He leído con gusto la reciente carta del papa León XIV sobre la educación que lleva el título «Diseñar nuevos mapas de esperanza». Fue publicada este 27 de octubre con motivo del sesenta aniversario de la declaración del Concilio Vaticano II sobre la importancia de la educación en la vida humana.
Es un documento breve —cabe en siete hojas—, ágil, de fácil lectura e incluso en algunos pasajes poético. Invito a su lectura directa con un lápiz en la mano para subrayar aquellos pasajes que a cada uno le lleguen al corazón y a la cabeza. Si tuviera que elegir una sola frase del documento sería esta: «Educar es un acto de esperanza y una pasión que se renueva porque manifiesta la promesa que vemos en el futuro de la humanidad» (3.2).
Como viejo profesor, me emociono cuando veo que los ojos de mis estudiantes brillan con el gozo de aprender cosas nuevas. Esos instantes me persuaden de que el mundo no está perdido, pues nos queda la esperanza de que los jóvenes de hoy lleguen a ser mejores personas que la generación de sus padres y que la de sus abuelos.
«Educar —añade León XIV unas líneas más abajo haciéndose eco de unas palabras suyas en la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo (Chiclayo, 2018)— es una tarea de amor que se transmite de generación en generación, cosiendo el tejido desgarrado de las relaciones y devolviendo a las palabras el peso de la promesa: «Cada hombre es capaz de la verdad; sin embargo, el camino se hace mucho más llevadero cuando se avanza con la ayuda del otro». La verdad se busca en comunidad».
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