El sacerdote José Luis Miguel scj, en su comentario al Evangelio de este domingo de la Santísima Trinidad, recuerda que “el misterio de la Trinidad es el cimiento donde se fundamenta nuestra fe” e invita a contemplarlo con la sencillez con la que Dios se revela en lo cotidiano
El misterio de la Trinidad es el cimiento donde se fundamenta nuestra fe. Decimos que es un misterio, y sobre él se ha reflexionado y escrito como para llenar varias estanterías de libros. Sin embargo, el Evangelio de hoy nos lo hace accesible para vivirlo en nuestra vida. Lo que ocurre es que lo miramos y lo contemplamos con ojos de complejidad, no de sencillez. Acordémonos de aquellas palabras de Jesús: “Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has mostrado a los sencillos…”.
La misión de Jesús es hablarnos de Dios: nos lo muestra y nos lo da a conocer. A través de su vida, Jesús nos enseña a reconocer a Dios en la gente, en las cosas de cada día, en los más pobres, en los pecadores, en los niños. Es un Dios escondido, pero no ausente. Es un Dios encarnado, que está en nosotros cuando somos capaces de abrirle nuestro corazón. Es un Dios con el que nos encontramos cada día, cuando tratamos de llevar a la vida el mandamiento del amor.
A Jesús le quedan muchas cosas por decir a sus discípulos, y será el Espíritu el que se las irá mostrando. A nosotros también nos va mostrando el Espíritu el rostro de Dios en la medida en que nos dejamos conducir por él.
La fuerza del Evangelio de hoy, nos invita a renovar nuestra misión en el mundo como cristianos, que no es otra que, llevando a Dios en el corazón y en la vida, mostrárselo al mundo como Jesús nos enseña: haciendo vida el Evangelio, con la certeza de que el Espíritu de Dios, que se derramó sobre nosotros en nuestro bautismo, nos acompaña y nos da luz y fuerza en nuestro caminar.
José Luis Miguel Izquierdo, scj. Párroco de Nuestra Señora de los Dolores
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