En su comentario al Evangelio de este domingo de la Ascensión (Lc 24,46-53), la religiosa Maru Cornejo destaca que Jesús envía a sus discípulos como testigos, promete la fuerza del Espíritu Santo y permanece presente. También hoy nos llama a compartir con alegría su mensaje
Este pasaje narra el momento final del Evangelio según san Lucas: la Ascensión de Jesús al cielo. Antes de partir, Jesús recuerda a sus discípulos que todo lo que ha vivido —su pasión, muerte y resurrección— ya estaba anunciado en las Escrituras. Formaba parte del plan de Dios.
Luego les encarga una misión: ser testigos de la buena noticia, llevando a todas las naciones el anuncio del perdón y la conversión, compartir con los demás lo que han vivido. Pero también les promete ayuda. Jesús les dice que va a enviar lo que el Padre prometió: el Espíritu Santo, que les dará fuerza y valentía para cumplir con esa misión.
Jesús los bendice y asciende al cielo, pero no los deja tristes. Al contrario, ellos regresan a Jerusalén llenos de alegría, alabando a Dios. Y esto es clave: los discípulos entienden que la presencia de Jesús no desaparece, Jesús no los ha abandonado. Sigue con ellos de otra forma, más cerca aún. Ya no está físicamente, pero ahora vive en su Iglesia, que es esa comunidad de vida y de fe; y en el corazón cada creyente.
Este pasaje nos recuerda que también nosotros somos testigos de Jesús, nos invita a ser testigos alegres de Cristo resucitado. No tenemos que saber mucho para hablar de Él, basta con contar lo que Él ha hecho en nuestra vida. Y confiar, como ellos, en el Espíritu Santo, que siempre nos acompaña para llevar esperanza al mundo. Jesús no se ha ido, está con nosotros de otra manera, viva y cercana.
Maru Cornejo, ss.cc
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