CATÓLICOS DE ASTURIAS – La Historia de la diócesis de Oviedo llega a las aulas

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(Fotografía de portada tomada de la Biblioteca del Instituto Geográfico Nacional CC-BY 4.0 Instituto Geográfico Nacional)

«Historia de la diócesis de Oviedo» es el título de uno de los cursos que se van a ofertar, en este segundo cuatrimestre, en el Instituto diocesano de Pastoral San Juan Pablo II. Por la novedad que supone, está suscitando mucha curiosidad y ya hay un buen número de personas inscritas al mismo, que se desarrollará a partir de febrero, los miércoles, en el Seminario Metropolitano de Oviedo.

Su profesor, el sacerdote e historiador Marcos Argüelles, recuerda que la diócesis de Oviedo «se funda a comienzos del siglo IX, concretamente en torno al año 811, durante el reinado de Alfonso II el Casto. Es este rey quien traslada la corte a la ciudad de Oviedo. Después de ese traslado, tenemos noticia del primer Obispo, que se llamaba Adulfo». Esto no significa que antes de la fundación de la diócesis no hubiera cristianos en Asturias, sino que es a partir del siglo IX cuando la Iglesia aquí «se empieza a consolidar, se estructura y se institucionaliza en torno al Obispo, sucesor de los Apóstoles», explica.

Marcos Argüelles

Tampoco el territorio de la diócesis era el mismo que en la actualidad, algo que se explicará también en el curso. «Aparte del territorio del Principado de Asturias, con el que actualmente coinciden los límites diocesanos, también se extendía por lo que hoy es Cantabria y por la provincia de Lugo. Por ejemplo, la ciudad de Fonsagrada pertenecía a la diócesis de Oviedo. También la provincia de León, toda la zona de Bavia, Luna, sitios como Villablino, por ejemplo, pertenecían también a nuestra diócesis», explica Argüelles. «Después estaba una cosa curiosa –destaca–, como era la Vicaría de San Millán, un exclave de la diócesis de Oviedo entre las provincias de lo que ahora son León y Zamora. Por ejemplo, Benavente o Valencia de Don Juan pertenecían a la diócesis». Unos territorios que se perdieron a raíz de la firma del Concordato del año 1953, en el que se intentaron adaptar los límites diocesanos a las provincias civiles.

En el curso, que se estructurará con un criterio cronológico, se analizarán los momentos históricos más importantes y su repercusión en la diócesis, y uno de los fenómenos de los que se hablará será de las peregrinaciones. «El sepulcro del Apóstol Santiago se descubre durante el reinado de Alfonso II, un rey tan importante que hasta la Plaza de la Catedral lleva su nombre. Esto sucede entre los años 820 y 830 y desde entonces, las peregrinaciones a Santiago cobraron gran importancia durante la Edad Media», explica Marcos Argüelles. «Los peregrinos acudían a venerar el sepulcro del Apóstol, pero lo cierto es que, en la Catedral de Oviedo, también tenemos una gran cantidad de reliquias, por algo se conoce como la Sancta Ovetensis.  Todas ellas estaban contenidas en el Arca Santa, que como sabemos estuvo oculta en el Monsacro. También estuvo cerrada durante mucho tiempo, sin saber lo que había en su interior, hasta que, en el año 1075, se abre en presencia del rey Alfonso VI y de una serie de personas entre las que se encontraba el mismísimo Cid Campeador. Al descubrir su interior y ver todas las reliquias que albergaba, destacando entre ellas el Santo Sudario, los Obispos intentaron potenciar la devoción a estas reliquias, guardadas desde entonces en la Cámara Santa», afirma el sacerdote. De hecho, cuando la reconquista se va extendiendo y el Camino de Santiago empieza a pasar por León, esto evitaba que los peregrinos pasaran por Asturias, y se hace un esfuerzo por recordar la Catedral de Oviedo, de donde viene el dicho “Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor”. Y es que las peregrinaciones, qué duda cabe, además de un gran bien personal para los propios peregrinos, tuvieron gran relevancia también a nivel económico en los lugares donde se producían.

La Catedral, su historia y sus reliquias ha supuesto un elemento fundamental en la historia de la diócesis, se han creado cofradías, como la Cofradía de la Cámara Santa, del siglo XIV, y se instituyó un Jubileo que perdura aún en nuestros días, el Jubileo de la Santa Cruz o la Perdonanza.

En cuanto a las congregaciones religiosas en la diócesis, la Orden Benedictina fue una de las primeras en llegar, en la Edad Media. «Ocupaban lo que se llamaban los monasterios familiares, fundados por familias con monjes y monjas que no pertenecían a ninguna orden», explica Argüelles. Llegaron en torno al siglo X y XI, y son probablemente la orden más antigua en la diócesis, como podemos ver con el ejemplo de las conocidas «Pelayas», del Monasterio de San Pelayo, en Oviedo, que llevan allí alrededor de mil años. «Ya en la plena Edad Media –explica Argüelles–, son las órdenes mendicantes las que van llegando, como los Franciscanos –se dice que el propio San Francisco pasó por aquí y la fundación de los conventos franciscanos en la diócesis son de época de San Francisco, poco después–. También los Dominicos, que llegaron en el siglo XVI, o los jesuitas, que acudieron también en el siglo XVI, traídos por los obispos que querían que fueran quienes implantaran o ayudaran a implantar las directrices del Concilio de Trento en la diócesis». Más adelante, entre los siglos XIX y XX, comenzaron a implantarse en nuestra diócesis de Oviedo congregaciones con un carisma de atención a la educación o a los ambientes más marginales como las Adoratrices, los Salesianos, los Escolapios, aunque también llegaron, por ejemplo, congregaciones contemplativas como las Salesas o las Carmelitas.

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