CATÓLICOS EN SALAMANCA – La belleza de ser bautizados: cinco voces, una misma esperanza

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La mesa de “experiencias vivas”, moderada por la periodista, Sheila Sánchez Prieto, pone el testimonio en el centro de la XVII Semana de Pastoral desde la oración, la familia, la conversión y el compromiso

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

La periodista, Sheila Sánchez Prieto.

La Semana de Pastoral puso rostro y voz a la fe con la mesa de experiencias vivas,  “La belleza de ser bautizados”, moderada por la periodista, Sheila Sánchez Prieto. En el auditorio de Calatrava escucharon cómo el bautismo ha marcado —y sigue marcando— la vida de María del Carmen, Iván, Rosario y Ángel, y Daniel.

María del Carmen Reales, benedictina, relató cómo su llamada se gestó en la JMJ de 1989 en Santiago. “El bautismo es entrar en el Cuerpo de Cristo y sentirme hija del Padre”, dijo, vinculando su vocación contemplativa con el “morir y resucitar con Cristo” propio del sacramento. Compartió también un momento de noche tras la muerte de su hermana: “En el dolor, el Señor me sostuvo y me reconstruyó”.

La religiosa María del Carmen, junto a Iban.

Ibán García Ramos, casado y padre de dos hijos, narró el giro que vivió a los 38 años al volver a misa por la Primera Comunión de su hijo: una homilía sobre el materialismo le desarmó. Desde entonces, dijo, aprendió a poner a Dios en el centro, a escuchar y a frenar exigencias que dañaban su hogar. Mirando atrás, reconoció la mano de Dios en su adolescencia —cuando el deporte y una amistad buena le alejaron de malos caminos—.

Oportunidades en la dificultad

Ángel y Rosario.

Como matrimonio, Rosario Martín y Ángel Rodríguez describieron un antes y un después tras los retiros de Emaús y, sobre todo, Proyecto Amor Conyugal. “Nos casamos sin conocer nuestro sacramento; ahora vivimos con Dios en el centro y la oración diaria conjunta”, explicaron. Contaron con sencillez cómo las dificultades se convierten en oportunidades para crecer —hasta un “botón del lavavajillas” puede educar en paciencia y caridad—. Su convicción: impulsar en parroquias un método diocesano para matrimonios y familias, porque “si no hay familia cristiana, no hay vocaciones”.

Daniel Pablos.

El más joven, Daniel Pablos, estudiante de Ingeniería y catequista, del grupo Jerut, testificó cómo su confirmación encendió la llamada a evangelizar y cómo el Jubileo de los Jóvenes le reavivó tras un curso duro: “Jesús guía mis pasos; no puedo guardar esa luz para mí”.

En el coloquio surgió la cuestión de la vida eterna en la celebración del bautismo. Iván confesó que hoy la espera sin miedo; María del Carmen habló de una relación nueva con su hermana fallecida; Charo y Ángel subrayaron el camino de santidad conyugal “para estar juntos en el amor de Cristo por toda la eternidad”.

La misión desde el bautismo

Daniel reconoció que la pregunta sobre la vida eterna “se queda grande” a su edad, porque uno no suele imaginarse todavía el momento de despedirse de este mundo. Aun así, afirmó con serenidad que el bautismo le recuerda que “ya estamos llamados a una misión en esta vida” y que la muerte llegará cuando esa misión se cumpla: “En los años que viva quiero dar todo lo mejor de mí, y cuando el Señor considere que ya he terminado el ciclo, habrá que cerrarlo”.

También se preguntó cómo pasar de la experiencia personal a la misión comunitaria. Hubo propuestas concretas: implicarse en la vida parroquial, acompañar matrimonios con itinerarios estables, educar en casa con paciencia y diálogo, testimoniar entre iguales con una fe alegre que no “rara” sino plenamente humana, y sostener al mundo con la oración desde la vida contemplativa

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