CATÓLICOS EN SEVILLA – Homilía de la Misa de Inicio del Año Jubilar 2025 (29-12-2024)

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CATÓLICOS EN SEVILLA –

Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses. Santa Misa de Inicio del Año Jubilar 2025. Fiesta de la Sagrada Familia. Catedral de Sevilla. 29 de diciembre de 2024.

El Santo Padre Francisco, a través de la Bula Spes non confundit, ha convocado el Jubileo ordinario del año 2025, y nos ha recordado que este Año Santo orientará el camino hacia otro aniversario fundamental para todos los cristianos: los dos mil años de la Redención realizada por medio de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que celebraremos en el año 2033. El Santo Padre abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el pasado 24 de diciembre, dando inicio así al Jubileo ordinario, y, según él mismo estableció en la Bula de convocación, el domingo 29 de diciembre de 2024 los obispos diocesanos celebran la Eucaristía como apertura solemne del Año jubilar en todas las catedrales del mundo.

Queridos hermanos y hermanas que participáis en esta celebración: Obispos Auxiliares, hermanos en el Episcopado; Consejo Episcopal; Deán Presidente y Cabildo Catedral; sacerdotes, diáconos; miembros de la vida consagrada; miembros del laicado; un saludo también a quienes participáis en la celebración a través del canal YouTube de la Catedral.

Este Año Jubilar será un tiempo de gracia en el que Dios nos concede todos sus bienes para nuestra renovación interior. Tiempo de penitencia, de recibir el perdón de Dios; tiempo de conversión personal, comunitaria y social; tiempo de crecimiento en la vida cristiana, de perdonar a los demás, de recomponer las relaciones personales rotas en la familia, en el trabajo, en el ambiente; tiempo de reflexionar profundamente sobre el sentido de nuestra existencia y sobre la llamada a orientar nuestra vida según los valores del Evangelio; tiempo de adoptar un nuevo estilo de vida. El Año Jubilar es una ocasión excelente para hacer una parada en el camino, reflexionar y discernir, y proyectar el futuro de un modo nuevo, resolviendo los problemas del presente con determinación, y afrontando el futuro desde la esperanza.

El papa Francisco nos invita a vivir el Jubileo como peregrinos de esperanza, y desea que seamos capaces de transformar, con la gracia de Dios, nuestro mundo. Nos recuerda dónde está la auténtica esperanza del cristiano: “La esperanza cristiana consiste precisamente en esto: ante la muerte, donde parece que todo acaba, se recibe la certeza de que, gracias a Cristo, a su gracia, que nos ha sido comunicada en el Bautismo, la vida no termina, sino que se transforma para siempre”. Nuestra esperanza se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, nuestra esperanza está en Jesucristo. Por eso cada uno de nosotros, y todo el Pueblo de Dios, hemos de acoger, con plena participación y compromiso, tanto el anuncio de esperanza de la gracia de Dios como los signos que atestiguan su presencia y eficacia.

Un elemento característico del Jubileo es la peregrinación, que recuerda la condición de la existencia humana como un camino. A lo largo del Año Santo es muy importante peregrinar hasta los templos jubilares y ganar la gracia del Jubileo. También será fundamental vivir con intensidad la dimensión interior de la peregrinación. No podemos olvidar que desde el nacimiento hasta la muerte, la condición del ser humano es la de homo viator, hombre viajero, itinerante. El ser humano puede aferrarse a los bienes materiales, al poder, al placer, a los logros personales y a los honores, pero al final se encontrará vacío porque está creado para algo mucho más grande, está creado para la trascendencia. De ahí que esa búsqueda incesante es la que mueve al homo viator a caminar hasta el encuentro con Cristo, Aquel que puede saciar sus anhelos de trascendencia y de plenitud. El peregrino es consciente de que el camino que recorre le lleva a la Verdad que ilumina todos los caminos, a la Vida que da sentido y plenitud a la vida, que da respuesta a todos sus interrogantes y anhelos.

El Santo Padre nos invita a recibir la esperanza teologal, don de Dios, y también a redescubrir la esperanza en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece y que debemos interpretar a la luz del Evangelio. Misión nuestra será transformar los signos de los tiempos en signos de esperanza, empezando por la paz en el mundo. Pide a los responsables de las Naciones que pongan fin a los numerosos conflictos que hay en la tierra. Exhorta a vivir la vida con entusiasmo, a compartir los bienes con los demás; anima a una existencia abierta a engendrar nuevas vidas a través de una maternidad y paternidad responsables. Por otra parte, nos exhorta a convertirnos en signos de esperanza para tantos hermanos que viven en condiciones de penuria y necesidad. El Año Jubilar debe llevar la esperanza a los presos, a los enfermos, a los jóvenes, a los migrantes, a las personas mayores que están solas, y a los pobres.

Nuestro mundo está más falto de esperanza en la medida que se aleja de la fuente de la verdadera esperanza. Cuantas dificultades que se van sucediendo una tras otra en la vida, cuantas expectativas que no llegan a cumplirse y acaban generando frustración, cuantas decepciones acumuladas. No faltan motivos para el desaliento. Pero el ser humano necesita esperanza, una esperanza duradera y creíble, que lo sostenga, que le dé sentido, que le ayude a vencer los problemas. El Papa Benedicto XVI también subrayó que la gran esperanza es mucho más que una idea, o un sentimiento, o un valor. La gran esperanza es una persona viva, es Jesucristo, que tiene rostro y corazón humano, que comparte con nosotros la historia humana, por eso podemos acudir a Él en cualquier situación, en cualquier necesidad, seguros de que nos comprende y nos ayuda para seguir caminando.

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia. Contemplemos esta familia singular, única e irrepetible, que a la vez es el modelo principal para toda familia cristiana. El Hijo eterno de Dios se ha hecho hombre, ha nacido en una familia humana y, al hacerlo así, ha bendecido y ha consagrado institución familiar. Hoy encomendamos a todas las familias a la protección y amparo de María santísima y san José, especialmente a las que estén pasando por crisis o tengan problemas graves, para que no se desalienten ante las pruebas y dificultades de la vida, para que no pierdan nunca la esperanza, para que crezcan día a día en el amor y en el servicio de la vida. Que el Señor les conceda crecer en la virtud teologal de la esperanza, que no se identifica con el optimismo de carácter ni con las ilusiones efímeras. Es mucho más que eso, es un don de Dios que se compone del gozo en el Señor, la certeza serena de su providencia, la constancia en las pruebas y la paciencia en las dificultades, así como la perseverancia en el trabajo y la fidelidad en medio de los contratiempos. La esperanza no es una realidad pasiva, sino que se manifiesta en la fortaleza ante las adversidades y, sobre todo, en la confianza en Dios.María santísima es modelo de esperanza confiada en Dios, que nunca abandona y que da las fuerzas para superar las pruebas de la vida y para construir un mundo mejor, más acorde a su voluntad. María es la estrella de la esperanza. Conoce bien nuestro interior, los miedos y ansiedades, las alegrías e ilusiones, las necesidades y aspiraciones de cada uno de nosotros y de la humanidad. Ella avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo con total fidelidad la unión con su Hijo hasta la cruz. Ella nos precede, nos acompaña y alienta, para que seamos peregrinos de esperanza y mensajeros de esperanza en medio del mundo, constructores de paz y fraternidad, generadores de solidaridad. Que ella nos ayude a vivir con intensidad este Año Jubilar y a recibir toda la gracia, todo el perdón, todo el amor que el Señor nos quiere conceder. Que así sea.

 

 

 

 

 

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