CATÓLICOS EN SALAMANCA – Gerardo Riveiro, párroco de Paiporta en la DANA: “La reconstrucción más grande hoy no es poner puertas y ventanas, es lo humano, lo espiritual, la fe”

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Siete meses después, este sacerdote, que vivió esta tragedia en primera persona, agradece la solidaridad recibida desde todos los puntos de España, y recuerda que hay personas heridas, “que llevarán estas cicatrices del alma para toda la vida”

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN SOCIAL

Parroquia de Paiporta tras la DANA

La comunidad diocesana se volcó con los afectados de la DANA hace ya casi siete meses. Los ciudadanos se movilizaron para recoger material necesario, como botas o mascarillas, y hacerlo llegar hasta estas zonas de la comunidad valenciana. Además, se celebró una colecta extraordinaria por este motivo que tuvo lugar el 24 de noviembre, y desde la diócesis se donaron 50.000 euros directos a través de Cáritas diocesana de Salamanca.

Siete meses después de aquel suceso, en el que perdieron la vida más de 200 personas, y se produjeron cuantiosos daños materiales, uno de los párrocos de Paiporta en ese momento, Gerardo Riveiro, relata lo que vivió en aquellos días y cómo la Iglesia, como institución, ha estado al lado de los afectados en todo momento.

“La Iglesia no son los templos ni los muros ni las imágenes, la Iglesia está viva y la Iglesia afectada es el pueblo”, afirma Riveiro. Al respecto, añadió que la DANA conllevó una comunidad que se vio anegada por más de dos metros de agua, “con parroquias inundadas, bienes culturales dañados y, sobre todo, vidas profundamente heridas por la pérdida, la incertidumbre y la destrucción”.

El papel de los jóvenes voluntarios

Jóvenes voluntarios.

En los primeros días, recuerda cómo él y otros dos párrocos hicieron lo que la Iglesia siempre ha sabido hacer: “Estar en medio de la gente, metidos en medio de toda la realidad”. Los primeros días no tenían luz ni agua, “pero sí había comunidad y fe”. Este sacerdote recuerda los miles de jóvenes que llegaban con escobas, palas, cubos y botellas de agua, “arrastradas durante kilómetros, y lo hacían entre el barro, sin caminos, con la única motivación de acompañar, de servir, de acariciar con su presencia a los que sufrían”.

Y en medio de aquella catástrofe, afirma Riveiro, la eucaristía se convirtió en un signo de esperanza: “Pusimos una mesa en medio del barro… se embarraban los ornamentos y las albas, pero eso no importó nada, la normalidad era la Iglesia reunida en torno a la eucaristía y la Palabra”, subrayó.

Mientras la población de Paiporta trataba de sacar el barro de sus hogares, de cocinar de nuevo, de recuperar algún electrodoméstico, “la Iglesia se llenaba de voluntarios, muchos de ellos jóvenes, que dejaban su tiempo, su energía y su corazón para ayudar”, relata.  Y al caer la tarde, extenuados, volvían a sus casas, “pero con una vitalidad enorme y una alegría luminosa, y al día siguiente, estaban de vuelta”.

La lentitud de las respuestas institucionales

Gerardo Riveiro también lanza una denuncia serena pero firme respecto a la lentitud de las respuestas institucionales, las responsabilidades públicas desatendidas, o respecto a las ayudas, que llegan “a cuentagotas”. “El problema no es lo que pasó esa tarde, sino lo que no pasó desde esa tarde hasta hoy, porque hay personas heridas que llevarán estas cicatrices del alma para toda la vida”. Este sacerdote considera que la reconstrucción más grande, “no es poner puertas y ventanas: es lo humano, lo espiritual, la fe”, insiste.

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