El pasado jueves, 19 de junio, se celebró un encuentro en la parroquia con la misionera Petra Barrientos, quien compartió con un grupo de 15 personas su experiencia de más de cuatro décadas en Bunkeya, en la República Democrática del Congo. Barrientos ofreció una mirada profunda y comprometida sobre la realidad sanitaria, social y espiritual de la región.
Barrientos, que llegó a Bunkeya hace más de 40 años, relató cómo sus años en África han sido “los más felices de su vida”, marcados por una vocación centrada en “ayudar y aprender”. Durante mucho tiempo fue la única comadrona del hospital local, atendiendo partos incluso con un candil como única luz. “Nunca se me murió una mujer”, recordó con humildad.
El hospital general de Bunkeya, heredado de las monjas benedictinas que lo donaron a su congregación, acoge hoy a todos, sin importar si tienen o no dinero. Aunque no pertenece al Estado, es el principal centro de salud de la región, y cuenta con un personal al que Petra calificó como “fantástico”.
A pesar de que el clima político y social en la zona de Bunkeya es relativamente tranquilo —no han recibido desplazados por la guerra del norte y solo han experimentado toques de queda esporádicos—, la situación general del país presenta desafíos importantes. La malaria sigue siendo una de las principales amenazas sanitarias, y la salida de la agencia de cooperación USAID se empieza a notar en el día a día.
La comunidad cuenta ahora con cuatro hermanas, seis postulantes y tres novicias en formación, y un grupo de diez estudiantes que se preparan para un futuro compromiso misionero. Petra subrayó la necesidad de una formación prolongada y sólida.
En su análisis del contexto africano, Petra no dudó en compartir sus impresiones. Mencionó que, a su juicio, Costa de Marfil vive una situación más crítica que la del Congo, que Camerún padece una corrupción aún mayor, mientras que Zambia muestra señales positivas. Guinea Ecuatorial, dijo, está algo mejor, pero Mozambique atraviesa un momento muy complicado.
Sobre la situación económica local, lamentó el deterioro de Gécamines, la gran empresa minera congoleña, que “antes funcionaba muy bien” pero que ahora solo otorga licencias de explotación. “Parece que la van a vender a los chinos”, añadió con preocupación.
La misionera también expresó su escepticismo sobre la universidad local, que calificó como “un negocio” más que una institución académica seria, y reconoció que sus estudiantes terminan con una formación “bastante justa”.
Los asistentes agradecieron su relato y el ejemplo de una entrega generosa y valiente.