Este próximo domingo, 29 de diciembre, tendrá lugar, en la Catedral, la Eucaristía solemne de inauguración en nuestra diócesis del Jubileo 2025. Nuestro Arzobispo, Mons. Jesús Sanz, presidirá esta celebración del Año Santo que el Papa Francisco inauguraba oficialmente para toda la Iglesia universal el pasado 24 de diciembre, al atravesar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en Roma. Hablamos sobre este Año Santo que comienza y sobre los retos de nuestra Iglesia diocesana para este próximo año con el Vicario General, D. Adolfo Mariño.
El Papa eligió el lema «Peregrinos de la esperanza» para este Jubileo 2025, con la intención de «Ayudar a la Humanidad –como decía él mismo–, a recuperar un clima de confianza y de esperanza en el mundo». ¿Qué le sugiere a usted este tema, cómo debemos enfocar el Jubileo desde la esperanza y por qué precisamente esta virtud teologal?
A mí me sugiere gozo y alegría precisamente porque estamos escasos de esperanza en nuestro mundo. No hace falta salir tampoco de nuestra diócesis ni de España para ver esto. En cualquier lugar donde vayas, ves cómo hay mucha gente desesperanzada, desilusionada y triste por tantas cosas. Desde la política, a temas sociales, a la cuestión de la vida, de la familia, tantas realidades que se están viviendo con mucha desesperanza, con mucha tristeza, porque parece que no hay salida.
A mí me ha hecho mucha ilusión, como digo, y mucha alegría el que el Santo Padre nos invite a vivir en la esperanza, a dejar atrás esas desesperanzas, a dejar atrás esos momentos tan oscuros de nuestra vida para abrir nuestro corazón al que realmente es la esperanza, que es Cristo nuestro Salvador. En él está la esperanza.
Por otra parte, este Año Jubilar es un momento de Gracia. Es un momento de hacer un alto en el camino para revisar nuestra vida y para comenzar de nuevo. Este Año Jubilar, como siempre, nos brinda el Sacramento de la Penitencia para celebrarlo. Nos brinda también por supuesto encuentros multitudinarios, no solamente en la diócesis, sino en Roma, desde donde se nos invita de tantas maneras a tantas realidades que hay en la Iglesia, a vivirlas intensamente.
Por eso a mí me parece que es un momento de Gracia grande. Dios puede hacer con nosotros, si lo deseamos y lo queremos, por medio del Sacramento del Perdón, puede hacer con nosotros borrón y cuenta nueva para seguir caminando.
El Papá abría, como decíamos antes, este martes 24 de diciembre la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Este domingo nos uniremos a él, a toda la Iglesia Universal desde nuestra Catedral a las 6 de la tarde. ¿Cómo va a ser esta celebración?
Será una celebración sencilla pero al mismo tiempo muy entrañable. A las 6 de la tarde los sacerdotes hemos sido convocados en la parroquia de San Tirso El Real para, desde allí en procesión, entrar en la Catedral, que no es abrir una Puerta Santa, porque eso solamente se abre en Roma, sino que es comenzar y celebrar el Año Jubilar de esa manera. En la Catedral nos esperarán todas las realidades pastorales de nuestra diócesis: la vida consagrada, laicos de todos los lugares de Asturias, etc. A ello hemos sido todos convocados e invitados. Una celebración entrañable con, ciertamente, palabras importantes que seguro dirá en su homilía don Jesús, como siempre hace. Recordará, entre otras cosas, que hay dos espacios jubilares en nuestra diócesis: uno es la Catedral, donde se pueden ganar las indulgencias y otro espacio es la Basílica del Santuario de Covadonga. De la misma manera se puede ganar en ambos lugares el jubileo.
En el año 2015 tuvimos un Jubileo extraordinario, el Jubileo de la Misericordia, que proclamó el Papa Francisco, pero el gran Jubileo que tenemos anteriormente de referencia fue el del año 2000, con san Juan Pablo II. ¿Han cambiado muchas cosas desde entonces? ¿Qué recuerdos tiene?
Yo creo que no han cambiado muchas cosas, es decir, si recordamos el año 2000, el Papa san Juan Pablo II celebró el año de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo con un lema precioso: «Cristo, ayer hoy y siempre», todavía recuerdo el himno que compartíamos en nuestras parroquias y también en nuestra catedral. A partir de ese Jubileo hubo, como sucede ahora, muchos encuentros especiales en Roma con todas las realidades de la Iglesia universal y también los hubo lógicamente en Tierra Santa, en el que nosotros también participamos de ese encuentro de peregrinos en Tierra Santa. Y fruto de aquel año jubilar 2000, en el año 2001 hubo el Encuentro Nacional de Juventud en Covadonga, presidido por don Antonio María Rouco Varela, que fue Delegado del Santo Padre en ese momento para animar a nuestros jóvenes de toda España a acoger a ese Cristo que ha nacido, que nace, que seguirá naciendo en nuestras vidas cuando tenemos nuestro corazón bien abierto. Por otro lado, aquí en nuestra Iglesia diocesana hubo cosas muy interesantes, estábamos en pleno Sínodo diocesano, que lo había inaugurado don Carlos Osoro y esto supuso potenciarlo con muchísimas más iniciativas.
Hace apenas cuatro meses que tomó posesión como vicario general, ¿cómo está siendo esta primera toma de contacto?
Bueno, pues la verdad con temblor y con temor, no porque desconozca lo que puede ser un trabajo en la diócesis, yo llevo ya 14 años de Vicario con don Jesús, pero sí esta es una realidad para mí nueva. Pienso que mi trayectoria me ha ayudado siempre a escuchar, que es lo que quiero hacer también aquí en la Vicaria General, a escuchar a quien venga, a abrir la puerta a quien llame a ella y sobre todo a tender puentes, por así decirlo. Porque a veces llegan muchas dificultades al Obispado, muchos problemas, aunque otras veces no. Pero la mayor parte de las veces hay dificultades y esto, mi presencia ahí, pues, quiere un poco dulcificar, acoger la realidad que hay, tratar de darle una salida con los sacerdotes, con los laicos o con la vida consagrada, pero sobre todo, tratar de superar las dificultades creando puentes, y lógicamente trabajando siempre muy cerca del Arzobispo. Él me ha abierto su corazón, yo hago lo mismo con él y se trata de trabajar en equipo, no solamente con don Jesús, sino también con el Consejo Episcopal al que estoy muy agradecido porque en todo me apoyó y me sigue apoyando.
El pasado día 10 de diciembre, festividad de Santa Eulalia de Mérida, patrona de nuestra diócesis durante la celebración de la Eucaristía en la catedral, nuestro arzobispo don Jesús firmaba el Decreto de la Constitución de las unidades pastorales en nuestra diócesis. ¿Qué supone esto para las parroquias y para los cristianos en Asturias?
Quisiera en primer lugar decir que nuestra diócesis es muy rica en trabajo, en trabajo pastoral, de todo. Siempre digo que nos metemos debajo de un árbol y no vemos la belleza del bosque. Nos metemos dentro de una cosilla que, a lo mejor, nos hace daño, y no vemos la riqueza que tiene nuestra diócesis por todas nuestras comunidades parroquiales, en la vida religiosa o en los propios sacerdotes.
Tener las Unidades Pastorales no supone hacer cosas raras sino que supone hacer lo de siempre, pero con un nuevo estilo. Y lo de siempre es, lógicamente proponer a Jesucristo a este mundo y proponer a la Iglesia desde unas estrategias distintas. Quisiera decir también que las UP no son solamente un reparto geográfico. No, no, eso puede ayudar a concentrar actividades y trabajos. Pero sobre todo es una manera nueva de trabajar. No supone tampoco eliminar parroquias, sino potenciarlas desde un trabajo común. Y supone, sobre todo, trabajar, como se dice hoy, sinodalmente, es decir, todos juntos, las distintas parroquias, que tengan que ver unas con otras, que no sean unas parroquias extrañas a otras, que no haya sospechas entre unos y otros, sino que todos juntos en una UP trabajar. Así se puede enriquecer esa zona y lógicamente habrá grandes frutos.
Ya para terminar, si tuviera que pensar en un reto que tiene ahora delante en esta encomienda pastoral que tiene en estos tiempos, lo más apremiante ahora mismo en nuestra diócesis, ¿qué diría que es?
Pues lo que siempre se ha hecho y yo quiero seguir haciendo es escuchar, escuchar a los hermanos sacerdotes, escuchar a los laicos y escuchar a la vida consagrada, es decir, a los religiosos. Y sobre todo, animarlos, porque pienso que es el gran reto, junto con mis compañeros vicarios, animarlos a que vivan estas UP y dentro de ellas, que nadie se sienta ajeno a esta propuesta que la diócesis nos acaba de hacer.
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