Este 2 de febrero se celebra la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
Este 2 de febrero se celebra la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada
El Papa san Juan Pablo II escribió en 1996 la exhortación apostólica postsinodal Vita Consecrata, sobre la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo.
En ella, el Papa nos dice que la vida consagrada, enraizada en los ejemplos y enseñanzas de Cristo Jesús, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu Santo. La presencia universal de la vida consagrada y el carácter evangélico de su testimonio muestran con toda evidencia que no es una realidad aislada y marginal, sino que abarca a toda la Iglesia.
El fundamento evangélico de la vida consagrada se debe buscar en la especial relación que Jesús, en su vida terrena, estableció con algunos de sus discípulos, invitándoles no sólo a acoger el Reino de Dios en la propia vida, sino a poner la propia existencia al servicio de esta causa, dejando todo e imitando de cerca su forma de vida.
Esta Jornada destaca la belleza de las vocaciones de las personas consagradas, una cualidad que nace de las alegres noticias que portan y transmiten. En el marco del Año Jubilar, la Iglesia llama a todas las personas a ser «peregrinos y sembradores de esperanza». Un camino hacia Dios propio de todos los bautizados y que anticipa los dones celestiales en la peregrinación.
Este 2025, el lema es ‘Peregrinos y sembradores de esperanza’. Esta Jornada anual se centra en las personas que, a través de la consagración, dedican su vida por completo a Cristo. Con ello, el encuentro busca dar a conocer la figura de las personas consagradas y sus testimonios para mostrar el valor de ellas.
Peregrinos y sembradores de esperanza
Este año la Jornada se centra en dos virtudes de quienes viven esta vocación, dos de esas semillas que comparten con el mundo.
La primera es la misión profética de los consagrados. Rodeados de dificultades, estas personas comparten la labor de transmitir el mensaje de Jesucristo, una esperanza nueva. Los consagrados, fieles a su identidad, deben mantenerse con actitud vigilante para despertar al mundo.
La segunda semilla son las relaciones nuevas. En un mundo que puede ser frío e individualista, los consagrados recuerdan que cada encuentro humano debe ser gozoso. Estas relaciones nacen del encuentro con Jesucristo y suponen una enorme fuente de esperanza, ya que contribuyen a la formación de una comunidad solidaria y peregrina.
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