El obispo, Mons. José Luis Retana, destacó su dignidad y su lugar en el Pueblo de Dios durante la celebración jubilar en la Catedral Vieja
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Inicio de la peregrinación en la iglesia de San Sebastián.
El Jubileo dedicado a las personas con discapacidad se vivió como una fiesta de fe en movimiento. El canto, la cercanía y el paso tranquilo de los peregrinos acompañaron el recorrido desde la iglesia de San Sebastián hasta la Catedral Vieja, anticipando una celebración donde la alegría y la esperanza fueron protagonistas. Los diferentes grupos del movimiento Fe y Luz de Salamanca, que ayer celebraban el 30 aniversario, portaban los estandartes que les identificaban: Abba, El Viso o Galileo.
La peregrinación previa se desarrolló en un ambiente participativo y festivo, con palmas y estribillos que transformaron el camino en una experiencia compartida: “Fiesta, fiesta, fiesta de fe”, cantaban. Más que un simple traslado, el recorrido se convirtió en un signo visible de Iglesia: personas distintas, con ritmos distintos, caminando juntas hacia un mismo lugar.
Ya en la Catedral Vieja, el obispo, Mons. José Luis Retana, recibió al grupo en la puerta de Santa Lucía, para entrar todos juntos al templo, donde presidió la eucaristía en el tercer domingo de Adviento, de Gaudete, cuando la liturgia invita a “alegrarse” porque la Navidad está cerca. Por ese motivo, el prelado celebró con la casulla rosa, signo propio de este domingo, subrayando el carácter festivo y esperanzador de la jornada jubilar.
Celebración de Fe y Luz
En la monición inicial se recordó el sentido del Adviento y el motivo especial del encuentro, que reunió a una representación de distintos grupos de personas con discapacidad de Salamanca. La celebración sirvió también para dar gracias por el 30 aniversario de las Comunidades de Fe y Luz en la diócesis.
La celebración contó además con la presencia de una intérprete de lengua de signos, facilitando el seguimiento de la eucaristía y reforzando el compromiso con una participación real y accesible para todos. La participación de Fe y Luz fue uno de los rasgos más significativos de la jornada. Un coro formado por miembros de este movimiento, acompañado por guitarra y acordeón, animó los cantos de la celebración, creando un clima cercano.
Desde Fe y Luz se proclamaron también la monición de entrada y la oración de los fieles, y tras la proclamación del Evangelio se llevó a cabo una representación accesible del texto evangélico, que ayudó a comprenderlo desde gestos sencillos y palabras claras.
Las lecturas de la liturgia acompañaron con fuerza el sentido del Jubileo. El anuncio del profeta Isaías —”fortaleced las manos débiles”— resonó como una promesa de vida y de esperanza, mientras que el Evangelio de san Mateo situó la mirada en los signos concretos del Reino: los ciegos ven, los cojos caminan y a los pobres se les anuncia la buena noticia.
“Reconocer la dignidad de cada persona”
En su homilía, Mons. José Luis Retana dejó claro desde el inicio el enfoque de la celebración: “No estamos aquí para hablar sobre las personas con discapacidad, sino para celebrar con ellas, con vosotros, como parte esencial del pueblo de Dios y protagonistas vivos de la fe”. El obispo subrayó que este Jubileo no era un gesto simbólico, sino una llamada a reconocer con respeto y fe la dignidad de cada persona por ser imagen de Dios.
A lo largo de su reflexión, recordó que la salvación que anuncia el Evangelio no excluye a nadie y que, donde el mundo percibe límites, Dios revela su gloria. La fragilidad, explicó, no desaparece, pero se convierte en lugar donde Dios siembra esperanza. “La dignidad no depende de la capacidad”, afirmó, animando a construir comunidades donde no existan barreras que impidan la participación plena.
El obispo citó también palabras del papa Francisco, quien ha insistido en que la discapacidad no puede ser motivo de discriminación y que la Iglesia no está llamada a ser espectadora pasiva, sino comunidad que reconoce, acompaña y promueve. Una invitación a abrir “puertas reales y no solo simbólicas” y a formar comunidades donde todos puedan sentirse en casa.
Un camino compartido
Tras la comunión, una acción de gracias puso palabras al clima vivido durante la mañana, agradeciendo la visibilidad, la cercanía y el sentirse Iglesia en una celebración jubilar entendida como camino compartido. Antes de la bendición final, Mons. José Luis Retana, felicitó a los participantes y a quienes trabajan junto a las personas con discapacidad, animándoles a seguir siendo testimonio del Evangelio: si la Iglesia quiere seguir a Jesús, recordó, “debe aprender a tener sus mismos preferidos”.
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