Estas semanas de celebraciones familiares con motivo de la Navidad y el recibimiento de un año nuevo, la población penitenciaria de Sevilla, con alrededor de 2.200 privados de libertad, celebra dentro de las prisiones de una manera peculiar. Félix Quijada es diácono permanente y delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria.
Navidad y Año Nuevo es un tiempo especialmente duro, claro que sí, cuando todos los privados de libertad, en estos días, se ven lejos de su familia. Por esa misma dureza, nosotros tenemos que llevar la esperanza y la alegría de Cristo, que nace en nuestros corazones y que es capaz de cambiar nuestra vida, porque nos puede hacer hombres y mujeres nuevos. Por eso la Iglesia está presente singularmente en tiempo de Navidad, que es tiempo de esperanza.
¿Cómo se lleva esperanza a personas que posiblemente la hayan perdido?
Principalmente con la palabra y el testimonio. Este año feligreses de la Parroquia San Juan Pablo II han visitado el Centro Penitenciario Sevilla I y han ofrecido un concierto lleno de alegría, llevando esperanza. Hemos podido vivir directamente cómo una comunidad cristiana se implica con las personas más desfavorecidas y es capaz de llevar alegría donde no la hay. También hemos organizado celebraciones litúrgicas, entre otras actividades, gracias a la ayuda inestimable de muchos voluntarios.
¿Cómo son recibidos los voluntarios dentro de la cárcel?
Magníficamente. Hay quien nos espera, espera que llegue el día en que vamos para estar con nosotros. Somos aire fresco. Tenemos este año también, como años anteriores, la suerte de contar con seminaristas de nuestro Seminario Metropolitano de Sevilla que vienen también como voluntarios, y para ellos es un momento de poder hablar con alguien que sabe que lo único que llevamos es cariño y que estamos deseando estar con ellos. Sin embargo, siguen haciendo falta voluntarios. Hemos tenido un grupo de personas aquí en Sevilla y también en Arahal que se están preparando para poder evangelizar en los centros penitenciarios, porque siempre tenemos que ir preparados sabiendo cuál es el mensaje que queremos transmitir y cómo tenemos que actuar en los centros.
¿Cómo hacen los voluntarios para no llevarse historias tan duras a casa?
Tenemos una persona que carga con nuestra historia personal que es el Señor. Antes de entrar a prisión siempre ponemos ese servicio en sus manos, no en nuestro actuar, al salir, las penas y las alegrías también las ponemos en sus manos. El Señor nos ayuda y nos conforta.
¿Cómo ha sido la implicación de los obispos de Sevilla estas navidades dentro de las cárceles?
Es una alegría cuando los privados de libertad ven que nuestros obispos van a celebrar con ellos, como han hecho en estas fiestas de Navidad, tanto monseñor José Ángel Saiz Meneses, que ha estado en el Centro Penitenciario Sevilla II (Morón de la Frontera) y monseñor Teodoro León en el Centro Penitenciario. Sevilla I y también ha pasado por el Hospital Psiquiátrico Penitenciario. En estas celebraciones han compartido con los internos y también con los numerosos voluntarios que han estado presentes.
La Navidad no acaba aquí. La magia de los Magos de Oriente llega también a la cárcel.
Sí, sí. Trabajamos en Sevilla I junto con otras asociaciones; en Sevilla II lo hacemos también, donde llevamos los días 3 y 4 de enero la alegría de los Reyes Magos con los pequeños regalos y obsequios que nosotros podemos y que la Institución Penitenciaria nos permite. Disfrutamos mucho con ellos, son gente buena. Es algo maravilloso, es una vocación muy bonita. Invito a aquellos que quieran prepararse a llevar el Evangelio a estas personas que a veces es la primera vez que lo escuchan o el primer contacto que tienen con la Iglesia.
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