagino a ese joven como tantos de nosotros y nosotras, con ilusión, con ganas de ser un buen discípulo, con aspiraciones a una vida plena, … pero con tantas cosas que le atan, como las que nos atan a cada una y a cada uno de nosotros. Pueden ser cosas materiales, o compromisos sociales, o nuestra imagen, o nuestra posición en la sociedad, o lo que queremos que los demás vean de nosotros,… tantas riquezas, que nos lastran y por las que sin darnos cuenta, estamos atados, amordazados.
En el encuentro hay buena voluntad por parte del joven y por parte de Jesús hay sorpresa y comprensión. No hay exigencia desde el primer momento. Sólo al insistir es cuando Jesús le dice que, si realmente quiere ganar su vida, debe deshacerse de lo que le ata. No basta cumplir con los mandamientos ni con los rituales de creyente.
La clave de este diálogo, a mi modo de ver es la actitud de Jesús: Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo” Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme”
Jesús se quedó mirándolo, viendo en su interior, con un conocimiento interno sólo posible desde los ojos de Dios. Descubriendo los deseos e intenciones de su corazón. Y Jesús lo amó. Por eso le ofrece un tesoro. Esto me parece importante, porque Jesús no nos pide sacrificios dolorosos desde el sadismo. Todo lo contrario, desde el amor, le hace, nos hace a cada uno una promesa de vida plena si somos capaces de liberarnos de lo que nos mantiene atados. Y las promesas de Jesús siempre se cumplen. A cambio, nos ofrece plenitud, felicidad completa, nos promete que recibiremos cien veces más.
En nuestras manos está creernos esa mirada de amor de la que nace su promesa. Pidamos sabiduría para discernir lo que tenemos que abandonar, de qué tenemos que irnos liberando para que nuestra entrega sea completa. Saldremos ganando riquezas incontables.
Feliz domingo.
Belén Santamaría,
laica, CVX y trabajadora en Cáritas diocesana
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