CATÓLICOS EN MADRID – ¿Qué puede aportar la Iglesia hoy a los jóvenes?José Fernando Juan

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Es fácil leer en análisis sociológicos que la Iglesia y los jóvenes aumentan su distancia. Cada vez, según estos estudios, los jóvenes manifiestan intereses más alejados, e incluso opuestos, al mensaje religioso y cristiano. Por último, confirman que, más allá de la beligerancia y el enfrentamiento, ahora viven asentados en una suerte de indiferencia y pasotismo ilustrado.

Mucho me temo que, creído y aceptado “con datos” el párrafo anterior, entonces no hay nada que hacer. La única solución sería, como se ha visto en una campaña mediática extraeclesial reciente, que la Iglesia dejara de ser lo que es y pasara a ser otra cosa más entretenida, más lúdica, más social, cediendo a las presiones de quienes quieren ver cómo la Iglesia se desintegra del todo. Y, como no lo veamos y lo entendamos bien, daremos por cerrado y por imposible todo impulso evangelizador y toda llamada más allá de nuestros propios círculos.

¿Qué pasaría si el análisis fuera otro? ¿Qué rostro adquiríamos social y culturalmente si descubriésemos que el joven tiene sed de Dios, deseo de encuentro y que está llamado a servir y amar con el don que Dios le ha regalado? ¿Dónde nos conduciría el contemplar recurrentemente a Cristo como la plenitud singular de una humanidad que en cada uno de nosotros está por construir?

Las ideas son poderosas. Vivimos según pensamos. Y por eso hay que poner atención y cuidado a aquello que escuchamos. Incluso la ciencia sabe y confiesa que la percepción depende de la teoría previa que se tenga y asuma. Incluso la Escritura conoce que el campo sembrado con trigo ha sido invadido con cizaña que ahora es difícil de sanar. Es importante superar ampliamente el marco reducido y el horizonte tan licuado que nos asfixia. Un evangelizador no es un ser que lanza proclamas que ha escuchado y repite palabras vacías y sin sentido para otros, sino alguien que entra en diálogo profundo con el otro y la cultura para mostrar el rostro más bello de Dios y proclamar su grandeza. El evangelizador vive de otro modo, efectivamente, porque tiene una sabiduría mayor y porta un mensaje que ha aceptado y querido en primera persona.

Los jóvenes están buscando. Forma parte de su esencia el querer saber, el desear vivir, la llamada al encuentro, la alegría de mostrarse como son en ese momento, los primeros pasos despreocupados en la existencia seguros de que hay respuesta para sus interrogantes. La Iglesia tiene mucho que decirles del amor, de la vocación, de la comunidad, del servicio. La Iglesia, más aún, puede ofrecerles un lugar amable y cordial donde aprender a ser y decidir su camino, en el que aumentar su confianza, su fe, su motivación y fuerza interior. En la Iglesia viven muchísimos referentes con quienes identificarse y contemplar una vida posible de altura, una existencia elevada en múltiples sentidos. La Iglesia, por último, ofrece a Jesucristo y dona el Espíritu. ¡Cómo no va a querer un joven -y un adulto- tanto don y tanto bien!

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