Tras conocer el fallecimiento del papa Francisco, el vicario general destaca el legado de cercanía, misericordia y esperanza que deja en la Iglesia, y que será el Espíritu Santo el que decida su sucesor
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Cuando parecía que el papa Francisco iba remontando llega la noticia de su fallecimiento, no nos esperábamos este desenlace, ¿verdad?
Pensábamos que iba a tener un tiempo, unos meses, un año, lo que Dios quisiera. Como él decía, como un anciano no descartado, y así se ha presentado en el último mes, como un anciano enfermo que ha acompañado a la humanidad y a la Iglesia de esa manera. No hacer un descarte con ellos, y así se ha presentado él en estos últimos días en esas apariciones, como un papa enfermo, anciano, que quería acompañar a la Iglesia hasta el último momento.
¿Qué podemos decir en estos momentos a los fieles que ahora sienten la pérdida del papa Francisco?
En primer lugar, dar gracias a Dios por este regalo que nos ha hecho de este gran papa, por su humanidad, su valía, como hombre, como creyente, con un lenguaje tan fácil y tan asequible. Un hombre con unos gestos increíbles, de cercanía a los más necesitados, a los más pobres, a las periferias. Ha sido un regalo de un hombre que hablaba español, que tenía una gran capacidad de hacerse entender. Y también, de cercanía a la gente, con una sonrisa que había sacado cuando era papa, así lo decían algunos que le conocían.
Primero dar gracias a Dios, porque también nos ha mostrado así el amor de Dios y el amor del Evangelio. Y el dolor, la pena porque se nos vaya, pero ahí queda su legado, su vida, que siempre podemos recurrir a ella. Y en estos momentos de la Pascua, pues es verdad que te conmociona, te emociona, pero tenemos que ver también este designio de Dios que ha querido que en la Pascua haya sido llamado la casa del Padre. Pero nos queda su regalo de humanidad, de creyente, de obispo, de papa, ha sido un regalo.
¿Cuáles han sido esas señas de identidad del papa Francisco?
Es un papa que ha tenido una gran humanidad, de hacerse tan cercano, tan, tan sonriente, en los aviones, en las cercanías, en ese lenguaje tan fresco, tan claro del Evangelio, yo creo que es un regalo. Siempre debemos de ver la vida de las personas cuando acaban, es verdad que nos duele, aunque sea mayor, nos duele muchísimo, más cuando el fallecimiento es de alguien joven, pero siempre toda vida es un regalo para nosotros. Hemos de acogerlo en nuestra memoria así para impulsar a nosotros. Nuestro corazón muchas veces es un cementerio que está lleno de nombres, de personas que nos han ayudado mucho en la vida y este es uno más que se siembra nuestro corazón y se siembra también en el seno de la Iglesia, pues como un hombre que nos ha dado luz, nos ha dado alegría, ha llamado a todos, ha abierto puertas, procesos, como le gustaba decir, se ha acercado a todos.
Y ha abierto el amor del Evangelio a mucha gente que a lo mejor no lo sentía, como a personas marginadas por su condición, por su sexualidad… Él ha querido mostrar el rostro misericordioso de Dios a todos.
Última felicitación de Pascua
El hecho de fallecer el Lunes de Pascua tiene una gran simbología…
En plena Pascua, cuando los cánticos de la victoria del Resucitado resuenan en todo el orbe, fallece el papa Francisco. Es como una catequesis más de su vida, en un día tan señalado, su muerte es como una catequesis más de su vida, que nos ha dicho, de verdad, creed en la luz resucitada. Y así se marcha, envuelto de esa luz resucitada y con la aparición el Domingo de Resurrección fugaz, felicitando la Pascua. Esa es su última palabra, felicitar la Pascua. Y realmente es una catequesis viva que la culmina con su muerte. Su muerte también es una catequesis viva, de esperanza, que él tanto quería insistir en este año. Él mismo se ha ido lleno de esperanza, frágil y enfermo. Y así nos ha transmitido el mensaje de la esperanza, de esta manera tan frágil y tan luminosa.
Y ahora, ¿se abre esa senda de de esperanza, de apertura de la Iglesia, de evolución con los tiempos que ahora corren, no?
Sí, él ha abierto muchos caminos nuevos, anclados en la tradición de la Iglesia. Una tradición que hunde sus raíces en el amor frontal del Padre que acoge a todos. Ese todos, todos, todos es un grito que perdurará, una herencia, es decir, es un amor que se da a todos. Y eso no merma la verdad del Evangelio. Eso no merma las verdades dogmáticas, porque la primera verdad dogmática es la misericordia del padre, y eso abre un camino muy bonito en la humanidad en un momento tan convulso, de tanta polarización, de tantas luchas entre culturas, entre imperios que se quieren recolocar en el mundo. Que esta persona haya dicho que el amor del Padre es un amor que incluye a todos, que incluye a la creación entera. Lo del Laudato si’ es una profecía tremenda, un grito en estos 12 años de ese amor frente a las polarizaciones, frente a las diversidades de culturas, enfrentamientos.
Realmente ha sido un aire fresco y volver a la tradición más genuina de la Iglesia, que es la redención, la liberación, la transmisión del amor. Somos embajadores de reconciliación, dice el apóstol Pablo, de Amor, y eso extendido al mundo convulso, no solamente a la Iglesia. Y eso él lo ha hecho, también recorriendo las periferias. El año pasado me quedé impresionado, los 12 días por Indonesia, un anciano en silla de ruedas, en los márgenes del mundo, a una Iglesia pequeñísima, recorriéndola. Eso es un gesto que iluminará mucho en las próximas décadas a la Iglesia y a la humanidad. Cómo querer dar ese amor misericordioso desde los últimos, desde las periferias. Para llegar al centro, y yo creo que son gestos proféticos que él ha marcado y que ahí perduran para siempre. Él ha querido salirse de los debates volviendo a la hondura y al corazón del Evangelio. Por eso ha sufrido mucho, porque unos y otros no lo han comprendido. Unos han querido ver en él errores, y otros, han querido reafirmar sus palabras o su ideología con cosas que él no ha dicho. Él ha abierto camino muchas veces con mucha gracia porteña, como un buen argentino, y mucho Evangelio, un camino realmente abierto desde el corazón del Evangelio.
El papa Francisco ha sabido vivir y transmitir el amor desde la alegría…
Su escrito programático es Evangelii Gaudium, la alegría del Evangelio, que es su primera Exhortación Apostólica, y la alegría del Evangelio yo creo que es su lema también de su Pontificado.
¿Cuáles serían las características que tenía que tener el sucesor del papa Francisco?
Bueno, pues el Espíritu Santo siempre suscita papas, el mejor para el momento, para el momento actual. Entonces, bueno, pues seguro que cuando los cardenales se reúnan, el Espíritu Santo influirá sobre ellos. Además, estos lectores cardenales ahora mismo son muy diversos, muy amplio y de mucha diversidad, de nacionalidades, de experiencias pastorales, porque se ha elegido, sobre todo, cardenales de Iglesias pequeñas y periféricas, y eso le dará una configuración. Pero el Espíritu Santo siempre crea una sorpresa. Y yo creo que el nuevo papa seguirá en la línea de la aplicación del Concilio Vaticano II, de señalarnos el corazón del Evangelio, y después, las características de este mundo. Es una Iglesia muy abierta en todos los continentes, es decir, muy viva, y mucha diversidad . La Iglesia católica significa universal. Europa tiene el problema de la secularización, África, el de la inculturación, Asia, tiene el problema de la interioridad de la fe, y América, el de la justicia. Y el papa nuevo creo que asumirá todo el legado de este postconcilio con una misma letra y espíritu del Concilio, el legado de los papas postconciliares, y también se abrirá una realidad de la Iglesia y del mundo muy diversa, ya que en estos momentos es muy convulsa, pero también llena de esperanza.
La entrada Tomás Durán: “Ese ‘todos, todos, todos’ es un grito que perdurará” se publicó primero en Diócesis de Salamanca.
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