La catedral del Salvador de Ávila ha sido esta tarde escenario de una sentida eucaristía funeral por el eterno descanso del Papa Francisco, fallecido recientemente en Roma. La celebración, presidida por el obispo de la diócesis, Mons. Jesús Rico, y concelebrada por el obispo emérito, Mons. Jesús García Burillo, junto a numerosos sacerdotes abulenses, congregó a centenares de fieles que llenaron por completo la nave central del templo.
La comunidad diocesana se unió así en oración a la Iglesia universal, rindiendo homenaje a un pontífice que, en palabras del obispo, “ha soñado con un despertar misionero y pastoral” para una Iglesia que viva “en salida”, abierta al mundo, a los pobres y a quienes sufren.
Un pastor con un sueño para la Iglesia
Durante su homilía, Mons. Rico trazó un paralelismo entre San Francisco de Asís —figura inspiradora para el Papa— y el propio pontífice, recordando cómo ambos fueron instrumentos del Espíritu para sostener una Iglesia necesitada de renovación. “Francisco nos enseñó que la misericordia no es una estrategia pastoral, sino el nombre más verdadero de Dios”, continuaba el obispo, destacando además su ejemplo de humildad, cercanía y servicio: “Nos enseñó que el poder solo tiene sentido si se transforma en servicio”.
Citando la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, texto programático del pontificado, Mons. Rico recalcó cómo ella es, en sí misma, la expresión de ese deseo de una “Iglesia en salida”, que no se encierra en sí misma ni se aferra a seguridades institucionales, sino que vive el Evangelio con audacia, compasión y alegría. “El Papa Francisco no ha querido una Iglesia preocupada por sí misma, sino una que sepa vivir con solidaridad, respeto y amor hacia toda la familia humana”, señaló.
El obispo recordó también una de las frases más impactantes del Papa: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro”. En esa línea, subrayó que el pontífice argentino enseñó a todos que “el poder solo tiene sentido si se transforma en servicio” y que su forma de ejercer el ministerio petrino fue en sí misma un testimonio elocuente de humildad, entrega y coherencia evangélica.
Una fe pascual que impulsa al encuentro
Mons. Rico evocó también las últimas palabras pascuales pronunciadas por el Papa en la homilía del Domingo de Pascua (justo un día antes de su muerte), donde animaba a los cristianos a salir al encuentro del Resucitado con la misma urgencia y esperanza que María Magdalena, Pedro y Juan. “El cristianismo no es otra cosa que Cristo”, citó el obispo, recordando que en Jesús “lo tenemos todo”, y que su resurrección es fuente inagotable de vida y de esperanza.
En un mundo herido por la guerra, la soledad y la falta de sentido, el Papa Francisco supo anunciar —con palabras y gestos— que “la misericordia es la respuesta de Dios a la fragilidad humana”. Ante un mundo con una gran falta de esperanza, «la humanidad necesita escuchar de nuevo el mensaje de nuestra esperanza en Jesucristo”, proclamó el obispo, instando a los fieles a no “aparcar el corazón en las ilusiones del mundo” ni a dejarse vencer por la tristeza.
Al hilo del gran regalo que nos ha dejado precisamente el Papa Francisco para este 2025 con el Jubileo de la Esperanza, Don Jesús invitó a los fieles a confiar en que esa esperanza no es una ilusión, sino una certeza nacida de la Pascua, capaz de sostener incluso en medio del sufrimiento. “Aquello que se hace con amor engendra una serena alegría hermana de la esperanza, que rompe las cadenas del desaliento”, dijo, exhortando a todos a vivir como testigos de esa esperanza que el Papa Francisco encarnó con su vida sencilla, su palabra luminosa y su corazón abierto a todos.
Una Iglesia confiada al Espíritu
A las puertas de un nuevo cónclave, Mons. Rico quiso también subrayar la confianza de la Iglesia en la acción del Espíritu Santo: “La fuerza del Espíritu no es solo un recuerdo del pasado; sigue estando presente hoy y lo estará hasta el fin de los tiempos. Él guía a la Iglesia por encima de nuestras miserias”.
Antes de concluir la homilía, Don Jesús quiso de nuevo dar gracias a Dios «por la vida del Papa Francisco, por sus gestos callados y su palabra clara, por habernos ayudado a ir por la senda del Evangelio con alegría, orientándonos solo a lo esencial de nuestra fe, por su ejemplo de vida entregada, por su incansable trabajo, la paz en el mundo y la fraternidad». Sus palabras concluyeron con una oración serena y confiada por el alma del Papa Francisco. “Le confiamos al Padre con la seguridad de que ya ha escuchado de sus labios aquellas palabras que todos anhelamos: ‘Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor’”, expresó el obispo con voz conmovida.
En la penumbra del templo, muchos de los asistentes permanecieron en oración silenciosa al terminar la misa, agradeciendo a Dios por el testimonio de un Papa que vivió con pasión el Evangelio y que supo ser —hasta el final— hermano, padre y testigo de esperanza.
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