CATÓLICOS EN SALAMANCA – “El Espíritu tiene que enseñarnos a no perder nuestra identidad ni descafeinar nuestro testimonio”

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En la fiesta de Pentecostés, el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, llamó a superar “la anemia espiritual” y a vivir con “audacia” la misión de la Iglesia

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

“Hoy, en nuestra Iglesia, necesitamos el mismo ánimo, el mismo talante, el mismo coraje”. Con estas palabras el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, abría su homilía en la celebración diocesana de Pentecostés el pasado 8 de junio en la Catedral vieja, haciendo hincapié en lo que considera uno de los grandes desafíos para los cristianos en la actualidad: recuperar la fuerza del Espíritu Santo para vivir “con la misma fortaleza y audacia” la misión evangelizadora de la Iglesia, como ocurrió cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles.

La eucaristía reunió a numerosos laicos de distintas asociaciones, movimientos y comunidades, convocados por la Delegación diocesana de Apostolado Laical para celebrar la solemnidad Pentecostés y el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, con el lema: “Testigos de esperanza para el mundo”. Junto al altar, cuatro carteles con la palabra esperanza recordaban ese mensaje de la jornada y la invitación que hizo el obispo a todos a ser signos de esperanza en la Iglesia y en el mundo. Esos mismos carteles habían estado presentes también en los actos celebrados el día anterior en la Casa de la Iglesia y durante la vigilia diocesana en la Catedral, como preparación a la fiesta.

Durante su homilía, el obispo Mons. José Luis Retana recordó que Pentecostés marca el inicio de “una aventura que comienza en el cenáculo de Jerusalén” y que ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, advirtió de la “anemia espiritual y apostólica” que se percibe en muchas comunidades y lamentó que “la comunidad cristiana en Europa, lejos de evangelizar a la sociedad, nos estamos dejando ‘catequizar’ por ella”.

También alertó de dos tentaciones que amenazan a los grupos que surgen en la Iglesia: “encerrarse sobre sí mismos” o “acomodarse al ambiente”. Ante esta realidad, señaló que el Espíritu Santo impulsa a la Iglesia a mantener el “diálogo con la sociedad” sin perder “nuestra identidad” ni “descafeinar nuestro testimonio”

En ese contexto, y citando el documento final del Sínodo sobre la Sinodalidad, recordó que todos los bautizados estamos llamados a ser “una voz profética en el mundo de hoy”. Y añadió que esta misión evangelizadora,  propia de toda la Iglesia, se vive de un manera “propia y peculiar” desde la vocación laical, por estar “más en contacto con el mundo”. Por ello, alentó a todos los grupos, movimientos y asociaciones de la diócesis “a sentiros Iglesia diocesana y a actuar como tales”, viviendo la fe con “valentía y ardor misionero”, como auténticos “testigos de la esperanza cristiana”.

En este mismo sentido, hizo referencia al Congreso de Vocaciones celebrado recientemente, del que destacó una idea clave: “La vocación de la Iglesia es la misión”. Recordó que, tal como se afirmaba en la ponencia final, “una Iglesia misionera es una Iglesia vocacional, y una Iglesia vocacional es una Iglesia misionera”, insistiendo en que todos los carismas y vocaciones están al servicio del anuncio del Evangelio y del bien común.

Finalmente, agradeció la labor discreta y comprometida de tantos laicos que, “de forma personal o asociada, son signos de esperanza” en los distintos ámbitos de la vida y la misión: “en los barrios obreros, en las cárceles, en el mundo de la educación, en la política, la economía, en los medios de comunicación o el mundo digital”. También reconoció especialmente el servicio evangelizador que realizan las Delegaciones diocesanas de Apostolado Seglar, los movimientos y asociaciones y la Acción Católica. A todos ellos encomendó a todos a la Virgen María, pidiéndole que nos ayude a ser “misioneros enamorados,” que “transmiten ese amor que les ha cambiado la vida”.

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