Seguramente no me equivoco si digo que has recibido una educación básica en el colegio, has ido a la universidad para estudiar una carrera que más o menos te apasiona, buscas activamente un trabajo en alguna empresa para poder ascender y generar un sustento económico; después casarte, formar una familia —quizá ya estés en esa etapa— e intentar vivir “felizmente”.
No es difícil adivinarlo, porque es el camino “marcado” por la sociedad. Y no tiene nada de malo… o quizá sí. Si no lo sigues, pareces un bicho raro. Pero no vengo a hablar del porqué de este fenómeno —aunque sería muy interesante profundizar en ello—, sino de la frase que tantas veces entra en nuestra cabeza y nos convence de seguir ese camino ya trazado: “Con esto llegarás lejos.”
No, gracias. No quiero llegar lejos. Quiero llegar cerca.
Nuestro entorno insiste en que debemos llegar lo más lejos posible.
Pero ¿de verdad queremos eso? Qué horror.
La propia palabra “lejos” implica alejarse de todo para alcanzar un punto distante. Y precisamente eso es lo que debemos evitar. Tal vez sea hora de cambiar el chip —al menos por Navidad y, ojalá, por todo nuestro tiempo aquí en la tierra— y empezar a intentar llegar cerca: cerca de Dios, cerca de la familia, cerca de aquello que realmente importa.
Esto no significa que no debamos cambiar de entorno o abandonar vicios que nos encadenan en lugar de darnos libertad; significa que el cambio verdadero nace de pequeñas acciones que tenemos cerca, y que producen resultados aún más cercanos al corazón.
Porque los resultados auténticos no nacen de la distancia, sino del proceso de convertirnos en la persona que merece esos resultados.
Con esto dicho, “llegar cerca” puede ser una frase muy valiosa para tener presente durante este tiempo de Adviento y preparación para el nacimiento del Señor. Dios cerca, ruido lejos.
Alex Sobrevias
Blacksburg, VA, USA
Instagram: alex_sobre
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