La sierva de San José, Adela de Cáceres, recuerda a la santa salmantina, cuya memoria litúrgica se celebra el 6 de junio, como un testimonio de unidad cristiana. En tiempos de conflicto, su respuesta fue la oración, el silencio y el perdón, dejando tras de sí un legado de paz y fidelidad al Evangelio
Bonifacia Rodríguez de Castro, nacida en Salamanca el 6 de junio de 1837 y fallecida el 8 de agosto de 1905 en Zamora, fue la fundadora de las Siervas de San José y se convirtió en la primera santa salmantina. Su vida transcurre en un contexto conflictivo, donde el Evangelio se abre paso con la fuerza de la verdad y de la unidad. Una vez más, Bonifacia nos ofrece un camino de comportamiento cristiano ante la adversidad, las divisiones y la hostilidad.
El catolicismo español, al final de la vida de Bonifacia, estaba dividido: por un lado, el catolicismo innovador que apreciaba el pensamiento vaticanista; por otro, un integrismo religioso militante, entendido más como movimiento político que como expresión de fe. Esto creó graves problemas en la Iglesia. El papa León XIII, con la encíclica Inmortal Dei, intentó recuperar la unión y pacificación de los católicos.
Al mismo tiempo, Bonifacia Rodríguez sufre la división en su congregación por divergencias en la forma de entender su obra. Ella, como fundadora y referente espiritual del seguimiento de Jesús trabajador en Nazaret, buscó la unidad por todos los medios, como algo prioritario, llevando en su corazón el deseo de unidad de Jesús. La división fue para Bonifacia el mayor dolor, que la llevó hasta dar la vida, “cuando yo muera se hará la unión”.
Las armas que ella utilizó en búsqueda de la unidad y de la paz nos las ofrece hoy: oración, silencio y perdón.
La oración, pidiendo cada día la unidad como un don necesario y nos aconseja “Dos uniones tenemos que procurar: una con Dios, por medio de la oración, y otra entre nosotras, por medio de la caridad”. Bonifacia rezaba por la unidad en la Iglesia y en su congregación.
Imprescindible el perdón para conseguir la unidad, una actitud mantenida constantemente por Bonifacia, ante la ofensa, el desprecio y la humillación, recomienda: “Olvidemos las ofensas que nos hayamos hecho y no andemos miserables en perdonarnos, porque Dios nos ha de medir con la misma medida”.
Respecto al silencio, ella en esto fue maestra. Nunca una queja, un juicio, una condena y nos dice: “El silencio guarda el alma”. Este silencio, en su opinión, nace de una mirada a Jesús en la Pasión, y recomienda: “¡Cuánto tenemos de aprender de Jesús! ¡Qué ejemplo nos da! Al verlo tan callado, sufriendo y padeciendo, debemos imitar su silencio. Cuando el Evangelio refiere las calumnias de que acusaban al Señor, dice que JESÚS CALLABA”. Por eso pedía que no tuviésemos palabras “solo para alabar, consolar y animar”.
La vida de Bonifacia es una invitación a la concordia, a la paz y a la unidad. Nos enseña que las duras condiciones de sufrimiento, desestima y abandono no eliminan la posibilidad del gozo, la alegría y la paz.
Adela de Cáceres, Sierva de San José
La entrada Santa Bonifacia, buscadora de la unidad se publicó primero en Diócesis de Salamanca.
————————————————————————————————————————————————————————————
El anterior contenido fue publicado en: