Los homenajeados, junto a buena parte de los profesores de Religión de la diócesis
En la tarde de ayer, jueves, la Iglesia Episcopal de San Ignacio acogió una emotiva misa de acción de gracias en homenaje a los profesores de Religión de la diócesis de Ávila que se han jubilado en los últimos 23 años. La celebración, presidida por el obispo de Ávila, Mons. Jesús Rico, reunió a compañeros, miembros de la comunidad educativa y eclesial, en un ambiente de gratitud y profunda emoción. La Eucaristía sirvió como gesto de reconocimiento por la entrega, dedicación y testimonio cristiano de quienes han desempeñado durante décadas la labor de transmitir la fe en el ámbito educativo.
Durante la ceremonia, se destacó la vocación y el compromiso con el que estos docentes han acompañado a generaciones de alumnos en su crecimiento en la fe. El delegado episcopal de Enseñanza, Abilio Blázquez, fue el encargado de abrir la celebración con unas palabras llenas de profundidad espiritual y aliento misionero, recordando que la jubilación no marca un final, sino el inicio de una nueva etapa: “Nada acaba con la jubilación… Todo comienza con el ‘aquí estoy, mándame’ de cada día; día tras día hasta la vida eterna”.
En un gesto lleno de gratitud, Blázquez nombró personalmente a cada uno de los homenajeados: Marian, Teresa Berrón, Conchi Dorado, Esperanza González, Esperanza Sanz, Mari Carmen Martín, Toñi Moreta, Gloria Muñoz, Maribel Ortega, María Jesús Robles, Paloma Sáez, Paloma Sánchez, Mar Varela, Teresa Prieto, Ino González, Mª Jesús Encina, Marisol Terrón, Teresa Chamarro, Enrique Muñoz, Crisanta Jiménez, Fernando Nieto y Eladio Sánchez. También se tuvo un sentido recuerdo para Carmen Robledano, ya fallecida, “que está ya en la casa del Padre, disfrutando de la Vida plena”.
Asimismo, se subrayó el profundo valor vocacional de la labor docente, invitando a los jubilados a continuar abiertos a la llamada de Dios, incluso en esta nueva etapa de sus vidas: “Nosotros venimos a despedir y agradecer, como si esto fuese un final, y Él, en las lecturas de hoy, solemnidad de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, nos viene a llamar y a enviar. Y nos pregunta a todos: ¿a quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?”. Con esta reflexión, recordó que la jubilación no supone un cierre, sino una nueva etapa con misión y sentido, animando a los presentes a mantenerse disponibles, con el corazón abierto, como el profeta Isaías: “Aquí estoy, mándame”.
La misa concluyó con un caluroso aplauso que envolvió de emoción el templo, cerrando un acto que no solo reconoció el pasado, sino que renovó la llamada a vivir con esperanza y entrega el presente y el futuro. La iglesia de San Ignacio se convirtió, por unas horas, en el hogar común del agradecimiento de toda una diócesis a quienes tienen en sus manos la transmisión de conocimientos religiosos a los más jóvenes en las aulas.
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