CATÓLICOS EN SEVILLA –
23 APG Encounter
11 de noviembre de 2025
Introducción
Un saludo cordial a todos los hermanos y hermanas que participáis en el 23 Encuentro del Grupo Asia Pacífico. Mi nombre es José Ángel Saiz Meneses, cursillista desde los 17 años. Actualmente soy arzobispo de Sevilla (España) y Asesor Espiritual del Organismo Mundial de Cursillos de Cristiandad (OMCC). Agradezco la amable invitación a participar este Encuentro. La ponencia que se me ha encargado trata sobre «El Cursillo como instrumento de renovación cristiana y evangelización».
El origen de Cursillos
EL MCC es un don de Dios a la Iglesia que se fue gestando entre un grupo de sacerdotes y de jóvenes de Acción Católica de la diócesis de Mallorca (España) a lo largo de la década de los años 40 del pasado siglo. La forma en la que este grupo preparó la célebre peregrinación de jóvenes de Acción Católica a Santiago de Compostela que tendría lugar en agosto de 1948, fue perfilando un ideal y un estilo evangelizador, y sembró en su corazón una profunda inquietud apostólica.
Gracias a esta inquietud, los responsables del Consejo Diocesano de Acción Católica de Mallorca comenzaron a impartir unos Cursillos de Jefes de Peregrinos más amplios que los Cursillos de Adelantados de Peregrinos que se impartían en toda España. Constataron que el contenido esencial del cristianismo podía ser captado por personas que vivían al margen de la religión, y que incluso quienes no conocían al Señor vivían, en pocos días, una experiencia de encuentro con Cristo que les impactaba profundamente. Aquellos jóvenes, seglares y sacerdotes, descubrieron un instrumento extraordinario para evangelizar. La Escuela de Dirigentes del Consejo Diocesano experimentó, revisó, cotejó, y perfeccionó el método, y surgió así una nueva modalidad de cursillos que cristalizaría en los Cursillos de Cristiandad, de los que el primero se considera el celebrado del 7 al 10 de enero de 1949, en el monasterio de San Honorato, en la isla de Mallorca.
El estatuto del Organismo Mundial del Movimiento de Cursillos de Cristiandad recoge que «de este grupo de iniciadores tuvieron parte muy importante sobre todo laicos guiados por Eduardo Bonnín Aguiló, además de varios pastores, entre los que se encontraban el entonces obispo de Mallorca, monseñor Juan Hervás Benet, y el sacerdote Sebastián Gayá Riera». Los iniciadores han resaltado siempre la insatisfacción y el inconformismo a la vez que la dedicación y el trabajo apasionado de unos sacerdotes y unos jóvenes que buscaban «algo más», alentados por su pastor diocesano, y sobre todo impulsados por la gracia de Dios, con la acción del Espíritu Santo, dador de aquel carisma para la evangelización.
Itinerario evangelizador del MCC
La evangelización no es un conjunto de técnicas o realizaciones prácticas, sino una propuesta, un anuncio explícito de Jesucristo a través de la palabra y el testimonio, que provoca la conversión y la adhesión a su persona, y la integración en la comunidad cristiana. El ser humano está sediento de trascendencia, sediento de Dios, aunque no sea consciente de ello. Y Jesús sigue ofreciendo la fe y el amor al hombre de hoy. Del encuentro personal con él surge una nueva mirada sobre la propia vida, surge el reconocerlo y acogerlo como Mesías, y nace la adhesión a su mensaje de salvación y el deseo de difundirlo en el mundo. Así le sucedió a la samaritana del pasaje evangélico, y así ha de suceder en toda persona que tiene un encuentro con Cristo.
El MCC plantea esta propuesta como un anuncio que se realiza con un estilo alegre y esperanzado, que transmite el Evangelio con fidelidad a la Palabra y al Magisterio de la Iglesia. Con un estilo testimonial, convencido y convincente, que interpela y propicia la conversión. Un anuncio que se centra en la Persona de Jesucristo, y desde Cristo, en el Padre y el Espíritu Santo, y que lleva a la inserción en la Iglesia, a la vida sacramental, a testimoniar la acción de Dios en la propia vida, y a construir el Reino de Dios en la tierra.
Un nuevo carisma en la vida de la Iglesia
La Iglesia ha reconocido al Movimiento de Cursillos de Cristiandad un carisma propio y original, que lo caracteriza, identifica y diferencia de los otros nuevos movimientos, asociaciones y realidades eclesiales. En el carisma está contenida su esencia, su mentalidad, su finalidad, así como su estrategia y método.
El carisma del Movimiento de Cursillos de Cristiandad «es un don que el Espíritu Santo derrama en su Iglesia, que conforma una mentalidad e impulsa un Movimiento eclesial, que, mediante un método kerigmático propio, posibilita la vivencia y la convivencia de lo fundamental cristiano, ayuda a descubrir y realizar la propia vocación personal y promueve grupos de cristianos que fermenten de evangelio los ambientes, a través de la amistad». Permítanme desarrollar los diferentes aspectos contenidos en esta definición.
Don del Espíritu Santo, que conforma una mentalidad
Los movimientos eclesiales son un don del Espíritu para la Iglesia en vistas a su misión. Han sido suscitados para responder a los desafíos que se presentan a la Iglesia en este tiempo. El MCC es uno de estos carismas que el Espíritu Santo ha suscitado en orden a la edificación de la Iglesia y a la evangelización del mundo. Nace en una época caracterizada por un cierto florecimiento religioso, en que la sociedad española gozaba de una orientación cristiana más que aceptable. Sin embargo, ya en aquellos momentos se detectaba un déficit en lo que se refiere a la acción evangelizadora, al testimonio de vida, a la transformación de las estructuras, a la coherencia entre la fe y la vida, así como a la interiorización de la práctica religiosa. Este movimiento nació con vocación a participar activamente en la evangelización, a llevar la fe cristiana a los diferentes ambientes de la vida, mediante el testimonio y la amistad.
El carisma del MCC genera una mentalidad propia y particular. La mentalidad es su principal clave explicativa, porque forma la base de los juicios y criterios, determina la finalidad, la estrategia, el método y las estructuras; se actualiza para responder a los retos de los tiempos, sin perder su identidad; es creadora de unidad en la diversidad; por último, tiene que vivirse, mantenerse y transmitirse. La mentalidad del MCC «es una perspectiva vital, una forma de entender la realidad, nacida de la vivencia del carisma, libremente adoptada por los que comparten esa experiencia y se integran en el MCC. Configura un conjunto de criterios, convicciones, actitudes vitales y opciones de fe que transforman la vida de la persona, como una vida cristiana alegre, testimonial y misionera, que, en amistad, se comparte y se ofrece a otros».
Este conjunto de criterios, convicciones, actitudes vitales y opciones de fe, encarnados y vividos por un grupo concreto de personas, forma parte del origen del MCC y acompaña su desarrollo y crecimiento. La percepción de aquel grupo de iniciadores era que el mundo estaba dando la espalda a Dios, a Cristo y a la Iglesia, que la influencia del cristianismo en la vida de la sociedad era cada vez menor. Por eso consideraron que la solución apostólica, para ser eficaz, debía proponer una transformación ambiental que alcanzara a todos y a todo. Para ellos era preciso rehacer desde sus cimientos toda la realidad, todo el mundo. La mentalidad del MCC propicia una nueva forma de ver y entender la realidad de Dios, de la persona humana, del mundo y de la Iglesia.
La mentalidad del MCC también comporta unas convicciones sólidas, que se convierten en el punto de partida para su actuación apostólica. La primera es entender y vivir el cristianismo como la experiencia del amor de Dios, la amistad de Cristo y la vida en el Espíritu, con el convencimiento de que es la solución integral a todos los problemas de los hombres y mujeres de hoy y de cualquier época. La segunda consiste en la seguridad de que toda persona está llamada a encontrarse con Dios, a dejar que el Señor transforme su vida y a convertirse en testigo del evangelio. El testimonio de la propia vida, la amistad y la oración como elementos clave para posibilitar que otros se encuentren con Cristo, constituyen la tercera convicción. Finalmente, la mentalidad conlleva unos criterios de actuación, como guía y orientación de la actividad del MCC: la amistad, la sinceridad, la normalidad, la libertad, y la alegría.
Un Movimiento eclesial
El MCC es un movimiento eclesial que florece como un don del Espíritu Santo para bien de la Iglesia y del mundo. Es el fruto de la acción del Espíritu Santo, que transforma las personas y la historia, que distribuye sus dones para renovar la Iglesia y hacerla crecer. Surge como un nuevo movimiento en el que un grupo de cristianos que comparten mentalidad e inquietudes apostólicas comienzan a trabajar con un método propio dando cauce a la vida que va brotando a su alrededor en el seno de una Iglesia local. Está formado por hombres y mujeres que, después de haber participado en un Cursillo y haber iniciado un proceso de conversión, se unen para poder vivir de un modo más auténtico y eficaz su fe cristiana. La pertenencia es libre y abierta a todas las personas que han vivido la experiencia del Cursillo y desean incorporarse activamente al movimiento.
El MCC cumple los cinco criterios de eclesialidad que describe san Juan Pablo II en la exhortación apostólica postsinodal Christifideles Laici. Los laicos han tenido un papel primordial en el MCC desde los inicios, que ha impregnado su mentalidad, finalidad y estructuras de servicio. Es un movimiento en el que los laicos descubren y asumen su responsabilidad en la Iglesia y en el mundo. En la comunidad eclesial, participando activamente en el triple ministerio de la palabra, la celebración de los misterios de la fe y la acción caritativa y social. En el mundo, iluminando y ordenando los asuntos y realidades temporales conforme a la voluntad de Dios, en medio de sus deberes y ocupaciones, en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social; contribuyendo a su santificación desde dentro, a modo de fermento. También en el MCC, en las estructuras de servicio, coordinando, orientando, impulsando y, en definitiva, sirviendo en cada realidad diocesana, nacional o internacional. Laicos y sacerdotes colaboran en el seno del MCC en comunión, corresponsabilidad y sinodalidad.
El Estatuto del Organismo Mundial de Cursillos de Cristiandad comienza con esta afirmación: «El Movimiento de Cursillos de Cristiandad es un movimiento eclesial de difusión mundial que actúa al interior de la Iglesia católica. El Movimiento se siente llamado a participar activamente en la gran misión de la evangelización». Es un movimiento de la Iglesia universal, implantado en los cinco continentes y reconocido por la Jerarquía eclesial. Desde sus comienzos tuvo vocación de universalidad, ya que pretendía llegar a todas las personas, de todas las condiciones y en todas las circunstancias. Su implantación en todo el mundo pone de relieve esa dimensión universal. Pero a la vez es un movimiento esencialmente diocesano, que se encarna en la realidad de una diócesis concreta, al servicio de la pastoral orgánica de la misma y de su acción evangelizadora, y bajo la autoridad del obispo.
En el marco de la misión evangelizadora de la Iglesia
La misión del MCC se sitúa en el ministerio de la palabra, cuya primera etapa consiste en la proclamación del kerigma o primer anuncio. La misión del MCC está centrada precisamente en el kerigma. Este primer anuncio suscita la fe, conmueve el corazón, propicia la conversión y orienta a la adhesión a Jesucristo. Es cada vez más urgente en los países de antigua cristiandad porque muchas personas que fueron bautizadas han perdido el sentido de la fe, no se reconocen como miembros de la Iglesia y llevan una existencia alejada de Cristo. Con frecuencia los niños, jóvenes o adultos que llegan a las catequesis parroquiales, aunque estén bautizados, están lejos de vivir una adhesión explícita y personal a Jesucristo porque no han recibido el primer anuncio ni ningún tipo de iniciación en la fe. Por eso el primer anuncio es prioritario e insustituible para la vivencia de la fe, que nace del anuncio. El MCC centra su acción en el kerigma, y la complementa con los otros elementos de la evangelización, que se desarrollan fundamentalmente en el Poscursillo.
La misión actúa sobre las personas y los ambientes. La persona constituye el valor fundamental en el MCC y hacia ella se orienta su actuación. El ser humano es el camino de la Iglesia porque todo hombre ha sido redimido por Cristo, que le ofrece los medios para que pueda vivir plenamente como hijo de Dios. Esta persona no puede vivir de forma individualista su fe, porque Dios la llama a vivir la fe en comunidad, y porque sería imposible vivir la fe aisladamente. Comunidad significa amistad, compartir, formar una única realidad, recibir la fuerza para crecer y proyectarse. Desde la vida en comunión con Dios y los hermanos viene la proyección para transformar los ambientes según el evangelio, para construir el Reino de Dios en la tierra. Eso se consigue a través de grupos de cristianos de profunda espiritualidad, de sólida formación y de ardiente inquietud apostólica, que en íntima amistad con el Maestro y entre ellos, dan testimonio de Cristo en sus ambientes.
La acción evangelizadora del MCC se lleva a cabo conforme a su método propio en sus distintos tiempos, que posibilita la proclamación kerigmática, propicia la conversión de las personas, facilita la creación de grupos y potencia la actuación transformadora en los ambientes. El MCC, desde su pertenencia a la Iglesia y su sentido filial, pone al servicio de la Iglesia este método propio de evangelización, que con la gracia de Dios ha ayudado a tantas personas a encontrarse con el Señor y a dar un rumbo nuevo a sus vidas.
Mediante un método kerigmático propio
El MCC es un movimiento evangelizador con un método propio que deriva de su mismo carisma. Es un método kerigmático. Es una proclamación cristocéntrica, porque Cristo es el núcleo de su mensaje, proclamado por personas que han vivido la experiencia de un encuentro con él. Es jubilosa, porque es una buena nueva, fuente de alegría, y se hace con convicción y esperanza. Es testimonial, realizada por medio de testigos que no hablan de memoria o de oído, sino desde la experiencia. Se orienta a la conversión, para propiciar un cambio de vida.
La oración, el testimonio y la amistad, son los elementos básicos. La oración, personal y comunitaria, relación constante con Dios en la que se recibe su amor para crecer como hijos suyos, su fuerza para superar las dificultades, su gracia para que el apostolado sea fecundo; una oración confiada e incesante. El testimonio, porque el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana. La amistad en el MCC es la forma de relación humana que se convierte en expresión de comunión de vida y de fe.
Tiene una doble dimensión: personal y comunitaria. El anuncio del evangelio de persona a persona mantiene toda su vigencia. El método del MCC tiene también una dimensión comunitaria por la que promueve la vivencia de la amistad con Cristo y con los hermanos, la comprensión, el diálogo y la comunión fraterna.
Es un método inductivo, es decir, que parte de las realidades concretas e inmediatas para llegar a las más generales o elevadas. El MCC nace y aprende a caminar en la vida, extrayendo de la experiencia de cada día los criterios y los medios para orientar la vida cristianamente y construir la comunión con Dios y con los hombres. El método del MCC, por ser inductivo, requiere una atención permanente a la realidad del hombre, de la Iglesia y del mundo, y también a la propia experiencia evangelizadora del Movimiento.
Un método en tres tiempos
El método del MCC se estructura en tres tiempos, Precursillo, Cursillo y Poscursillo, que constituyen una unidad perfecta. Es imprescindible mantener la unidad e integridad de los tres tiempos y de sus elementos esenciales para garantizar su eficacia evangelizadora. Este es el método que el Espíritu Santo inspiró a los iniciadores del MCC y es el que resulta realmente eficaz para la evangelización, a la luz de los innumerables frutos de conversión que ha producido, y que sigue produciendo, allí donde se aplica.
El Precursillo es el primer tiempo. Consiste en la búsqueda, selección y preparación de los candidatos; en el estudio y discernimiento de los ambientes que han de ser evangelizados; en la preparación de los elementos espirituales, personales y materiales para la realización del Cursillo; y, por último, en la planificación del acompañamiento de los candidatos después del Cursillo.
El Cursillo es una forma específica de proclamación del kerigma. Desde los inicios se ha descrito como “la comunicación jubilosa del ser cristiano”. En él se propicia la vivencia y la convivencia de lo fundamental cristiano, una experiencia personal profunda que determinará una nueva orientación de la vida. La finalidad del Cursillo es iluminar toda la vida con la luz del evangelio. Eso se lleva a cabo haciendo posible un encuentro personal con Cristo, consigo mismo y con los demás, propiciando un proceso de conversión consciente, creciente y compartida, despertando el sentido comunitario a través de la vivencia de la amistad y, por último, creando conciencia de responsabilidad evangelizadora respecto a los propios ambientes.
El Poscursillo es el tercer tiempo del método del MCC, encaminado a mantener e intensificar el proceso de conversión personal iniciado en el Cursillo y al compromiso en la renovación del mundo conforme el plan de Dios. La finalidad del Poscursillo es perfeccionar la conversión personal iniciada en el Cursillo a través de la pertenencia a grupos de cristianos en los que compartir vida, fe y compromiso y, desde ellos, promover la fermentación evangélica de los ambientes. La finalidad última del Poscursillo es la evangelización. El Poscursillo se desarrolla insertado en la Iglesia local, en la comunión y corresponsabilidad eclesial. Los Grupos y las Ultreyas son los medios específicos del Poscursillo.
Posibilita la vivencia y la convivencia de lo fundamental cristiano
El carisma del MCC propicia el nacimiento de un movimiento eclesial con una finalidad específica: hacer presente el amor de Dios a todos los hombres, facilitar que las personas se encuentren con Cristo, y a partir de esta experiencia vivan de una forma nueva y vayan colaborando en la transformación del mundo. El MCC entiende que lo fundamental cristiano radica principalmente en Jesucristo, la gracia, la fe, y la Iglesia.
La esencia del cristianismo es la persona de Cristo y la vida cristiana comienza a partir de un encuentro con él. En él tiene lugar la revelación plena y definitiva de Dios, por eso «no se empieza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».
Gracia significa el favor divino, la benevolencia gratuita y misericordiosa de Dios, su amor manifestado y comunicado en Jesucristo. La gracia es un don, es una participación en la vida de Dios que nos introduce en la intimidad de la vida trinitaria: por el Bautismo somos constituidos hijos del Padre, miembros de Cristo y templos del Espíritu Santo, participamos de la gracia de Cristo, y podemos llamar a Dios «Padre»; también recibimos la vida del Espíritu que infunde la caridad y que construye la Iglesia.
La fe es la respuesta del hombre al Dios que se le revela en Cristo, es una adhesión personal del hombre entero. La fe comporta un modo de vivir ya que es el principio y la base del modo de vivir según el evangelio. Sólo la fe introduce y posibilita la vida nueva que trae Jesucristo. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras.
La Iglesia es fruto de un designio del Padre. Nuestro Señor da comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva del evangelio. Es el Pueblo que Dios reúne en el mundo entero. Cada miembro se incorpora por la fe y el Bautismo. Todos los miembros de la Iglesia forman el Pueblo de Dios. La Iglesia existe y se realiza en las comunidades locales como asamblea litúrgica, sobre todo en la celebración de la Eucaristía.
Promueve grupos de cristianos que fermenten de evangelio los ambientes, a través de la amistad
El MCC promueve la creación de grupos que puedan ser verdaderos ámbitos en los que compartir la vida cristiana a través de la amistad, es decir, desde una relación de respeto y confianza, de comunión de vida y destino, de convivencia e irradiación de la fe en Cristo. Esto significa buscar y preparar dichas personas, ayudarlas a tomar conciencia de su responsabilidad en el mundo como miembros de la Iglesia, y, por último, vincularlas entre sí, compartiendo la fe, la formación y la acción apostólica, y cultivando la amistad.
Los grupos de cristianos promovidos por el MCC son las Reuniones de Grupo y las Ultreyas. Estos grupos son de gran ayuda para el desarrollo de la vida cristiana por medio de la vivencia sincera de la amistad en un marco comunitario. La experiencia demuestra hasta qué punto favorecen el proceso de la conversión personal y la maduración en la fe a lo largo de la vida, y potencian el compromiso apostólico de sus miembros en sus familias, trabajos y ambientes.
Fermentar de Evangelio los ambientes significa transformar la sociedad «iluminando y ordenando las realidades temporales a las que se está estrechamente vinculado, de tal modo que, sin cesar, se realicen y progresen conforme a Cristo». Este apostolado es el principio y fundamento de todo apostolado seglar, y es absolutamente insustituible; por eso, todos los laicos son llamados a este apostolado, que es útil siempre y en todas partes, y que en algunas circunstancias es el único posible. Con la palabra oportuna y el testimonio eficaz. El MCC promueve esta actuación personal de cada cristiano en su ambiente, y a la vez procura que sea apoyada, compartida e impulsada por los Grupos Cristianos.
La fermentación evangélica de los ambientes se realiza también a través de la acción comunitaria de los Grupos del MCC. En primer lugar, ayudando a cada uno de los miembros a vivir la vocación a la santidad, que es la primera y fundamental vocación para todo cristiano. En segundo lugar, impulsando la acción personal de sus miembros en sus respectivos ambientes, y favoreciendo que puedan desarrollar acciones conjuntas, como grupo, en un ambiente común, con sus propias iniciativas y también colaborando en planes pastorales de la Santa Madre Iglesia, ya sea a nivel parroquial, arciprestal, diocesano, nacional o internacional.
Como podemos ver, el carisma del MCC está orientado de un modo prioritario a la evangelización directa, al apostolado comprometido en primera línea. Comporta una conversión sincera y la respuesta decidida a Cristo, que se dirige a cada uno de los cursillistas por su nombre y les invita a ser sus discípulos y a colaborar en la construcción de su Reino. Para esta misión no se necesitan grandes maestros, sabios y entendidos según este mundo; basta con un puñado de apóstoles convencidos para llevar a cabo la misión evangelizadora.
Conclusión
A mi humilde entender, salvo mejor juicio, el MCC es el método y movimiento de Iglesia más completo para el primer anuncio. Hoy más que nunca es necesario, porque los hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan escuchar la proclamación del kerigma, el anuncio del amor de Dios, la llamada a una vida nueva de un modo directo, testimonial, alegre y esperanzado, convencido y convincente. La Iglesia cuenta con el MCC para fermentar evangélicamente los ambientes de hoy con el testimonio de vida y de palabra de sus miembros. El Cursillo es un don del Espíritu Santo para la santificación personal, para la edificación de la Iglesia y para la evangelización del mundo, un magnífico instrumento de renovación cristiana y de evangelización. ¡De Colores!
✠ José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla (España)
Asesor Espiritual del OMCC
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