En el abundante conjunto de celebraciones eucarísticas, bendiciones de estandartes, pregones y otro actos que la piedad popular está ofreciendo, se ha dado culto a Nuestro Padre Jesús Nazareno, Cristo del Socorro y otras sagradas imágenes que alberga la Parroquia Castrense de Santo Domingo (C/ Mayor Cartagena núm. 28) donde la Cuaresma se mantiene viva y sostenida en la fe. No han faltado para sus momentos álgidos la presencia de personas destacadas del ambiente municipal, universitario, eclesial y del militar de la zona como los almirantes don Victoriano Gilabert y don Alejandro Cuerda, entre otras autoridades que, excepcionalmente por la intensidad de su trabajo castrense, se esfuerzan por hacer hueco en sus obligaciones profesionales para concurrir en la Parroquia y acompañar en tan importantes fechas.
Tales exaltaciones se hacen ocasiones que, como su propia palabra indica, sirven para enaltecer, honrar y venerar, las propiedades religiosas de unas imágenes que se acompañan y a las gentes de esta trimilenaria ciudad muestran un especial respeto por unas fechas y momentos especiales del año; habitualmente por reuniones para congregarse y expresar de manera solemne esa fe, llevada después a la calle en desfiles procesionales.
Para recordarnos el amor del Señor y su desvelo por la grey en la mejora de nuestro mundo tenemos también no un día, ni una semana, sino todo el año, la satisfacción de contar con el empeño de la misa diaria y la palabra de don Francisco y los sacerdotes castrenses don Serafín Campoy Renaldos y don Rodrigo Nieto Díaz, entre otros, sirviendo de instrumento de trabajo pastoral fruto del amor a la Iglesia y al Santo Padre. Una dedicación entre otras muchas, que no se ofrece para anunciar novedades sino el valor auténtico de poseer ese espíritu que nos recorre de los pies a la cabeza y para el que no existe tiempo, género, condición social ni edad; porque Jesucristo y su Madre la Virgen reciben a todos los que llegan a esta Parroquia con devoción y recogimiento, sin necesidad de ser nada ni de representar a nadie; como sillares de piedra que llevan años en pie sin necesidad de argamasa ni cemento porque se encuentran bien asentados y apoyados unos junto a otros: como ese hermano que ayudado por su hermano es plaza fuerte y alta, fuerte como una muralla Real (Pr 18,19).
En su amorosa atención, los sacerdotes ayudan desde la Parroquia castrense de Santo Domingo, cada día, para apuntalar esa ciudad amurallada por Dios en sus buenas costumbres, que conducen a vivir el espíritu de la fraternidad, a entregarse a una vida donde los centinelas paracaidistas del Ejército del Aire, la Armada, el Ejército de Tierra, la Guardia Civil y todos los miembros de las FAS y FOP de España sirven también de inspiración para velar en el respeto a nosotros mismos y a los demás.
Como en una unidad militar, es propio que en casi cualquier familia todos se ocupen de sacar adelante el hogar, cada uno como puede y repartiéndose trabajo, el padre y la madre ciertas tareas al tiempo que saben confiar otras a sus hijos, y en épocas en las que uno se encuentra especialmente necesitado no dudan en acordar asegurar que se sienta cuidado y bien acompañado en todo momento, todo el año. No es la caridad oficial ni una caridad sobrenatural pero como las anteriores es noble y necesaria, insustituible y contribuidora a hacer felices a los demás.
Aunque la Parroquia Castrense de Santo Domingo (Cartagena) se encuentre en un tiempo penitencial, marcado por la pasión de Jesús, su gozoso desenlace nos anima a no caer en la tristeza, propia de quien carece de esperanza. Junto a nuestros sacerdotes castrenses deseamos que este año jubilar, la salvación obtenida por Cristo en la cruz sea fuente de alegría y de conversión que contagie al mundo. Recordando asimismo en estos días nuestra condición de peregrinos, donde la misma desnudez del Señor en la cruz nos mueve a ser conscientes de las necesidades de los hermanos pobres, los preferidos de Cristo. Sea para ellos el sacrificio de la observancia cuaresmal, para que se vuelva aceptable a Él en nuestros corazones.
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