Pocas historias retratan tan bien lo que significa pasar desapercibido como La vida secreta de Walter Mitty. Walter es un hombre que trabaja archivando negativos en una revista en decadencia, pero su verdadero refugio está en su cabeza, dentro de un universo de fantasías heroicas donde puede ser todo lo que en la vida real no se atreve a ser. De algún modo, recuerda a Gil, el protagonista de Medianoche en París. Ambos viven atrapados, aunque sus prisiones sean distintas. Mientras que Gil huía hacia ese pasado idealizado, Walter lo hace hacia un mundo interior de hazañas imposibles. Los dos evitan el presente, como si vivir fuera algo que aún no les corresponde.
Mitty se ve obligado a salir de su rutina cuando le encargan encontrar un negativo perdido: una fotografía que, según el prestigioso fotoperiodista Sean O’Connell, debía ser la última portada de Life, la revista para la que Walter ha trabajado toda su vida. Ese encargo, que en manos de otro sería un simple trámite, se convierte para él en una odisea que lo lleva desde Islandia hasta las montañas de Afganistán. Pero lo realmente importante es el viaje interior que emprende, ese en el que el miedo, poco a poco, va cediendo espacio a la acción.
En este trepidante y emocional proceso, la película despliega una fotografía deslumbrante: planos abiertos que capturan montañas, océanos y cielos con una belleza que invita a respirar hondo. Pero dentro de esta estética tan cuidada, la belleza no está solo en esos paisajes, sino en el gesto de atreverse a mirar de verdad, sin filtros ni fantasías prefabricadas. Y cuando eso ocurre, la música —con temas como Space Oddity de David Bowie o Dirty Paws de Of Monsters and Men— no solo acompaña, sino que potencia el despertar emocional del personaje. Cada nota parece empujarlo un poco más lejos de su zona de confort y un poco más cerca de sí mismo.
Quizás uno de los momentos más bonitos de la película sea la conversación entre Sean y Walter en lo alto de una montaña, mientras observan a un leopardo de las nieves. Sean tiene ante sí una imagen extraordinaria, digna de premios, pero aún así no la toma. Walter, sorprendido, le pregunta:
—“¿Cuándo vas a tirarla?
—A veces no lo hago. Si me gusta el momento… no me gusta que la cámara me distraiga. Quiero formar parte del momento.
—¿Formar parte?
—Sí. Quedarme ahí. Aquí mismo.”
Ese diálogo concentra el corazón de la película. Nos recuerda que no todo necesita ser capturado, archivado o compartido. Hay momentos que merecen vivirse con los cinco sentidos, sin cámaras o pantallas de por medio. En una época marcada por esta obsesión por fotografiar, publicar o grabar cada instante, esta película nos ofrece un mensaje esencial: hay momentos que no se pueden atrapar en una foto, que simplemente hay que vivir. Miradas, risas o abrazos que no caben en una imagen. Y ahora que comienza el verano, tal vez sea un buen momento para soltar el móvil, dejar de pensar en la foto perfecta para las redes y empezar a disfrutar de las personas que están delante de nosotros.
Walter soñaba con ser alguien distinto. El truco, y ese es el mensaje de la película, es que no hace falta soñar para vivir con grandeza. Basta con mirar a nuestro alrededor, decidirse a actuar, y ser valiente en lo cotidiano. Como dice la propia revista LIFE: “Para ver el mundo, las cosas peligrosas que vienen hacia él, para ver detrás de los muros, para acercarse, encontrarse y sentir. Ese es el propósito de la vida». ¿Y si por una vez dejaras de imaginar quién podrías ser… y empezaras, por fin, a serlo?
José Carcelén Gómez
Ficha técnica:
Título original: The Secret Life of Walter Mitty
Año: 2013
Reparto: Ben Stiller, Kristen Wiig, Adam Scott, Kathryn Hahn, Shirley MacLaine, Sean Penn.
La entrada «La vida secreta de Walter Mitty». Vivir el momento se publicó primero en Jóvenes Católicos.
————————————————————————————————————————————————————————————
El anterior contenido fue publicado en: