El vicario de Pastoral, Andrés González Buenadicha, hace balance de un Jubileo que deja una Iglesia más abierta y en salida
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
El Año Jubilar de la Esperanza ha marcado la vida de la Diócesis de Salamanca como un tiempo prolongado de gracia, encuentro y renovación. No ha sido una sucesión de actos aislados ni un paréntesis pastoral, sino un camino compartido, vivido en comunidad: en los templos, en la calle y también en los lugares de dolor y fragilidad, donde la esperanza se vuelve más necesaria.
El Jubileo se inauguró el 29 de diciembre de 2024 con una peregrinación diocesana y la celebración de la eucaristía de apertura, presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana. Desde ese primer gesto, la diócesis entendió el Jubileo como una llamada a caminar juntos, con la Catedral como templo jubilar y la esperanza como hilo conductor de la vida pastoral. A partir de entonces, parroquias, delegaciones, movimientos y grupos fueron incorporando el espíritu jubilar a su actividad ordinaria.
En el balance final de este año, el vicario de pastoral, Andrés González Buenadicha, subraya que el Jubileo ha sido, ante todo, “una oportunidad para redescubrir y cantar la esperanza”. Una esperanza con rostro concreto: Jesucristo, “el que nos pone en pie a pesar del cansancio, las dudas, los pecados o los agobios”.
Peregrinaciones a la Catedral
Uno de los ejes centrales del Jubileo ha sido la peregrinación, entendida en un doble sentido: interior y exterior, como explica González Buenadicha. Interior, como llamada a salir al encuentro de Aquel que es la verdadera esperanza; y exterior, como expresión visible de una Iglesia que camina como pueblo de Dios. A lo largo del año, los siete arciprestazgos de la diócesis han peregrinado a la Catedral para vivir su Jubileo. Estas jornadas, celebradas en diferentes fechas, se convirtieron en espacios de oración, reconciliación y eucaristía, reforzando el sentido de pertenencia a una diócesis que avanza unida desde el mundo rural y urbano. En total, más de 1.500 personas participaron en estas peregrinaciones arciprestales.
El vicario de Pastoral también incide en que el Año Jubilar ha estado profundamente marcado por la Palabra de Dios, proclamada y acogida en celebraciones, sacramentos, retiros, vigilias, catequesis y encuentros formativos. Una Palabra que, “cuando cae en tierra buena, siempre da fruto”.
En este contexto se enmarca la Semana de la Esperanza, celebrada en el mes de febrero en la Universidad Pontificia de Salamanca, uno de los hitos más significativos del Jubileo. Durante esos días, la diócesis abrió espacios de reflexión y diálogo para profundizar en la esperanza desde distintas miradas: la fe, la ciencia, la comunicación, la experiencia del sufrimiento y el compromiso social. Más allá del contenido formativo, la semana generó un clima de escucha y pensamiento compartido que ha dejado poso. Fruto de este trabajo es la publicación del libro Peregrinos de esperanza, que prolonga en el tiempo el mensaje jubilar.
El sacramento de la reconciliación
Muy unido a la Palabra, el Jubileo ha puesto un acento especial en la experiencia de la misericordia, revalorizando el sacramento de la reconciliación como lugar privilegiado de encuentro con un Dios que perdona, sana y vuelve a enviar.
El tercer gran pilar ha sido la caridad, expresada en gestos concretos hacia los más vulnerables. El Jubileo llegó a los hospitales, llevando el mensaje de la esperanza a los lugares donde la vida se vive con mayor fragilidad, y se concretó también en celebraciones específicas como el Jubileo de las personas con discapacidad, celebrado el 14 de diciembre, vivido como una verdadera fiesta de fe inclusiva. Estos gestos recordaron que la Iglesia está llamada a ser portadora “del aceite del consuelo y del vino de la esperanza allí donde hay soledad, sufrimiento o exclusión”.
Los jóvenes tuvieron un papel destacado con su participación en el Jubileo de los Jóvenes en Roma, en el mes de agosto. Fue una experiencia intensa de fe y comunión eclesial que ha dejado huella en la Pastoral Juvenil y en el testimonio de los propios jóvenes a su regreso, tras compartir una vigilia y la eucaristía junto al papa León XIV y más de un millón de personas en Tor Vergata.
Además, el obispo realizó una peregrinación diocesana a Roma en el mes de marzo, fortaleciendo el vínculo con la Iglesia universal y reforzando el sentido de comunión que ha acompañado todo el Año Jubilar. Durante este tiempo, la religiosidad popular también se integró en el camino jubilar, con celebraciones y procesiones extraordinarias que llevaron el mensaje de la esperanza a las calles.
Un envío para seguir caminando
La clausura del Año Jubilar, el 28 de diciembre, con la celebración de la eucaristía en la Catedral, no se entiende como un punto final, sino como un envío. Como subraya Andrés González Buenadicha, el Jubileo deja a la diócesis una llamada clara: “salir de las burbujas comunitarias, pisar baldosas nuevas y convertirse en oasis de esperanza en los barrios, en los pueblos y en la vida cotidiana”.
El Año Jubilar ha estado acompañado en todo momento por el lema bíblico: “La esperanza no defrauda”, una promesa que, según subraya el vicario de pastoral, ha ido tomando cuerpo a lo largo de este año en la vida concreta de la diócesis. No se ha tratado de una idea abstracta, “sino de una esperanza encarnada en rostros, gestos y comunidades que han aprendido a caminar juntas”.
Una esperanza que no engaña porque nace del amor de Cristo, que pone en pie incluso en medio del cansancio, la duda o la fragilidad, y que deja a la Iglesia de Salamanca una tarea clara: seguir siendo portadora de esperanza, de alegría y de paz en el corazón de la sociedad.
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