CATÓLICOS EN SALAMANCA – Lo que sembró Francisco: gratitud y recuerdo desde Salamanca

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Responsables de diferentes Servicios diocesanos, religiosas de vida contemplativa y el seminarista salmantino recuerdan con agradecimiento al papa Francisco, del que destacan su impulso a una Iglesia abierta y misionera, su amor por la vida contemplativa, así como su confianza en los jóvenes y cercanía a los más vulnerables

 

Desde la plaza de San Pedro en el Vaticano envío un abrazo grande a toda la comunidad diocesana, atravesado de muchos sentimientos y emociones. Cuando llegaba a Roma para una peregrinación con motivo del Jubileo de la Esperanza, supe la noticia del fallecimiento de nuestro queridísimo papa Francisco. Entonces sentí que el dolor y el agradecimiento se mezclaban y brotaban con fuerza en mi corazón, y las lágrimas corrían por mi cara.

Hoy recibo como un regalo poder estar aquí, en la Basílica de San Pedro, con muchos miles de personas de todas las edades y de muchos lugares, en espera, en una cola interminable, para expresar nuestro amor y agradecimiento dolorido a Dios por Francisco, el “papa de la primavera de nuestra Iglesia”. Me impresiona sentirme parte de esta Iglesia. Es una Iglesia universal, que vibra con ese amor dolorido.

Y mientras voy caminando lentamente, me impresiona el silencio, y vienen a mi mente tantos gestos del papa. Y le doy gracias por sembrar esperanza en tantas y tantas personas, especialmente los que más sufren. Doy gracias por su corazón grande, en el que hemos cabido todos, todos, todos. Por tantos hermosos encuentros con hermanos de otras confesiones y de otras religiones, por la sintonía que sentía con todas las criaturas de nuestra casa común,…

Le he pedido por nuestra diócesis y por el próximo cónclave, por supuesto: que el Espíritu inspire todas las decisiones para ser fieles al Evangelio en este momento del mundo, en este momento de la Iglesia. Gracias por ser el “papa hermano universal” de la Fratelli Tutti y de la Laudato Si’. Lo que me brota es: ¡Alabado seas, mi Señor, por él. Que descanse en paz!

 

 

Mario junto a varios peregrinos de Fe y Luz en la JMJ Lisboa 2023

“Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida”. Con estas palabras de la exhortación postsinodal Christus Vivit, el papa Francisco nos recordaba a los jóvenes la alegría que provoca el encuentro con Jesucristo, una persona y no una teoría, de la que se debe hacer experiencia cada día en el trato con los demás.

Si algo nos ha enseñado el papa Francisco ha sido que es posible confiar en los jóvenes, también dentro de la Iglesia, porque la alegría y la vida que transmiten se corresponde con un Dios que es vida y esperanza.

En la JMJ de Lisboa tuvimos el placer de escuchar sus palabras de aliento, sobre todo el último día cuando todos estábamos cansadísimos, invitándonos siempre a ir más allá, a soñar a lo grande, a levantar al que estaba caído y a mostrar al mundo entero que la Iglesia siempre es joven y en ella caben todos, todos, todos.

 

Uno de los ejes de su pontificado ha sido la misión. Desde el inicio, impulsó una Iglesia “en salida” hacia las periferias geográficas y existenciales, una Iglesia “hospital de campaña” para acoger a todos, una Iglesia herida por sus esfuerzos y fracasos antes que una Iglesia enferma por la autoreferencialidad y la autoafirmación.

En “Evangelii gaudium”, verdadero programa de lo que han sido sus doce años al frente de la nave de Pedro, afirmó: “La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” e invitó a pasar de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera.

Foto: Shutterstock

Ha recordado que la oración es el “alma de la misión”. No dejaba de insistir en que la oración tenía “un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él, fuente divina e inextinguible de nuevas energías y de la alegría de compartir la vida de Cristo con los demás”.

En 2019 impulsó el Mes Misionero Extraordinario con el lema “Bautizados y enviados: la Iglesia de Cristo en misión en el mundo”, dejando claro que el mandato misionero está dirigido a todo cristiano desde su bautismo.

Creó 26 diócesis de misión que conforman los 1.131 territorios de misión, “iglesias jóvenes” sobre las que se volcó con sus desvelos y ayudas de toda la Iglesia universal. Se reservó incluso la dirección del Dicasterio para la Evangelización, en su reforma de la Curia (Praedicate Evangelium).

Sus muchos viajes, a pesar de su edad y problemas de salud lo mostraron como un ejemplo de la “Iglesia en salida misionera”. El pontífice “venido de los confines de la tierra” aceptó salir al mundo sobre todo con dirección a lugares donde había conflictos – como en Myanmar, Sarajevo, la República Democrática del Congo o Sudán del Sur– o había necesidad de llevar consuelo a las víctimas – como en Filipinas después de un huracán– o dar voz a sus tragedias –como en la isla de Lesbos o en la frontera de México y Estados Unidos. En el viaje del año pasado a Papúa Nueva Guinea, afirmó con alegría: “Nuestra misión es difundir por doquier, mediante el amor de Dios y de nuestros hermanos, la belleza del Evangelio de Cristo”.

 

Francisco, el papa de la misericordia, cercano a los excluidos y cuyo pontificado ha estado lleno de gestos significativos llenos de ternura con los más necesitados ha recordado en múltiples ocasiones que la vocación contemplativa es necesaria, que no está alejada de la realidad y que es fuente de esperanza. Esa Esperanza con mayúsculas a la que nos ha convocado en este Año Jubilar 2025.

Foto: Vatican Media

Les decía hace un año, el 18 de abril de 2024 a las Carmelitas Descalzas: «Ustedes me enseñan que la vocación contemplativa no lleva a custodiar cenizas, sino a alimentar un fuego que arda de manera siempre nueva y pueda dar calor a la Iglesia y al mundo».  Comprende muy bien Francisco, y así nos lo ha enseñado, que la vida contemplativa, la contemplación, no es un retiro del mundo, sino una forma de profundizar en la fe y fortalecer el compromiso con el prójimo y la realidad social.

Pero si algo nos suena a todos los que habitualmente le hemos escuchado durante estos años de su pontificado es esa petición repetida una y mil veces. Nunca olvidaba pedir que rezaran por él, que es como reconocer el valor de la vida contemplativa, confiando en el poder de la oración.

 

El papa Francisco ha amado mucho a la vida contemplativa, y en varias ocasiones ha manifestado tanto en público como en documentos del magisterio su aprecio y valoración por nuestra forma de vivir y ser Iglesia, reconociendo nuestro papel esencial e insustituible. El papa ha considerado nuestra vocación como “los pulmones” de la humanidad por la intercesión continua al Padre.

Escribió una Constitución apostólica específicamente a la vida contemplativa para renovar y apoyar nuestra llamada. Ha valorado la necesidad del silencio y discernimiento interior, así como la formación en todas las etapas. Sus palabras hacían sintonizar nuestra vocación con el mundo, para que comprendieran la necesidad de una Iglesia que no solo actúe, sino que también, contemple, escuche y ore.

 

Destaco del papa Francisco su cercanía, espontaneidad y la amabilidad con la que trataba a todos. Pero, sobre todo, su legado ha sido abrir la Iglesia al mundo. La iglesia ha dejado de ser como un búnker y se ha abierto al mundo. Es una nueva manera de evangelizar, una cosa fantástica. Por eso, merece nuestro recuerdo, nuestra gratitud y, sobre todo, nuestra oración.

Lo tuvimos muy cerca en la plaza de San Pedro en el Encuentro de Directores de Peregrinaciones de Europa que se celebró en Roma. En la audiencia general, se acercó a saludarnos y se hizo una foto con nosotros. Saludó personalmente a los 200 congresistas que participábamos.

 

Foto: Shutterstock

La reciente y triste marcha de nuestro querido papa Francisco a la Casa del Padre nos dejará siempre en el recuerdo su especial cercanía como también su impactante trayectoria personal, no sólo en el despertar de nuestras conciencias católicas, sino también en aquellos sectores más alejados eclesial o espiritualmente. Podemos calificar, sin duda, el extraordinario papel que en términos generales ha sabido desempeñar en la dirección espiritual de la Iglesia, y como ha proyectado en estos años una peculiar impronta personal en el liderazgo de la Iglesia católica, al igual que también, a su manera, lo hicieron sus predecesores, con sus respectivas personalidades y mediante sus diversos y propios acentos pastorales.

Una primera consideración general de su significativo papel ha sido su cercanía personal a la gente y su profunda sensibilidad por promover, en su actividad pastoral, la “misericordia”, especialmente por los últimos, los más pobres e indefensos. Lo dejó muy explícito ya en su primera y alentadora encíclica de 2013 llamada “Evangelii Gaudium” en la que trató de ir a la raíz del mayor desafío de la cristiandad actual: recuperar y difundir el ardor y la alegría del Evangelio.  Damos gracias a Dios por habernos iluminado con la vida del papa Francisco, y le ofrecemos nuestras plegarias para que sea acogido en la Casa del Padre.

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