‘La religión católica popular: Expresión inculturada de la fe cristiana’, ha sido el título de la ponencia pronunciada la tarde de este viernes por el sacerdote Carlos María Galli, presbítero de la iglesia de Buenos Aires, profesor ordinario titular y director de doctorado en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina en la que obtuvo el grado de doctor en 1993.
Autor de seis libros, es coeditor de 35 obras colectivas en la Argentina y el exterior. Es una de las voces latinoamericanas que más resuenan en esta nueva evangelización con una aportación fundamental en la profundización del fenómeno de la piedad popular en el mundo. Entre sus libros destacan; ‘La verdad los hará libres: la Iglesia Católica en la espiral de violencia en la Argentina, 1966-1983′ (2003); ‘Dios vive en la ciudad’ (2014), ‘Fe y piedad popular ‘ (2015), ‘La reforma y las reformas en la Iglesia’ (2016).
En 2007 fue perito teológico en la Conferencia de Aparecida, colaborando estrechamente junto al entonces cardenal Bergoglio en la redacción del documento final. Esta cercanía al papa Francisco ha influido sustancialmente en algunos aspectos del actual pontífice como es la pastoral en las grandes ciudades o la atención a la teología popular. En la actualidad es miembro de la Comisión Teológica Internacional, socio correspondiente de la Pontificia Academia Teológica y miembro del Equipo de Reflexión teológico-pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Tres momentos
Citando Evangelii Gaudium, 126, subrayó que “las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización, porque la teología debe aprender, profundizar, sistematizar las expresiones de la piedad católica popular que representan el sentido de la fe cristiana”. Su reflexión teológica se articuló en tres momentos: La piedad católica popular como una expresión de la religión cristiana en una cultura (1), que se nutre del sentido de la fe del conjunto de los fieles (2); y constituye un lugar eclesial para pensar una teología teologal e inculturada (3).
La religión católica popular
Para Galli, “el cristianismo popular atraviesa la historia de la Iglesia y marca la fisonomía del catolicismo latino, ibérico e hispanoamericano. En América Latina la revalorización de la piedad popular comenzó entre las conferencias episcopales de Medellín (1968) y Puebla (1979), y se manifestó a nivel mundial en el Sínodo de los Obispos de 1974 sobre La evangelización del mundo contemporáneo”.
Así, “la valorización de la piedad popular tuvo eco en la exhortación Evangelii nuntiandi de san Pablo VI en 1975. El número 48 es la carta magna de la piedad popular o religión del pueblo”, porque “la religión popular latinoamericana, en su forma cultural más característica es expresión de la fe católica, una expresión privilegiada de la inculturación de la fe católica”. En línea con lo afirmado por san Pablo VI, “la Conferencia de Aparecida comprende la piedad popular como una forma de encuentro con Cristo. La llama ‘espiritualidad o mística popular’ porque es una viva experiencia espiritual, una verdadera experiencia del amor teologal que penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y, aunque también se vive en una multitud, no es una espiritualidad de masas”.
Añadió que “la religión es la dimensión más importante de la vida del ser humano y de la cultura de un pueblo. La piedad popular no es la sola actitud interior de la fe, ni la mera práctica religiosa exterior. Incluye las creencias, las actitudes y la oración. Genera una espiritualidad o una mística, la que en el cristianismo es obra del Espíritu de Dios. La piedad popular no es un residuo de devociones tradicionales o marginales, sino la expresión de la fe del Pueblo de Dios en un ethos cultural determinado. Las manifestaciones visibles de la fe constituyen un signo de pertenencia espontánea de los miembros de un pueblo a la Iglesia y una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo”.
Por tanto, “la piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. La teología católica valora la piedad popular sin reducirla a las motivaciones de orden sicológico o sociológico que la generan, como en toda vivencia. Esta teología de la fe y la religión ayudó a la Iglesia latinoamericana a revalorizar la piedad popular como una expresión de la fe católica inculturada. Entre nosotros se dio un original círculo hermenéutico entre la noción eclesiológica de Pueblo de Dios y la experiencia viva de la religión popular. Esta se manifiesta al dar o pedir una bendición, peregrinar al santuario, festejar un aniversario, hacer una promesa, o celebrar un bautismo, que es, a la vez, liturgia y piedad popular”, destacó.
Una expresión inculturada de la fe cristiana
Galli desarrolló el segundo aspecto de su ponencia basándose en esta afirmación: “La piedad católica es una expresión teologal y cultural del encuentro con Cristo, que contiene un potencial de santidad, justicia y misión”. Citando Evangeli Gaudium refirió que “en ese amado continente, donde gran cantidad de cristianos expresan su fe a través de la piedad popular, los obispos la llaman también espiritualidad popular, o mística popular”. Con el papa Francisco, “la teología del Pueblo de Dios recupera el lugar central que tuvo en el Concilio Vaticano II y que se desdibujó después de 1985 en documentos del magisterio. Esta eclesiología se vincula a un pensamiento gestado en las dos facultades teológicas de la Argentina, en Buenos Aires y en San Miguel”.
En la exhortación Evangelii gaudium del Santo Padre, el tema de la piedad católica popular se encuentra en dos secciones sobre la misión evangelizadora. El capítulo II discierne signos de nuestro tiempo e incluye los Desafíos de la inculturación de la fe. El III incluye una sección sobre La fuerza evangelizadora de la piedad popular. El capítulo histórico señala el valor de la piedad en “una cultura marcada por la fe… una cultura popular evangelizada en las culturas populares de los pueblos católicos”. El capítulo teológico enseña que la inculturación genera expresiones de la fe según la idiosincrasia de cada pueblo. “Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación”.
Una fe hecha cultura
En España hay muchísimas manifestaciones de la fe popular en Cristo. “Desde el Niño en brazos de su Madre hasta el Señor Crucificado, el cual recibe muchos nombres: nuestro Padre Jesús Nazareno, Cristo de la Caridad, Jesús del Gran Poder, Jesús de la agonía o del entierro, Cristo de la Expiración, Cristo yacente, Cristo de Amor o del Silencio. En el inicio de la modernidad la espiritualidad franciscana comenzó a celebrar la humanidad de Dios en la Navidad y en la Pasión generando devociones y cofradías. La riqueza de las expresiones de la piedad popular, sobre todo en la Semana Santa, muestran su valor teologal, su índole religiosa, su identidad cultural, su fuerza evangelizadora, su riqueza artística. La unidad del sentido religioso se diversifica en muchas formas locales. Los cortejos procesionales con las imágenes de Jesús y su Madre, y el abrazo simbólico entre la Virgen de los Dolores y el Jesús Nazareno, expresan visiblemente una fe hecha cultura o una cultura hecha fe”.
El sentido de la fe de los fieles
Carlos María Galli ha destacado que “la mirada de la fe animada por el amor pastoral reconoce la riqueza teologal de la mística popular”. Por tanto, “para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar. Sólo desde la connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar la vida teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres. Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario, aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificado. Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones”.
En 1531 sucedió el acontecimiento guadalupano, donde María, la gran discípula misionera, “trajo el Evangelio a nuestra América. En Guadalupe, Dios le regaló América Latina a la Virgen y la Virgen a América Latina. Esto se percibe en la vida cotidiana, en el arte religioso y en la cultura común de muchas personas, familias y pueblos. La Iglesia latinoamericana tiene una piedad mariana moderna de raíz ibérica y con rostro mestizo, que no se gestó del cristianismo antiguo ni de la cristiandad medieval, sino que es una síntesis original. El rostro moreno de la Virgen de Guadalupe lleva a su pueblo en la pupila de sus ojos. Ella ha gestado y acompañado un profundo y cálido sentido de pertenencia al Pueblo de Dios”.
Un lugar teologal y teológico
Galli puntualizó que “los laicos participan de la función profética de Cristo y de toda la Iglesia y aportan al discernimiento orante desde sus carismas y competencias”. En tal sentido, “la piedad popular tiene sentido eclesiológico. Para el Santo Padre “es un espacio libre en el cual los fieles siguen la guía del Espíritu sin la tutela del clericalismo. Dios enriquece en la fe a los pobres de este mundo. La fe hecha religión los lleva a poner su esperanza en Dios. Por eso, la opción por los pobres es una categoría teológica y debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria. Esta verdad funda la autonomía en comunión propia de las hermandades y cofradías, y llama al acompañamiento amoroso de los pastores”.
Una teología teologal y compasiva desde la fe popular
A lo largo de su disertación, Carlos María Galli acentuó que “el Papa mira, valora y quiere a la Virgen como la mira, la valora y la quiere un cristiano sencillo. El amor al pueblo implica valorar y aprender de su fe encarnada y de su amor filial”. Por eso, “una teología inculturada desde abajo y desde adentro parte de la fe expresada en la piedad popular”. Esta, a su vez, “es el fruto de una evangelización histórica y culturalmente situada en cada lugar. En América Latina ha sido el resultado de una catequesis mariana ya dada en la primera evangelización de América, desde California hasta Chile y Argentina, por medio de los catecismos y los devocionarios escritos en castellano y en lenguas indígenas. Sobre esa base teologal e histórica es necesario ocuparse teológicamente de la religión del pueblo católico”.
Por lo tanto, “el pueblo creyente mira a la Virgen y en ella ‘lee’ todas las verdades trasmitidas por Dios y resumidas por la Iglesia en el Credo”. Esta sentencia es conforme con la tradición patrística y monástica “que presentó a María como el libro abierto en el cual podemos leer a Cristo, el Verbo legible de Dios. Hay que leer a Cristo en María y leer a Cristo y a María desde la fe del Pueblo de Dios”. En definitiva, “una teología inculturada busca concretar el desafío lanzado por el Concilio Vaticano II al pedir que en las iglesias locales se indague por qué caminos puede llegar la fe a la inteligencia teniendo en cuenta la filosofía o la sabiduría de los pueblos”.
En cuanto a los pueblos creyentes y pobres “viven la fe mirando a María, Reina y Madre de la Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, y le piden: vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos… muéstranos a Jesús. La compasión de María, sabiduría del corazón y corazón de la sabiduría, nos enseña a amar a Dios en el Pueblo de Dios, a gestar una evangelización creativa, a hacer una teología compasiva recogiendo la fe popular. La Madre de Dios vive la compasión que sienten los andaluces que buscan escaleras para subir al madero y sacarle los clavos al Jesús de la agonía para aliviar su dolor.
El Papa Francisco afirma que el estilo de Dios “es la cercanía, la compasión y la ternura. Invita a ser misericordiosos como Dios, nuestro Padre, es misericordioso. Y como la Madre de Dios sintió compasión de la Pasión y Muerte de su Hijo. María siempre vuelve a nosotros sus ojos misericordiosos. En la encíclica Dilexit nos, al exponer el amor de Jesús hasta el don de su vida en la cruz, el Papa ruega que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo, porque al consolar, somos consolados. Si sufrimos, podemos vivir el consuelo interior de saber que el mismo Cristo sufre con nosotros. Deseando consolarle, salimos consolados”. Quien es consolado por Dios, debe consolar a sus hermanos y hermanas en el Pueblo de Dios. “¡Consuelen, consuelen a mi pueblo!”, concluyó.
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