Roger David Argumedo realiza su tarea pastoral desde hace unos meses con otro sacerdote de su mismo país, Colombia, en diversos municipios de esta zona de Salamanca, y con motivo del Día de Hispanoamérica, comparte su experiencia
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
¿Qué significado tiene para usted esta jornada y cómo la vive lejos de su tierra natal?
Yo partiría desde el sentir de esta jornada, de este día, y recordar a todos aquellos hermanos, sacerdotes o misioneros españoles que han ido a América a implantar el Evangelio, la semilla del Reino desde el Evangelio. Y lo vivo, primeramente, con gratitud, y agradecer a todos esos hermanos misioneros que han ido a nuestras tierras a darnos la mejor herencia, que es el Evangelio, a instaurar a Cristo en el corazón de todos los que lo abren para esta experiencia de vida nueva, que solo puede dar el Evangelio. Por tanto, agradecerles lo primero, y segundo, vivirlo desde acá es vivirlo desde esa gratitud o corresponsabilidad, a dar también de lo que ellos nos han dado a nosotros.
En concreto, a seguir trabajando por el Evangelio, a seguir mostrando el rostro de Cristo y a seguir mostrando el rostro de una Iglesia misionera, una Iglesia en salida, como dice el papa Francisco, que tiene el único deseo de mostrar, sin lugar a dudas, el rostro misericordioso de Dios.
Durante siglos, los sacerdotes españoles han sido los que ha ido a América a misionar, pero ahora sucede lo contrario…
Este cambio lo percibo desde la esperanza de saber que los tiempos de la Iglesia nos van demarcando la urgente necesidad de vivir la fraternidad, inclusive, de vivir unos al servicio de los otros para ayudar, para servir en el Evangelio. Yo puedo mirar esta experiencia simplemente como la cooperación de iglesias hermanas. Una que dio el primer paso, y la otra, que responde a ese primer paso. Y continúa este legado en la evangelización, una fue primero, y la otra ahora. Responde y viene en acompañar, ayudar y hacer crecer a esta iglesia hermana.
¿Cómo está siendo su experiencia como sacerdote en Salamanca a nivel pastoral?
Nos encontramos en parte de la Sierra de Francia y de Béjar, y ha sido una experiencia enriquecedora encontrarnos con las comunidades, contemplar la esperanza de empezar caminos nuevos, de una historia, de entrar en una historia que ya llevan. Y de seguir construyéndola desde el Evangelio, ha sido una experiencia muy enriquecedora. Hay retos, sin lugar a dudas, y proyectos, pero sobre todo, está la alegría de seguir adelante, de encontrarnos, de celebrar el misterio de nuestra salvación y de anunciarles a todos el mensaje del Señor.
Además, está ampliando sus estudios en la Universidad Pontificia, ¿se compaginan bien todas esas tareas?
Sí, claro. Formar para servir. Se estudia, para ir luego a servir, a dar a compartir esta experiencia de estudio, formarse bien para servir bien, y servir mejor.
Compartir la esperanza
El lema del Día de Hispanoamérica era, “Historia de esperanza”, ¿cuál fue su historia de esperanza?
Hay una frase que siempre me ha gustado mucho del cardenal Robert Sarah, en un libro que se llama: “Se hace tarde y anochece”, donde expresa que sólo puede esperar quien está fundado en el Señor, y por tanto, vivir esta historia de esperanza implica estar unido íntimamente a Dios en quien renace nuestra esperanza, en quien nosotros tenemos puesta nuestra confianza. Y, por tanto, vivir la esperanza consiste en estar unidos profundamente al Señor.
¿Qué mensaje compartirá con la comunidad latina que vive en Salamanca?
Los invito a todos a no perder la esperanza, a que podamos caminar juntos, a seguir adelante, a creer en sus sueños pero, sobre todo, a fundarse en Dios, que hace posible nuestros ideales y nuestros sueños.
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