Los testimonios de María, Jesús y Mario invitaron a vivir el compromiso cristiano desde la oración, el servicio y la unidad, en una celebración presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana, en la capilla de las Siervas de San José
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
La capilla de las Siervas de San José, en el colegio de la Sagrada Familia, se llenó de silencio, cantos y símbolos en la Vigilia diocesana por las Vocaciones celebrada este jueves, 25 de septiembre, en XVII Semana de Pastoral. La celebración comenzó junto al pozo del patio en torno al cirio pascual, donde se presentaron tres signos sencillos —el crisma, el pan y un círculo de muñecos— que recordaron a los participantes la llamada a vivir la fe recibida en el bautismo con alegría y compromiso.
Y sobre ese marco se sucedieron los testimonios que dieron profundidad y carne a los signos. María, miembro del equipo de Pastoral Universitaria, compartió un relato personal de búsqueda y reencuentro con Dios. Confesó cómo en la adolescencia atravesó dudas y rebeldías que la alejaron de la fe, hasta que la perseverancia y oración silenciosa de su madre la devolvieron al camino: “Las oraciones de mi madre fueron un puente que me acercó de nuevo a Dios”. Hoy, afirmó, vive su fe como un proceso real, en crecimiento, convencida de que “Dios nunca se cansa de esperarnos”.
El segundo testimonio lo ofreció Jesús, director de la Casa Escuela Santiago Uno. Desde su experiencia de más de tres décadas acompañando a niños y niñas en situación de desprotección, defendió la urgencia de un compromiso social más firme: “No vemos las sillas de ruedas invisibles que son los trastornos del apego de quienes han sido traicionados por sus padres”. Con voz serena, pero firme, recordó que su vida es “un regalo de 10 años” tras superar una grave enfermedad, y que ese tiempo extra lo dedica a “seguir haciendo lugar en el mundo” para los más pequeños y olvidados.
La unidad como algo necesario
El tercer signo, la unidad, fue presentado por Mario Cabrera, seminarista de la Diócesis de Salamanca en su etapa pastoral. Subrayó que el mundo necesita comunión y que la Iglesia solo puede construirse si pone en el centro al hermano: “He vivido que la unidad no es algo accesorio, es necesaria, y han sido los hermanos los que me han levantado en los momentos de oscuridad”. Para él, seguir a Jesús significa caminar en fraternidad, reconociendo que “Cristo es la cabeza y nosotros un solo cuerpo”.
Al término de la vigilia, el obispo, Mons. José Luis Retana recordó que la vocación es un don y una tarea compartida por todos los bautizados:
“Lo que a mí me gustaría es que, además de pedir por las vocaciones, pidiéramos por nuestra propia vocación. Preguntarnos: ¿para quién soy?, ¿para qué he sido hecho?, ¿cuál es mi tarea en el mundo? Porque nuestra vocación es una obediencia”.
La vigilia concluyó con un gesto simbólico: el cirio pascual pasó de mano en mano entre los asistentes como signo del envío misionero, recordando a cada bautizado que está llamado a ser discípulo y testigo en medio del mundo.
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