CATÓLICOS DE ASTURIAS – 15 de junio, Jornada Pro Orantibus: «Hay que tener más presente la vida contemplativa, en las parroquias, las catequesis. No se puede amar lo que no se conoce»

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Este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, se celebra la Jornada Pro Orantibus, que este año lleva como lema «Vivir con fe, orar con esperanza». Son unos días en los que la Iglesia vuelve su mirada y su oración sobre los hombres y mujeres que viven su vocación y su consagración en conventos y monasterios de clausura en todo el mundo. En nuestra diócesis hay nueve monasterios de vida contemplativa y todos ellos habitados por congregaciones femeninas. En Gijón, se encuentran las Carmelitas Descalzas y las Agustinas Recoletas. En Oviedo, las Pasionistas, las Benedictinas, las Carmelitas Descalzas, las Salesas y las Agustinas Recoletas. En Villaviciosa, las Clarisas y en Cangas del Narcea, las Dominicas.

El Delegado episcopal para la Vida Consagrada, en concreto la contemplativa, es el sacerdote D. Manuel Ángel Acebal. Reconoce que «la vida contemplativa conoció tiempos mucho mejores». «El número de religiosas actualmente es bajo –afirma– y, aunque lo están sufriendo todas las vocaciones en general, especialmente las contemplativas viven un invierno vocacional muy crudo. Vinieron refuerzos de África, de América, pero se ve que esto no es solución tampoco. No obstante, yo pienso que ellas están tranquilas, confían mucho en Dios y que, si no surgen vocaciones y tienen que cerrar, el Señor a través de su Espíritu seguirá enriqueciendo a su Iglesia con otro tipo de vocaciones».

Manuel Ángel Acebal

Esta situación, según el Delegado episcopal de Vida Consagrada, «acarrea otra serie de problemas y de dificultades». «Es bastante difícil el sostenimiento económico y humano de los monasterios, en parte porque han envejecido muchos de sus miembros. Hubo algún monasterio que incluso tuvo dificultades para que hubiera personas que pudieran ocupar los cargos de responsabilidad. Otras dificultades que tienen son, por ejemplo, la falta de comunicación entre los distintos monasterios y el propio sostenimiento económico, que es complicado porque han cambiado mucho las formas de vida y las costumbres. Hoy, por ejemplo, la encuadernación no tiene mucha salida. Y ese era el modus vivendi de muchos monasterios. Hoy preferentemente se dedican a la repostería, pero claro, no es un producto de primera necesidad tampoco. Y también había residencias universitarias en algún monasterio que ya se han cerrado».

A pesar de todos estos inconvenientes y realidades poco halagüeñas, el Delegado para la Vida Consagrada sostiene que las religiosas de clausura tienen mucho que ofrecer a la sociedad. «Se dedican preferentemente a la oración, a la contemplación, a buscar el rostro de Dios. Pero esto no quiere decir que se desentiendan de las necesidades y vicisitudes del mundo», explica. De hecho, «ellas las llevan a su oración». Sin embargo, «esto solo se puede entender desde una perspectiva de fe», reconoce el sacerdote. «Quien no cree, no va a valorar la oración de ninguna manera».

Pero para las personas creyentes, la vida y la vocación de las religiosas contemplativas sí que debería de ser importante y estar presente en nuestra oración y nuestro día a día. «Pastoralmente, los monasterios ejercen una doble función que es significativa. «¿Por qué unas mujeres optan por vivir en apartadas del mundo, dedicadas a la oración, prescindiendo de tantas cosas que, a los que vivimos en el mundo, nos parecen imprescindibles y halagüeñas? Creo que los monasterios de clausura ejercen la función de recordarnos que Dios es esa perla escondida, ese tesoro por el que merece la pena dejarlo todo. Según la parábola evangélica, el que descubre ese tesoro vende todo lo que tiene para comprar el campo y tenerlo. Las monjas de clausura nos están recordando  que Dios es ese tesoro por el que merece la pena dejarlo todo. Luego –destaca el sacerdote– otra función que ejercen los monasterios de clausura es que nos están recordando que, a pesar de las dificultades de cultura, de edad, de vivir en un ambiente quizá pequeño, la convivencia humana es posible. En estos momentos de grandes tensiones en la sociedad, donde parece que es imposible vivir en paz, en concordia, ellas nos están recordando que la convivencia humana es un valor y que es posible».

A pesar de las muchas dificultades a las que se enfrenta la vida de clausura, se puede ayudar desde fuera. «No se puede amar lo que no se conoce», afirma D. Manuel Ángel Acebal. «Lo primero que tendríamos que hacer es que en las parroquias hablar más a menudo de las contemplativas, lo que están haciendo, lo que son. Darlo a conocer especialmente en las catequesis de jóvenes, de adolescentes, que son los que más desconocen esta realidad. Y también, por qué no, visitarlas. Ellas estarían encantadas de manifestar, a las preguntas que se les hagan, cuál es su sentir, cuál es el sentido de su vocación, cómo viven. No son gente  amargada». «Yo tengo la experiencia en este sentido, vivida personalmente», explica el sacerdote. «Recién ordenado sacerdote, estuve en una parroquia al lado de Villaviciosa y bajaba a comer al convento de las Clarisas. Aquel contacto que tuve con ellas en aquellos tiempos cambió mi percepción totalmente de lo que eran las monjas. Me encontré con una comunidad de religiosas abierta, alegre, muy conocedora de las necesidades que tenía la Iglesia y la gente de allí y lo llevaban a su oración. Yo pienso que tratar de conocerlas, tratar de conocerlas para no rechazar acríticamente algo, puede ser muy importante».

 

 

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