CATÓLICOS EN MADRID – Proyecto Divergente: con qué alimentamos corazón e intelectoDavid Cerdá García

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Proyecto Divergente: con qué alimentamos corazón e intelecto y cómo automotivarnos

El cuarto de los artículos de nuestra serie del Proyecto Divergente explica lo que ocurre en la penúltima sesión: los invitamos a que ejerzan su pensamiento crítico, luego de contarles sus elementos esenciales, y les enseñamos a identificar los motores internos de los demás y los suyos propios. Lo primero nos encamina a una aventura de lucidez; vivir la vida con los ojos bien abiertos es lo mínimo que debemos exigirnos si queremos ser libres. Lo segundo es clave para gobernar nuestra propia voluntad y para liderar a otros.

Los jóvenes de nuestra era suelen mostrar un inusitado interés por su dieta alimentaria. Esa es, por supuesto, una buena noticia —siempre y cuando no se caiga en exageraciones—, porque la salud empieza por lo que se come. Sin embargo, extraña comprobar cómo esa preocupación no se acompaña por un genuino cuidado de lo que alimenta el intelecto y el corazón. TikTok e Instagram o los virales de YouTube rara vez suponen buenos alimentos en este sentido; los grupos de WhatsApp y otras cámaras estancas de información suelen insistir en la infoxicación y el sesgo de confirmación; no entendemos con claridad hasta qué punto esa mala dieta cognitiva nos daña, pero lo hace, y mucho.

El primer paso para aspirar a otras alturas personales y profesionales es ser conscientes de con qué nutrimos nuestro espíritu. Pero con eso no basta: hay que querer construir la propia vida en torno a la verdad, y saber cómo hacerlo. Si bien la carne de esa lucidez —de ese pensamiento crítico— son los distintos saberes en cada uno de sus campos —de la biología a la literatura, pasando por la sociología o la religión—, falta el esqueleto: lógica + dialéctica + retórica + cognición + epistemología (a nivel muy elemental). Es evidente que estos aspectos no se pueden trabajar en profundidad en un taller de tres horas. Pero también nos consta la importancia de conocer las hechuras de un desafío para poder afrontarlo, y la ventaja que supone contar con algunas armas de partida: ese es lo que creemos que logra el Proyecto Divergente.

Esta búsqueda de la verdad que la lucidez entraña (una búsqueda, no se nos olvide, con múltiples consecuencias prácticas) opera a tres niveles: el cerebral, el individual y el social. A nivel cerebral supone alcanzar un conocimiento mínimo de cómo funciona nuestra cognición. A nivel personal, implica la capacidad para reflexionar y urdir argumentos propios, por más que se basen en conocimientos, datos y fuentes ajenos. En tercer lugar, es necesario comprender que todo empeño crítico se lleva a cabo con otros, y que para que salga bien hay que tener una ética del diálogo, y superar problemas de ego y baja autoestima (valga la redundancia) para emprender esa aventura junto a otras personas.

Hay otro asunto esencial que trabajamos en esta sesión. Si no crees que exista la verdad, no crees que existe la realidad, no crees en la objetividad y por lo tanto no hay nada que hacer contigo en cuanto al pensamiento crítico. Sin duda es falso que «cada uno tiene su verdad», o que «todo el mundo está, en cuanto a la verdad, en una postura equivalente»; no es cierto que todos tengamos (en nuestras proposiciones, argumentaciones o teorías) la misma cuota de verdad, que todos nos acerquemos igual a la realidad. Sostener lo anterior no es propio de personas «tolerantes», sino de «relativistas». El relativismo no es una postura intelectual seria. La verdad se pesa: para eso sirve el espíritu crítico, además de otras vías epistemológicas (de episteme, conocimiento), como el método científico. Una frase que sirve de señal infalible para abandonar una conversación en la que no vas a aprender nada: «Eso es subjetivo».

En último lugar, entender la motivación en toda su complejidad no solo nos aporta un criterio crucial para gobernarnos, pues hemos de saber qué nos mueve; también es crucial para liderar. Sobran, en este sentido, las simplificaciones binarias del tipo «estar/no estar motivado», pues hay distintos tipos de motivaciones y no todas operan igual. Las más importantes son las llamadas «motivaciones intrínsecas», por su potencial de acción, su perdurabilidad y porque son «las que mejor nos tratan» en términos humanos. Como sabe cualquiera que tenga hijos, suelen ser orientaciones innatas: conocerlas es el primer paso para contribuir a la realización propia y la ajena.

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