CATÓLICOS DE ASTURIAS – «Bueno es pedir a San Pedro que, en la travesía de la vida, pueda estar acompañándonos»

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(Fotografías: cortesía de Damián Arienza)

Tal día como el 29 de junio, pero del año 2010, el Papa Benedicto XVI imponía, en Roma, el palio a Mons. Jesús Sanz Montes como Arzobispo de Oviedo. «Estoy de cumpleaños», decía cuando comenzaba la homilía ese mismo día, pero de este año. «Cumplo 15 años», recordaba, «pero como Arzobispo de Oviedo». A las 12 del mediodía de este domingo 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo, Mons. Jesús Sanz presidía la eucaristía en la parroquia más antigua y de más solera de Gijón, San Pedro. El templo se encontraba a rebosar, pues es una fiesta muy celebrada en la ciudad, y a la misma se sumaba la Alcaldesa de Gijón, D.ª Carmen Moriyón y miembros de la Corporación Municipal así como otras autoridades civiles y militares.

En su homilía, el Arzobispo de Oviedo recordó que tanto Pedro como Pablo «representan las columnas de la Iglesia de aquella primitiva comunidad cristiana». Ellos –dijo– «no fueron cómodos para tanta gente. Y por tanto tuvieron que pagar un precio, el precio de la vida, el más alto precio que pagamos por defender unas convicciones, una verdad, unos valores que nos identifican».
«Podrían haber pasado desapercibidos –añadió–. Y si así hubiera sido, habrían sido incluso subvencionados. Pero ellos prefirieron ser leales con la verdad, molestando a los que decían mentiras. Ser leales con la vida frente a los amigos de la muerte, en tantos sentidos. Ser amigos de la fraternidad que nos une frente a aquellos que dividen con insidias. Ser amigos de la honestidad frente a aquellos que se corrompen.
Y por eso la palabra de Pablo y de Pedro resultó hace dos mil años incómoda. Era una palabra que sin pretenderlo estaba juzgando justamente el opuesto más contrario de los valores que ellos pronunciaban hace dos mil años y en nuestros días». Y finalizó mencionando el mar de Gijón, «un mar precioso, bravo, como el Cantábrico. Un mar que también sabe de habaneras, como cuando las aguas no son turbulentas y nos acarician con sus olas. Y en esta orilla de la playa de San Lorenzo, este puñado de cristianos estamos celebrando esta fiesta. Bueno es pedir al Apóstol Pedro que, en la travesía de la vida, pueda estar acompañándonos». Homilía completa.

Foto: © DAMIÁN ARIENZA

Al finalizar la celebración eucarística sacerdotes y fieles se congregaron en el exterior del templo, donde el coro Voces de Cimadevilla entonó diversos cantos y el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, pronunció un discurso ante los asistentes en el que elogió a la ciudad, «milenaria villa marinera», un auténtico «oasis», donde «mientras que en otros lugares asolan los pedriscos, caen chaparrones y soportan temperaturas extremas, nosotros disfrutamos de un clima suave y un aire medicinal que cura los malos humores, cabreos y enfermedades». El párroco de San Pedro recordó que la festividad de San Pedro «es el día de la ciudad, de sentirse gijonés», una ciudad «que tiene alma», afirmó. La explanada del Campo Valdés estaba llena de personas que asistieron también al discurso y que vieron cómo finalizaba el acto con la tradicional bendición de las aguas del mar, que realizó el Arzobispo de Oviedo vertiendo al mar agua bendita, al tiempo que la alcaldesa lanzaba un ramo de flores.

El inolvidable y tradicional canto «Ese Gijón del alma» del Coro Voces de Cimadevilla puso el colofón a la mañana, al que se sumaron los asistentes con emoción.

 

 

 

 

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