La Catedral de Ávila acogió en la tarde de este Viernes Santo la celebración litúrgica de la Pasión del Señor, presidida por Mons. Jesús Rico García, quien dirigió una profunda reflexión centrada en el misterio de la cruz y su lugar en la vida de los cristianos.
Una celebración que comenzaba y terminaba en silencio, y en la que participaba un grupo numeroso de fieles que acudieron para conmemorar el sacrificio redentor de Cristo. A ellos se dirigió Don Jesús para recordarles cómo “no podemos hablar de la vida cristiana sin dar sentido a la cruz de la vida, porque nadie está exento de la cruz”. En su homilía, Mons. Rico aludió a las distintas formas en que la cruz se manifiesta en la existencia humana: el dolor, la enfermedad, las crisis personales o el desprecio injusto. “La Cruz habla del poder del mal, del poder del pecado. No podemos minimizar el poder del mal, de la injusticia, del egoísmo”.
Mons. Rico recordó cómo incluso para los primeros discípulos la cruz fue una realidad incomprensible. “Pedro se rebela contra la afirmación de Jesús de ir a Jerusalén, donde será entregado y crucificado”. Sin embargo, aclaró, “solo poniéndonos detrás de Jesús, mirando con los ojos de Jesús, podemos comprender la experiencia de la cruz”.
Asimismo, explicó que la actitud fundamental del cristiano no es, precisamente, la de resignarse al sufrimiento, sino en transformarlo en entrega total: “No basta con cargar con la cruz: la novedad cristiana es asumirla como Cristo. Llevar la cruz no es, por tanto, una aceptación estoica, sino la actitud de quien lleva el compromiso hasta el extremo”. En este sentido, evocó las palabras del Evangelio de San Juan: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Jesús, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”.
La homilía invitó a los fieles a contemplar al Señor crucificado como fuente de consuelo y esperanza. “Pongamos a los pies de su cruz nuestras flaquezas, nuestros dolores y los dolores de los que nos rodean”, exhortó el prelado. Recordó también la promesa de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.
En este contexto, animó a los presentes a vivir una fe coherente y comprometida, capaz de transformar el sufrimiento en acto de amor. “Pidamos que el Señor nos dé la luz y la fuerza necesaria para dar sentido a nuestra cruz, aprendiendo a transformarla en fuente de amor y de entrega”, afirmó.
Mons. Jesús Rico concluyó su homilía con una exhortación a abrazar actitudes evangélicas como guía para la vida diaria: “Que sean las actitudes de amor y no de odio, de paz y no de violencia, de perdón y no de ofensa, las que dirijan nuestra vida”.
La celebración continuó, como es costumbre, con el rito de adoración de la Santa Cruz, y la liturgia de la Comunión, con la reserva que se había hecho en el día de ayer del Santísimo en el monumento ubicado en la capilla de San Segundo.
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