El director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura, Antonio Roura, ha impartido una charla de formación a los claustros de los colegios diocesanos, San Lorenzo, La Milagrosa y María Auxiliadora, sobre “La identidad del profesor católico”: “La vida no es solo adquirir habilidades para acceder o desempeñar un trabajo, es algo más, y ahí, la visión cristiana de la enseñanza y del trabajo, puede ayudar”.
Lo que a su juicio define a un profesor católico es “una vocación educadora específica para un servicio social y civil que, desde la comunidad cristiana, se oriente a quienes son los sujetos titulares y activos de la educación: el alumno y las familias, y busca su desarrollo integral como individuo, su inserción en la sociedad, la construcción del bien común desde las enseñanzas del Evangelio”
Antonio Roura señala que: “Hay una pedagogía de Dios en la relación con el ser humano, que es inspiradora para la relación docente. Hay una parte, sin duda, de un profundo sentido de la Iglesia como maestra, que también tiene que saber cómo enseñar. Pero, por otro lado, hay que ser profesores con la misma competencia profesional y capacidad que los mejores. Y ese es el desafío permanente: tener una formación técnica profesional de altísimo nivel incorporando, además, todo lo que nos llega de la neurociencia, todo lo que nos llega de las propias disciplinas y de su desarrollo, todo lo que nos llega desde el mundo de la pedagogía y la didáctica, sin abandonar esa mirada profunda de una persona a la que los padres nos encomiendan su formación y que tenemos que hacer lo mejor posible para acompañarles en su crecimiento personal, respetando su identidad, su proceso, su vida personal. Y eso es un desafío importantísimo”.
Respecto a la importancia de educar en la parte trascendente del ser humano, añade: “hay una cosa que es clara, somos lo que no tenemos, somo seres incompletos. Y desde la fe estamos convencidos de que ese encuentro con Dios lo mitiga, pero esa conciencia de que estamos en permanente proceso de búsqueda, de construcción, es imprescindible. Para nosotros el misterio de la experiencia de Jesús de Nazaret ha sido desvelado y sabemos que hay un camino de crecimiento personal, y eso en la educación es importante”.
La educación en los colegios diocesanos no significa que vivas en la mirada de las paredes de tu realidad diocesana, sino que precisamente por ser diocesano te va a hacer ver una realidad universal, como ocurre con la iglesia diocesana que es también universal: “y eso está muy bien, porque una de las grandes cuestiones que tiene la educación ahora mismo es ser capaz de tener una visión de que los desafíos son compartidos, de que la realidad no se puede parcelar, sino que está todo interconectado, interrelacionado, y la manera de integrarse en eso no es prescindir de la propia identidad, no es prescindir de la propia raíz, sino que siendo y teniendo identidad ser capaces de dialogar con otros contextos y eso lo tenemos muy claro”.
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