El pasado jueves 13 de noviembre, el programa ‘Viaje en Globo’, retransmitido a través de YouTube, acogió una entrevista con Mons. Josep Maria Abella, obispo de la diócesis de Fukuoka, en el suroeste de Japón. La conversación, cargada de reflexión y experiencia, permitió conocer de primera mano la trayectoria y visión pastoral de un hombre que ha dedicado su vida a la misión tanto al servicio eclesial en tierras asiáticas como al frente del Instituto al que pertenece, los Misioneros Claretianos.
El itinerario misionero de Mons. Abella partió de su Cataluña natal, donde recibió la formación claretiana. Tras ella, fue destinado a Japón en 1969, donde pudo desarrollar una amplia labor pastoral. Entre 2003 y 2015, recibió la encomienda de servir a la congregación como su Superior General, liderando el instituto a nivel mundial. Tras su mandato, regresó a Japón, primero como rector de la Catedral de Osaka, luego como obispo auxiliar de esta diócesis y, desde 2020, obispo de Fukuoka.
De su etapa en Roma, el obispo subrayó la necesidad de “abrir la mente y el corazón a la pluralidad de culturas”, una visión que se amplió al releer el carisma claretiano desde una perspectiva más plural durante su servicio como superior general. No en vano subrayó que el primer gran reto para un misionero es el de la interculturación
Reflexiones sobre la misión y la Iglesia en Japón
En la entrevista, Mons. Abella destacó la importancia de la misión como “una llamada a salir, a estar cerca de las personas y a construir comunidad”. Habló de la necesidad de una Iglesia “como oasis de fe y servicio”, bien arraigada en el Evangelio y abierta al diálogo interreligioso y cultural. “Para contrarrestar el impacto negativo del COVID-19 en la participación juvenil, -uno de los primeros retos que enfrentó como prelado- creamos hace pocs años un Centro Juvenil que ofrece a los jóvenes católicos un espacio propio para reunirse, celebrar eucaristías, y pasar tiempo juntos”. Además, “la diócesis mantiene un centro de pastoral social que se enfoca en atender a los sintecho, jóvenes con adicciones, la numerosa comunidad de inmigrantes y a extranjeros con problemas económicos o sociales”.
El obispo prosiguió compartiendo su experiencia de vida en Japón, resaltando la riqueza de la cultura japonesa y la acogida que ha recibido por parte de la sociedad local. “La misión no es solo llevar el Evangelio, sino también aprender y crecer en una sociedad plural”, afirmó, recordando que la misionar es transitar un camino de mutua transformación. “La pastoral juega un papel crucial al acompañar a cada católico para que pueda vivir su fe en un ambiente donde no se da por supuesta la fe cristiana”.
Mons. Abella reconoció otros desafíos que enfrenta la Iglesia en Japón: la secularización, la soledad y la dificultad de transmitir la fe en un contexto donde la los bautizados son pocos. Sin embargo, mostró una profunda esperanza, subrayando la importancia de la fraternidad y la creatividad pastoral para responder a estos retos. “Este país ha sentido la cercanía de los misioneros, que tocaron el corazón de muchos, quienes acabaron valorando su fe por encima de la propia vida. Durante 250 años sin sacerdotes, los misioneros encomendaron la fe a las familias, creando pequeños núcleos de transmisión cristiana. De ellos han vivido su fe en un contexto tan singular como el japonés”, concluyó.