Mons. Rico García, instantes antes de entrar en la Catedral, templo jubilar en este Año Santo
Con el sol como testigo radiante de una fría tarde de diciembre, Ávila ha dado comienzo de manera solemne al Jubileo de la Esperanza, el Jubileo ordinario de 2025, que abría el Papa Francisco la pasada Nochebuena, y que hoy domingo ha sido inaugurado en todas las diócesis del mundo.
GALERÍA DE IMÁGENES DE LA CELEBRACIÓN (Fotos: Gonzalo G. de Vega)
Cientos de fieles asistían a la cita en la Basílica de los Santos Hermanos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta, raíz de la tradición cristiana del pueblo de Ávila, para comenzar allí con los ritos iniciales de la celebración. Más de un centenar de sacerdotes diocesanos participaban de este momento tan especial, presidido por el obispo de Ávila, Mons. Jesús Rico García. Junto a él, en el altar, concelebraban nuestro obispo emérito Don Jesús, y el Cardenal Arzobispo emérito de Valladolid, Don Ricardo Blázquez.
Tras la lectura de la Bula Spes non Confundit, que realizaban dos feligresas de la propia parroquia, y la lectura del Evangelio que nos recuerda que sólo Cristo es “el camino, la Verdad y la Vida”, daba comienzo la procesión que nos sitúa como peregrinos de la esperanza, como reza el lema del Jubileo 2025. Presidía la procesión un bello Cristo, estrenado para esta ilustre ocasión, y que permanecerá durante todo el Año Santo en el altar de la Catedral, templo jubilar. El Cristo ha sido portado por miembros de las distintas cofradías de Ávila, que llevaban también antorchas en este inicio procesional.
Lectura de la Bula Spes non Confundit
Cantando unidos, la larga procesión (no de trayecto, sino de extensión, pues había más de 300 personas participando en la misma) ha llegado a la S.A.I. Catedral del Salvador poco después de las 17:30 horas. Allí, en la puerta, y bajo el repique de las campanas, Mons. Rico ha invitado a los presentes a contemplar a Cristo y ha cruzado la puerta del principal templo abulense para dirigirse a la pila bautismal. Con su agua, y tras una pequeña oración, aspergía a todos los presentes, antes de dirigirse hasta el presbiterio para continuar con la Eucaristía.
“La familia es semilla de paz y de esperanza”
En su homilía, Don Jesús no ha querido olvidarse de que este Jubileo comienza precisamente en la fiesta de la Sagrada Familia, que celebramos este domingo. “La familia es fuente de esperanza”, nos decía nuestro obispo, para invitarnos asimismo a seguir el ejemplo de María, José y Jesús, que “crecen juntos como familia en el amor recíproco y en la confianza en Dios”. Toda una lección para nosotros, para que “aprendamos a ser una familia cada día”.
“En el Evangelio vemos que incluso en la Sagrada Familia no todo va bien. Hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento… No existe la Sagrada Familia de las estampitas. Vemos que María y José pierden a Jesús y lo buscan angustiados, luego lo encuentran después de tres días. Y cuando sentado entre los maestros del templo responde que debe atender a los asuntos de su padre, no lo entienden. Necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo. Así es también para nosotros”, explicaba Mons. Rico. Por ello, incidía en el hecho de que cada día en familia hay que aprender “a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades”. Un reto diario que se gana “con la actitud adecuada, con las pequeñas atenciones, con los gestos sencillos, pero cuidando los detalles de nuestras relaciones”.
Por eso, la familia, “semilla de paz y de esperanza”, es para el obispo “un bien del cual la sociedad no puede prescindir, pero necesita ser protegida. Si queremos volver a rehabilitar sociedades fuertes en las que el sentido de lo comunitario se imponga contra los individualismos, necesitamos empezar a rehabilitar la familia. Y para eso cuidar la dignidad de toda vida es la más urgente de todas las prioridades. A pesar de las fracturas y el sufrimiento que experimentan las familias, siguen siendo lugares donde aprendemos a intercambiar el don del amor, la confianza, el perdón, la reconciliación y la comprensión. Es en la familia donde aprendemos que tenemos la misma dignidad, que hemos sido creados para la reciprocidad, que necesitamos ser escuchados y somos capaces de escuchar, de discernir y decidir juntos, de aceptar y ejercer una autoridad animada por la caridad, de ser corresponsables y rendir cuentas de nuestras acciones”.
Cultivemos la esperanza
“La esperanza es un don que hay que cultivar”, nos recordaba Don Jesús. Junto a ello, ponía el acento en la necesidad de “aprender el arte de la confianza. Estar muy atentos a todo lo que nos deprime nos vuelve desconfiados, susceptibles. Quien espera, confía, no se amilana ante las dificultades. El desánimo que a veces nos invade no puede tener la última palabra, pero es necesario mirar hacia la meta y volverse de nuevo a la esperanza”.
Y para mantener viva la esperanza, necesitamos “estar bien enraizados en Cristo”. “Un lugar primero y esencial, nos dice el Papa Benedicto, de aprendizaje de la esperanza, es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de espera, Él puede ayudarme. En la oración nos hacemos capaces de la gran esperanza y nos convertimos en ministros de la esperanza para los demás. La esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás y es esperanza activa con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un final perverso”.
Esa necesidad de recuperar la esperanza es vital para poder “mirar al mundo con los ojos de Dios descubriendo todo lo bueno que hay a nuestro lado, valorándolo y al mismo tiempo siendo conscientes de lo negativo para transformarlo desde el mensaje del Señor Jesús”, continuaba Mons. Rico, quien pedía asimismo “que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva, donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor”.
Finalmente, expresaba el obispo de Ávila su deseo de que, como nos pide el Papa, en este Jubileo “seamos capaces de hacer un pasaje, una pascua de renovación para entrar en esa vida nueva que nos ofrece el encuentro con Cristo”. Asimismo, invitaba a los fieles a dar gracias a Dios por todas nuestras familias, “por la comunidad cristiana que es la familia donde cada día compartimos la fe”, pidiendo también “por quienes viven solos, sin calor familiar, especialmente ancianos y enfermos”. “Que el amor y la fuerza del Espíritu nos ayude a ser como Jesús constructores de vida familiar”, a “vivir en esperanza a pesar de todo y a ser constructores de esperanza para nuestras familias, para nuestras comunidades y para nuestra tierra. De nosotros, con la ayuda de Dios, depende que muchas cosas puedan ser mejores”.
La entrada “Seamos constructores de esperanza” se publicó primero en Diócesis de Ávila.
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